EL MUNDO • SUBNOTA › OPINION
› Por Ricardo Forster *
La victoria del Partido Demócrata en las elecciones legislativas parece inscribirse en un proceso cíclico de la política norteamericana. Es una suerte de “autocorrección” del sistema “democrático” estadounidense. Esto ya sucedió en el período de Ronald Reagan y de George Bush padre y en la época de Bill Clinton. A esto hay que agregarle una coyuntura muy particular: la guerra en Irak.
Pero el voto contra Bush no puede verse exclusivamente como un rechazo a la política en Irak. Para el ciudadano medio el voto tiene más que ver con lo concreto, con lo de todos los días, como puede ser el trabajo. No está ligado solamente a la política exterior del país. Se produce en un contexto donde la clase media va perdiendo poder. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres. Los de más abajo ven cómo se van perdiendo los últimos vestigios bienestaristas. Hay que analizar la derrota de los republicanos con cuidado, como una combinación entre factores de política interna y externa.
Tampoco hay que plantearse que la sociedad norteamericana está en contra de Bush. Simplemente se vislumbra que se está llegando a un límite de la política neoconservadurista, de la que Donald Rumsfeld es un expositor. Su renuncia está ligada a este proceso. Podría leerse como un síntoma de una debilidad, de la necesidad de replantear ciertos aspectos de la política de Irak. La dimisión de Rumsfeld muestra que se llegó a una inflexión de una política que se ha agotado, que ha mostrado su brutalidad, incoherencia e irracionalidad. Pero no hay que pensar que se van a retirar del país. No hay que confundir a los demócratas con el partido de la paloma y a los republicanos con los halcones. Hay un consenso entre ambos partidos acerca de la participación de Estados Unidos en Medio Oriente.
Para América latina no va a haber grandes cambios. Siempre se tendió a pensar que los demócratas apoyan políticas más proteccionistas, lo que no favorece a nuestra región. Los republicanos han tendido a ser más globalizadores, lo que fue considerado como perjudicial para los trabajadores estadounidenses. Pero no va a haber grandes transformaciones, ya que en las últimas décadas Estados Unidos ha dejado de tomar a América latina como eje central. Ya no es un espacio visible para la política internacional norteamericana. Lo que sí marcarían estas elecciones es una tendencia hacia un voto más progresista, en línea con las últimas elecciones en Nicaragua, Brasil, Uruguay o Chile. El voto contra Bush puede ser leído así como un reacomodamiento en la región: se marca un alejamiento del dominio abrumador del neoliberalismo.
* Filósofo. Profesor e investigador de la UBA.
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