EL PAíS › LA MUJER QUE EVITó EL ENCUBRIMIENTO DEL HALLAZGO DE CIEN CADáVERES NN EN EL CEMENTERIO DE ESCOBAR
Patricia Achu descubrió un centenar de cuerpos sin identificar. El entonces intendente Patti la presionó para que no lo revelara. Ella hizo la denuncia. Uno de los cadáveres era de Gastón Gonçalves, por cuyo homicidio Patti está procesado.
› Por Adriana Meyer
En las crónicas apareció casi siempre como “la empleada del cementerio”. Su determinación fue esencial en el descubrimiento del cuerpo del militante justicialista Gastón Gonçalves, pero poco se sabe de Patricia Achu, que en agosto de 1996 logró frustrar el intento del entonces intendente Luis Patti de encubrir el hallazgo de un centenar de cuerpos NN en el cementerio de Escobar, entre ellos el de Gonçalves. Esta mujer –49 años, divorciada, dos hijos varones– perdió su trabajo, tuvo que irse de Ingeniero Maschwitz y fue amenazada pero sostuvo sus denuncias. Tras la detención de Patti a fines de noviembre decidió volver a su barrio y ofreció su testimonio en la causa judicial que lo llevó al penal de Marcos Paz. “Sólo quería ayudar a que esto saliera a la luz para que tengan una flor en la tumba que les corresponde”, resumió Achu ante Página/12. “Después de la primera denuncia algunas personas me venían a ver y yo les decía que hablaran, pero tenían miedo. Lo que más satisfacción me da es que esa gente se soltó cuando entró a la cárcel y empezó a buscar a sus parientes”, agregó.
En diciembre de 1995 empezó a trabajar como encargada del cementerio de Escobar, cuando Patti asumió su primera intendencia. Militaba con la línea del justicialista Jorge Landau, apoderado del PJ y en aquel momento aliado del ex comisario. “No simpatizaba con sus ideas, fui convocada por mi trabajo de asistencia social en los barrios y en las salas del hospital”, dice Achu, que es auxiliar de enfermería y estudió medicina hasta segundo año, pero tuvo trabajos tan variados como diseñadora gráfica, supervisora en un geriátrico, operadora de radiotaxi y dueña de un restaurante. “Rechacé ser concejal porque tenía una forma de trabajar muy distinta a la de Patti, el régimen militar no me interesa”, agregó.
–¿Cuándo empezaron sus sospechas?
–Empecé a investigar porque me parecía raro que faltara espacio para nuevas sepulturas y había zonas viejas no ocupadas que no se podían tocar. El cementerio y rentas son los dos lugares de recaudación de la municipalidad. Fui a hablar con el intendente Patti. Y me dijo “eso no lo toques”. A todo esto yo me quería ir porque tenía mucha responsabilidad pero no me dejaban manejarme con libertad. Un día vino un señor a pagar la sepultura de su hermano, y me dijo que lo habían blanqueado en el ’81 pero que antes era NN. Yo ya había visto biblioratos viejos en un galpón que me hicieron sospechar de que ahí había más de un NN. Encontré sepulturas viejas donde veía espacios vacíos, ahí veo que los NN están en los cuadernos. Volví a hablar con el intendente y me dijo: “Terminemos con este tema porque en todos los cementerios hay NN, especialmente de la época del gobierno militar, así que no sigas investigando ni hablando”.
–¿Usted conocía su accionar durante la dictadura?
–Por supuesto, estaba al tanto de que había sido comisario, los problemas que tuvo, los procesos. Y sabía de mucha gente que le tenía mucho miedo, que no hablaban por el temor de que les pasara algo. El vivió en Maschwitz muchos años muy cerca de donde yo vivía.
–¿Cómo fue el hallazgo de los cuerpos?
–Me avisaron que el sector D había quedado libre por una reducción de restos. Lo destiné a una empresa de sepelios. Pero vino el encargado de campo a decirme que no podíamos poner ese cuerpo ahí. Cuando pregunté qué pasó me dijo “¿te animás a verlo?”. Yo estaba acostumbrada, así que fui. Me acerqué a la sepultura y había un cuerpo tirado, con zapatillas y un anillo. Estaba debajo del cuerpo al que habíamos reducido antes. Di orden de cerrar todo y que nadie lo tocara. Patti tenía su gente adentro del cementerio que le informaron. Vino el que me había avisado con una bolsa de residuos de consorcio para llevarse el cuerpo, y me dijo “la orden es que se tire al osario”. Le respondí que las órdenes las daba yo. Mandé tapar la sepultura y les dije que si alguien la tocaba, lo iba a despedir.
–¿Cuándo fue esto?
