EL MUNDO • SUBNOTA
Un grupo de unos 50 palestinos irrumpió ayer por la tarde en la prisión de la ciudad cisjordana de Jericó, controlada por la Autoridad Palestina (AP), matando a seis presos e hiriendo gravemente a otros dos. Testigos del asalto relataron que al menos ocho de los participantes en el ataque vestían uniformes de la policía palestina y que lograron entrar con facilidad en la prisión, donde abrieron fuego contra varios reclusos. Según las fuentes de seguridad palestinas en Jericó, el suceso pudo tratarse de un ajuste de cuentas por disputas familiares, aunque en un principio se creyó que los asaltantes habían matado a presos sospechosos de colaborar con Israel. Las mismas fuentes agregaron que los seis presos abatidos estaban presuntamente implicados en la muerte de dos hermanos de la ciudad cisjordana de Naplusa, Ali y Husam Faraj, que fueron atropellados hace un año por un camión cuando salían de orar de una mezquita. Pero no todo es muerte en Cisjordania. También es el destino de numerosos habitantes del norte de Israel que huyen de los disparos de cohetes de Hezbolá. El municipio de Efrat, una colonia judía de 7000 habitantes, aledaña a la localidad palestina de Belén, acogió a centenares de personas desde el inicio del conflicto, el pasado 12 de julio, quienes creen haber encontrado en esa ciudad un remanso de paz. “Aquí estamos más seguros, por lo tanto hemos propuesto a la población del norte que venga a instalarse con nosotros hasta que termine la guerra”, explicó Hanna Metzger, asesora en la alcaldía de Efrat.
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