EL PAíS › EL OSTRACISMO DE DE LA RUA

Vida de campo

Juega al golf, recibe a algún amigo, está más callado que nunca, vive detrás de un muro custodiado por la policía. Los días de un ex presidente del que hasta los amigos más cercanos dicen que “se tiene que dedicar a otra cosa”.

Por Fernando Cibeira

No puede dejar de sonar paradójico que la quinta de Pilar en la que Fernando de la Rúa pasa sus primeras semanas de ostracismo se llame La Esperanza. Y que el cartel que anuncia el nombre, a un costado del portón de entrada, se esté descascarando, como desesperanzado. Y que Villa Rosa, un suburbio de Pilar que hasta hace muy poquito pintaba como el nuevo centro de poder de la Argentina, sea hoy un bucólico paisaje de quintas en las que se no se ve a nadie y en las que reina un silencio solo alterado por el siseo de las regadoras. Detrás de un infranqueable portón custodiado con doble guardia de policías y cámaras de circuito cerrado, De la Rúa recibe sólo a sus íntimos y apenas disimula el bajón jugando al golf. Mientras, piensa qué será de su vida, ahora que ya fue lo que siempre quiso ser y así quedamos.
De la Rúa resolvió pasar las fiestas en familia escondido en una estancia en medio de la nada, partido de Balcarce, propiedad del escribano Guillermo Fornieles. Recién a mediados de la semana pasada, cuando podía estimarse que la ola de furia de los primeros cacerolazos amainaba, el ex presidente se animó a volver a la quinta, convertida en su principal vivienda desde que vendió el departamento de la calle Montevideo. No obstante, el último fin de semana corrió el rumor que un grupo iba a manifestar frente al lugar de reposo de quien firmó el decreto creando el corralito, tal vez el legado más perdurable de su breve gobierno. La versión provocó un disimulado refuerzo en la custodia de La Esperanza, pero finalmente no pasó nada. Es que hay que estar muy enojado para recorrer los 50 kilómetros desde Buenos Aires, con un último tramo de camino polvoriento saliendo de la ruta 25 hacia mano izquierda. “La gente le va a protestar a los que pueden cambiar su situación. ¿De la Rúa qué puede hacer ahora?”, razonaba un ex ministro.
El jueves pasado en la cuadra de la quinta sólo se veía un móvil de la bonaerense con dos policías, más los dos efectivos de la Federal que se encargan de la garita de la puerta. Los custodios tienen orden de no atender a periodistas y ni se molestan en contestar o ser amables ante cualquier consulta. Si el visitante insiste, se levantan y se van a dar una vuelta hasta que el intruso se aburra. Lo único que corta la paz mortecina del lugar es el ir y venir de camiones que descargan tierra en la tosquera ubicada al final de la calle. Cada vez que pasan, el polvo queda flotando en el aire como si fuera neblina. Justo enfrente de la casa está el country Buena Vista. Adentro no se ve a nadie, salvo cuatro ovejeros que hacen de custodia. Como tantos barrios privados de la zona, el Buena Vista nunca consiguió el ritmo de venta deseado, víctima de la recesión que el hombre que está del otro lado del portón no supo modificar.
Por ahora, De la Rúa no tiene intenciones de hablar, una actitud que para sus amigos es de lo más sensata. “El país está al borde del incendio. Lo mejor es que De la Rúa no hable por un tiempo”, evaluaba el viernes uno de los pocos dirigentes políticos que conversó con él en los últimos días. Si hasta hace unos días la cercanía con De la Rúa era algo de lo que valía la pena jactarse, hoy la mayoría de los integrantes de su entorno prefieren referirse al ex presidente como a un tío lejano de esos que sólo se ven para las fiestas.
Se sabe que De la Rúa conversa con el presidente del Banco Nación, Enrique Olivera, y con el ex canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini. También se supone que con el ex secretario general de la Presidencia, Nicolás Gallo, con el ex presidente de la Cámara de Diputados, Rafael Pascual, con el fugaz ministro de Turismo, Hernán Lombardi, y con el senador José María García Arecha. Pero confirmar los rumores es complicado. Cada ex funcionario cree que los otros sí hablan con De la Rúa pero que él no, que sólo le dejó un mensaje para fin de año. Por ejemplo, García Arecha respondió que no ve a De la Rúa desde el día anterior a su renuncia. “Lamentablemente se había alejado de sus amigos desde hacía mucho tiempo y sólo escuchaba a un grupo de gente”, dijo. Pascual habló algunas veces, más que nada para preguntarle cómo andaba. El ex presidente se interesó por los pedidos de expulsión que impulsan algunos sectores del radicalismo pero que ni el jefe de la UCR, Angel Rozas, ni Raúl Alfonsín están dispuestos a avalar.