–En agosto de 1996. Al día siguiente me dijeron que quedaba relevada del cargo por anomalías y un faltante de 90 pesos. Me reí porque con los montos que manejaba no me iba a ensuciar por esa cifra. Les dije que sabía por dónde venía la cosa. Esa noche hablé con mi abogado, Eduardo Ramallo. Fuimos a la mañana siguiente a ver al juez federal de Campana, Osvaldo Lorenzo. Nos atendió enseguida, me preguntó hasta dónde estaba dispuesta a llegar y sólo le mostré la foto de mis hijos, que eran chiquitos. Por mí estaba dispuesta a todo, pero me dio protección de la Gendarmería para mi familia. Llegamos al cementerio el juez, mi abogado, los de Gendarmería y hasta Enrique Sdrech con su coche, parecíamos SWAT, con sirenas y todo. Había que hacer el allanamiento ese día. Le avisaron al intendente y los empleados no querían dejar pasar al juez. Pero les respondió que tenía la orden de allanamiento e iba a hacer lo que le pareciera. Indiqué la sepultura que había identificado, y no habían tocado nada. La abrieron y encontraron el cuerpo. Y luego les mostré que en los sectores W, X,Y y Z eran todos NN. El cementerio estuvo allanado un año, con todos los libros secuestrados y en total se encontraron casi cien cuerpos, dos o tres en cada sepultura. El primer cuerpo que identificó luego el Equipo de Antropología Forense fue el de Gonçalves. En otros sectores reconocieron los de Enrique Tomanelli y del periodista Tilo Wenner. La familia me invitó al entierro de Gonçalves, en el cementerio de Flores, pero no quise ir. Les pedí disculpas pero mi intención no era que esto se politizara, quiero que esa gente tenga una flor en la tumba que le corresponde.
–¿Cómo siguió su vida?
–Me quedé sin trabajo, la suspensión fue de seis meses sin goce de sueldo. Y hasta hoy no cobré nada. Inicié una causa por mi despido injustificado. Me tendrían que reincorporar, mis compañeros me dicen que tengo que volver al cementerio para reivindicar mi posición.
–¿Volvería a ser funcionaria de un intendente pattista?
–No, pero el actual intendente (Sandro) Guzmán se abrió de Pa-tti después de su detención, se unió a Landau.
–Luego de su denuncia, ¿volvió a verlo?
–Un día, mientras estaba trabajando en mi restaurant de Palermo, apareció para pedirme que frenara todo, que nos sentáramos en el despacho a negociar un arreglo para frenar la causa. Les dije que le iba a servir como a cualquier cliente, pero que no negociaba y que no le tenía miedo, más allá de que me tuvieron que poner custodia en la puerta por mis hijos.
–¿Qué causa querían frenar?
–La de los cuerpos, que después se frenó igual por la ley de Punto Final.
–¿Cómo la trataba Patti antes de la denuncia?
–Siempre fue muy déspota para hablar, muy autoritario. Lleva su investidura en el cuerpo, se vale por el arma que lleva en el bolsillo porque no es capaz de defender una causa. Aquella vez le dije “yo no manejo una municipalidad armada”. Una vez cuando, trabajaba en el hospital de Escobar, me agradeció porque le avisé a su esposa del accidente de su hijo. A los 18, cuando trabajaba en La Opinión como diseñadora, salía con el diario bajo el brazo porque era de madrugada y así me justificaba si me paraba la policía. Mis hermanos vivieron más los años del Proceso. Pero yo no lo enfrenté desde la ideología sino porque era lo que tenía que hacer.
–¿Qué otras consecuencias tuvo por ese enfrentamiento?
–Me tuve que ir de Maschwitz porque tenía cerrada todas las puertas, lo mismo que en Escobar. La línea pattista seguía, así que o negociaba o me iba. Me divorcié y me vine con mis hijos a Capital.
–¿Recibió amenazas?
–Cuando tenía un kiosco me llamaban diciéndome que dejara la causa porque iba a terminar mal, que iba a terminar en ese kiosquito para siempre.
–¿Por qué ahora volvió a vivir en Maschwitz?
–Volví hace cinco meses porque me sentí gratificada por lo que había pasado, porque se había hecho justicia. Esta persona no dirige más las cosas, siempre digitó todo y por el poder hubo mucha gente que quedó en el camino. Me siento liberada y puedo volver a mi lugar. Mis hijos tienen su vida social ahí, uno es bombero voluntario, otro juega al básquet en (Deportivo) Arenal. Quiero volver a afianzarme en el lugar. Todos saben en Maschwitz lo que pasó, y se me acercaron personas con ideas muy diferentes al PJ para darme su solidaridad por lo que estaba haciendo.
–¿Qué la motivó a declarar en la causa del juez Suárez Araujo?
–Me comuniqué con los querellantes que estaban interesados en que declarara. Me citaron y dije todo lo que acabo de contar.
–¿Disminuyó el poder de Patti desde que está preso?
–Sí, la gente que trabajaba para él dio un paso al costado. El día que se dijo que salía en libertad fueron pocos los que acudieron al juzgado. Los hizo movilizar pero son cada vez menos.
–¿Temió que fuera liberado? Y en tal caso, ¿teme represalias?
–Nunca tuve miedo, si no no hubiera hecho todo esto. Le debe dar bronca porque él me consideraba de su confianza.
–¿Sabe de más personas que quieran declarar?
–Supongo que en algún momento van a salir a la luz más casos.
–¿Cómo fue el día que conoció a los hijos de Gonçalves?
–Fue muy emotivo, nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me conmovió mucho su historia, que los hermanos se hayan reencontrado... y les expliqué por qué no había querido ir al cementerio con ellos.
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