Mar 25.07.2006

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

La muerte la única verdad

› Por Washington Uranga

Irak, Afganistán, Kuwait, Colombia, hoy Gaza, Israel, Líbano, el Africa de norte a sur y de este a oeste, tantos otros lugares. Las razones y los argumentos son diferentes, para matar o para dejar morir. Para condenar a la muerte por explotación irracional de los bienes naturales, por balas, por morteros, por armas letales o por hambre, desnutrición, miseria o enfermedades que podrían atenderse con otra actitud y otra voluntad para destinar recursos en bien de la vida. Los discursos no bastan cuando las balas hablan y la vida se presenta como una víctima indefensa ante tanto atropello. Los argumentos son siempre insuficientes, en primer lugar para las víctimas de cualquier bando o para tantos mártires inocentes no involucrados en los conflictos. Poco saben los niños por qué mueren sus padres y a los padres les resulta imposible entender las razones de quienes deciden la guerra y envían a la muerte a jóvenes casi niños. Los derechos de los pueblos y de las comunidades son irrenunciables, porque también son parte de la vida. Pero necesitan de espacios de diálogo basados en la sensatez, la cordura y la pericia de los dirigentes para construir caminos de encuentro y de negociación. Pericia que, si existe, la mayoría de los dirigentes sólo invierten en imaginar y diseñar maquinarias de guerra. No se trata de renunciar a los derechos ni de resignar causas que se consideran legítimas. Pero nada puede justificar una siembra de muerte indiscriminada con el argumento de imponer al otro las razones que la razón no entiende. Menos por los imperios que construyen florecientes industrias bélicas que consumen sus aliados menores en el frente de batalla. Los principales responsables son quienes, con la justificación de imponer sus propias reglas al mundo para “civilizarlo”, hacen gala de su poder ofensivo y devastador. Son los mismos que ayer actuaron, mataron y asesinaron y hoy le piden “cordura” a otros o condenan acciones similares a las que ellos protagonizaron. ¿Tiene memoria Mr. Bush? Son los que justifican la muerte por hambre o por epidemia por razones de ignorancia o incapacidad de pueblos a los que se ha sometido por la fuerza de las armas o por la violencia de la economía durante siglos. ¿Todos conocemos la historia de Africa? El terrorismo, que algunos pretenden ver de un solo lado, está instalado como práctica en la historia política contemporánea. Los terroristas no son sólo fanáticos irregulares. Son también los Estados y los sistemas. Ambos producen muerte. Cuando sólo hay guerra y la muerte impera, se matan las esperanzas de los pueblos de construir su propio destino. Cuando la vida es derrotada, la muerte es la única verdad y los argumentos sobran.

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