EL MUNDO • SUBNOTA
Desde su fundación en Río de Janeiro en 1955, pasando por Puebla, Medellín y Santo Domingo, la conferencia de obispos ha aumentado su peso doctrinario.
› Por Washington Uranga
Las conferencias generales de los obispos latinoamericanos son asambleas a las que asisten representantes de los distintos episcopados de la región y que apuntan a establecer criterios y lineamientos de acción comunes para la Iglesia Católica. La que se inicia hoy es la quinta de una serie que comenzó en 1955 en Río de Janeiro (Brasil). Si bien esta primera iniciativa no tuvo mayor relevancia en términos doctrinales, sí determinó la creación del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano), un órgano colegiado de los obispos que ha tenido funciones de asesoría y consulta, pero que ha ido creciendo en importancia e incidencia. También las conferencias generales fueron acrecentando su peso.
La segunda conferencia se realizó en 1968 en Medellín (Colombia) y el propósito manifiesto fue el de actualizar para América latina los avances del Concilio Vaticano II. En ese encuentro fue muy importante el papel jugado por el obispo argentino Eduardo Pironio, quien actuó como secretario general. En Medellín fue clara la declaración de la Iglesia Católica a favor de la “opción por los pobres”, apoyándose en los postulados de la Teología de la Liberación que para entonces comenzaba a desarrollarse. La segunda conferencia tuvo lugar en Puebla (México), en 1979, y a pocos días de designado Juan Pablo II. Toda la preparación de Puebla se desarrolló en un clima de graves tensiones y enfrentamientos internos entre los sectores conservadores, encabezados por el entonces secretario general del Celam, Alfonso López Trujillo, y el presidente de ese mismo organismo, el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider. Pese a las presiones vaticanas a favor de la línea conservadora, el documento final de Puebla puede leerse como una clara ratificación de la opción por los pobres.
La última edición de las conferencias generales se dio en Santo Domingo con ocasión del quinto centenario de la llegada de los españoles a América. En esa ocasión las posiciones estuvieron equilibradas, pero la declaración final de Santo Domingo incluye un llamado a favor de los pueblos originarios de esta parte del mundo y la reivindicación de sus derechos. En el proceso de preparación de la conferencia que se inaugura hoy muchos interlocutores eclesiásticos se encargaron de subrayar que “el debate por la Teología de la Liberación quedó atrás, dando también por supuesto que parte de sus postulados fueron asumidos por la Iglesia en su doctrina habitual y que otros fueron totalmente rechazados. Pero en concordancia con algunas cuestiones que comenzaron a vislumbrarse en 1992, ahora aparece con mucha más fuerza la voz de comunidades católicas insertas en pueblos originarios y surge como alternativa una llamada “Teología Indígena” que postula otra cosmovisión y que, en muchos casos, entra en colisión con la mirada tradicional católica.
Las autoridades actuales del Celam, encabezadas por el cardenal chileno Javier Errázuriz, intentaron llegar a la reunión de Aparecida después de un proceso de consensos entre las diferentes orientaciones y miradas. Pese a ello las quejas sobre la injerencia romana y la falta de participación en las decisiones en la Iglesia de América latina y el Caribe se siguen escuchando a lo largo y a lo ancho del continente. Se esperan tres semanas de debates intensos con resultados inciertos.
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