Que sea el diputado Leopoldo Moreau uno de los que más insiste con el tema dio pie para que De la Rúa y su entorno vuelvan a la hipótesis del pacto entre el peronismo y el radicalismo bonaerense. Más ahora que Eduardo Duhalde quedó como presidente, que Carlos Ruckauf es su canciller y que el radical Horacio Jaunarena es uno de sus ministros. “Los que piden la expulsión representan a una ínfima minoría partidaria, así que no va a pasar nada”, le transmitió Pascual al ex presidente.
Algunos de los dirigentes delarruistas se hacen eco de la información de que el ex presidente sufrió en carne propia las consecuencias de su corralito con una cifra millonaria, difícil de chequear. La información es llamativa porque unos meses atrás del mismo entorno había surgido la versión que De la Rúa tenía que pedirle prestado a sus amigos para llegar a fin de mes. “No tiene nada que ver: esta plata es del departamento que vendió y de unos ahorros familiares”, explicó uno de ellos. “De la Rúa mucho no cuenta. Si siempre fue parco, ahora está peor”, agregó.
Quien mantiene inalterable su trato cotidiano con el ex presidente es el secretario privado, Leonardo Aiello, también con casa en Villa Rosa. En los primeros y aciagos días posteriores a la renuncia, Aiello fue el encargado de recibir llamados y agradecer saludos en nombre de De la Rúa. Los otros vecinos famosos del barrio también todavía cultivan la amistad con el ex presidente. Por ejemplo, el ex banquero Fernando de Santibañes, que está viviendo en su quinta, ubicada a dos cuadras de la de De la Rúa. Sale a la mañana, con dos custodios privados que lo siguen discretamente hasta la ruta, y vuelve a la nochecita.
Una de las pocas distracciones que por estos días acepta De la Rúa es el golf. El domingo pasado fue a jugar a lo del empresario radical Luis Cetrá, quien tiene su quinta ubicada justo enfrente de la del ex ministro Enrique “Coti” Nosiglia. Cetrá construyó su chalet encima de una lomada, lo que le permite una excelente vista sobre los links en los que De la Rúa olvidó un poco su amargura. El domingo pasado, ni De la Rúa ni De Santibañes fueron a misa a la iglesia de la zona, una costumbre de cuando todavía podían aparecer en público.
Fuera de los amigos de toda la vida, como es el caso del matrimonio Carreras, De la Rúa se refugia en su familia. Ya alejada de su tardía vocación social, Inés Pertiné quitó de Internet la página inespertine.com.ar en la que relataba sus peripecias como primera dama. Como último testimonio de su trabajo quedó escrito que el 11 de diciembre recibió a la mujer del presidente peruano en Olivos.
Si bien la página de Inés ya no está, no debe resultar muy complicado conseguir fotos de Antonio y Shakira en la web. Como desmentida a los maliciosos rumores de separación, Antonio viajó a Colombia para comenzar el año junto a su novia y embarcarse en el world tour en el que la retacona diva presentará su último disco. A Antonio no le va a faltar el tiempo para ser buen novio: si su consultora con sede en Miami y Buenos Aires nunca había terminado de afianzarse en el entorno delarruista, es de suponer que gracias al final del gobierno de su padre el proyecto naufragará. Mientras, el hijo mayor pasea por España, en donde su novia confirmó su enamoramiento al ensayar una defensa de la abortada gestión de su padre, algo a lo que todavía no se atrevió ni el más fervoroso de los delarruistas, si es que queda alguno. Aíto, en tanto, se muestra más compañero. Cada vez que puede va a visitarlo a Pilar, incluso con su novia, Gabriela Vaca Guzmán. El menor de los De la Rúa renunció a su bien remunerado cargo de directo ejecutivo del portal Educ.ar, con el que soñaba conectar a Internet a todas las escuelas del país. Con todo, quienes trabajan junto a él siguen en la oficina que permanece funcionando, con central telefónica bilingüe y todo, aunque en el Ministerio de Educación no hay quien apueste un peso por su continuidad.
La historia reciente demuestra que los políticos tienen gran facilidad para reciclarse y ese es el camino que parecen haber comenzado a transitar los delarruistas que ahora esquivan las visitas a Pilar. Una de las intrigas a resolver es el futuro del ex presidente. “La carrera política de De la Rúa terminó, se tiene que dedicar a otra cosa”, respondía sin dudar un amigo suyo de años. Mientras prepara sus memorias en las que piensa identificar a los culpables de su fracaso, De la Rúa debe pensar también en su futuro y en aquellos que hasta no hace mucho hacían planes para una reelección en el 2003. Como decía uno de sus amigos: “Lo mejor sería que nos dedicáramos a jugar al golf”.

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De la Rúa mostraba su querida casa en los tiempos de campaña. Ahora está prohibida la entrada.
 
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