Mar 10.07.2007

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

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› Por Washington Uranga

Es improbable que Benedicto XVI sintonice el canal Volver. Sin embargo, la carta “Motu proprio data” (“Por decisión propia”), que acaba de dar a conocer para autorizar “el uso de la liturgia romana anterior a la reforma conciliar de 1970”, parece inspirarse en la misma lógica restauradora y nostálgica de esa señal televisiva. Desde ahora los fieles católicos podrán regresar al uso del misal romano promulgado por Juan XXIII antes del Concilio Vaticano II, utilizando la lengua latina. Es el mismo misal, aunque con las reformas introducidas por Juan XXIII y Pío V, aprobado en el Concilio de Trento (1545-63). En tiempos recientes ese misal fue el símbolo más importante de la resistencia esgrimida por el arzobispo francés Marcel Lefevbre y su movimiento tradicionalista para oponerse a las reformas introducidas en la Iglesia por el Concilio Vaticano II. Hecho que también es admitido por Benedicto XVI en la carta que les dirige a los obispos de todo el mundo para justificar su decisión.

La determinación de restaurar la liturgia en latín ya la había planteado Benedicto XVI en un documento anterior y la confirmó el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos en el transcurso de la V Conferencia General de los Obispos de América latina y el Caribe realizada en mayo pasado en Aparecida (Brasil). Que la autorización se ofrezca como “extraordinaria” y argumentando que se trata de una forma de “reconciliación interna” dentro de la Iglesia no le quita trascendencia a la decisión y expresa una voluntad que también se refleja en otros niveles de la práctica y la vida de la Iglesia Católica universal.

En su texto, Benedicto XVI deja entrever con claridad hasta qué punto él mismo no estuvo de acuerdo con las reformas del Vaticano II. “Muchas personas que aceptaban claramente el carácter vinculante del Concilio Vaticano II, y que eran fieles al Papa y a los obispos, deseaban no obstante reencontrar la forma, querida para ellos, de la sagrada liturgia. Esto sucedió sobre todo porque en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel las prescripciones del nuevo misal sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad, la cual llevó a menudo a deformaciones de la liturgia al límite de lo soportable. Hablo por experiencia porque he vivido también yo aquel período con todas sus expectativas y confusiones”, dice Ratzinger en su carta. Y por más que párrafos más adelante sostenga que “no hay ninguna contradicción entre una versión (aquella de Trento reformada) y otra (la actual)” del misal romano, está claro que el gesto tiene el valor de la restauración. El Papa quiere ensanchar las fronteras de la Iglesia Católica y para hacerlo no duda en mirar hacia el pasado y rescatar a los fieles que, según su opinión, se han distanciado porque el catolicismo se renovó. Por eso les recuerda a los obispos que “no faltan exageraciones y algunas veces aspectos sociales indebidamente vinculados con la actitud de los fieles que siguen la antigua tradición litúrgica latina”. Habrá que recordar que hace no mucho tiempo el mismo Papa puso límites muy estrictos para la utilización en la liturgia católica de cantos populares o no estrictamente religiosos y advirtió, entre otras cosas, de la inconveniencia de que los separados y los cristianos de otras confesiones participen de modo pleno en la eucaristía.

Entre otros motivos, la reforma de la liturgia católica estuvo vinculada con la necesidad de adaptar el rito a la cultura y a las tradiciones propias de cada pueblo. La introducción de las lenguas nativas, pero también de los gestos y la simbología arraigada en las tradiciones culturales autóctonas, fue un paso dado para la “inculturación” de la Iglesia desde una perspectiva no eurocéntrica. Es precisamente lo que ahora Benedicto XVI quiere recuperar como parte de su tarea. “Lo que para las generaciones anteriores es sagrado también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser, de improviso, totalmente prohibido o incluso perjudicial”, dice el Papa. En otras palabras: con Benedicto XVI, en la Iglesia Católica universal habrá que sintonizar Volver.

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