Dom 22.09.2002

EL PAíS

Alrededor del abstencionismo

El voto, el no voto, la protesta social, las trampas de un sistema que parece resistir todo, la supuesta falta de propuestas, temas de tres reflexiones sobre la cuestión del abstencionismo militante.

SANDRA RUSSO.
Voto bronca

A ver: ¿ha logrado el sistema convertir la rabia que él mismo provoca en el combustible con el que consigue perpetuarse? Si así fuera, vaya tiro de gracia. Ahora estamos hechos puré, pero si esto último se confirmara, estaríamos hechos algo peor. Perdón, porque suena fuerte, pero seríamos algo así como cómplices. A pesar nuestro, siguiendo una inercia ilógica, entrampados y extorsionados, pero la palabra es ésa. Actores funcionales a la fuerza que nos empuja para abajo. Perros rabiosos que se muerden la cola y se autotransmiten más rabia, mientras el oscuro objeto de la rabia brinda en honor a su golpe maestro.
A ver: el sistema se retroalimenta con su propia escoria. Es decir: si de escoria se trata, tiene alimento para rato. El sistema ha logrado un cuadro de situación en el que el “voto bronca” le calza como una calza. Mientras muchos que de ninguna manera aceptan la repetición de la historia enarbolan el gesto de la abstención o del voto en blanco como si fuera el de la dignidad, ese gesto se parece más al paroxismo de la impotencia. El régimen se sumerge en su nube de éxtasis porque advierte (está advirtiendo, no contaba con eso, sucede, es una vuelta de tuerca inesperada, un fruto imprevisto de esta disolución pacífica, un atractivo insólito de la desesperación, un bonus de la inequidad) que los menos perjudicados por el desprestigio de la política son los que peor la han practicado, los que más han abominado de la representación que les fue conferida. ¿No es genialmente perverso y perversamente genial que saquen provecho hasta de la desesperanza y de la bronca?
Los analistas políticos, al pasar en limpio los resultados electorales de Santiago del Estero, afirmaron esta semana que el triunfo aplastante de Carlos Díaz, el delfín de Carlos Juárez, no podía ser correctamente evaluado sin tener en cuenta que el 43 por ciento de los santiagueños no votó. Otros indicaron que la polarización entre el “que se vayan todos” y el “que se queden todos” –los últimos votan el continuismo casi pornográfico del statu quo; los primeros expresan, con su mutis por el foro, que las alternativas opositoras no los representan– debe ser leída como un choque latente entre gruesos sectores de la población. Pero lo cierto es que los santiagueños serán gobernados por el juarismo, y que al juarismo le importa un bledo el eventual choque latente, porque el aparato del Estado permanece en sus manos y con él, también preserva su capacidad de seguir extorsionando a adherentes o acallando a descontentos.
Una encuesta nacional (de Catterberg y Asociados) indicó esta semana que al día de hoy el 27 por ciento de los argentinos optaría por el “voto bronca”. Ya van varias elecciones que Clemente, Sandokan, San Martín o La Mano Negra vienen a decir, saliendo de sobres impugnados, que ningún candidato vale la pena. En l999, cuando todavía la Argentina era un país que coqueteaba con la posmodernidad –es decir, antes de ser reenviado sin solución de continuidad a la colonia y el virreinato–, esa categoría de voto sumó algo más de un millón: hoy se traduciría en casi seis millones. En el ’99, los analistas sugirieron y los políticos prometieron revisar qué pasaba con la representación, la confianza y la credibilidad de los candidatos. ¿Revisaron algo? ¿Se mosquearon? ¿Les quitó el sueño que Clemente fuese más popular que ellos? Claro que no: son completamente impermeables al “voto bronca”. Cuanto más canallas, más impermeables. No sólo eso: en las actuales circunstancias, y después del ensayo santiagueño, cada candidato del PJ debe estar orando para que haya mucha más gente con bronca, porque el “voto bronca” no abarca al aparato, no roza a su clientela, no inmuta a sus punteros: el “voto bronca” es el viejo gesto de dignidad de la progresía destartalada, de la clase media desorientada porque esta vez salió a la calle y no alcanzó, de los jóvenes que han nacido en democracia y la suponen horrible y natural como una caries, de los viejos cansados porque voten a quien voten saben que las cuentas en esta vida ya no les dan, en fin: de mucha gente asqueada con los tipos a los que ese asco, si esto no se revisa, va a beneficiar. ¿Cómo termina esta película? Con toda esa buena gente confirmando la profecía autocumplida.
Hay muchas cabezas quemadas que no entienden qué es eso de la asamblea constituyente. Hay muchos espíritus maltrechos que no aciertan a ponerse de acuerdo. Hay muchas buenas voluntades dispersas, muchos que van para el mismo lado pero en distintos trenes. Y sobre todo, hay mucha, mucha bronca. Cómo impedir que esa bronca sea capitalizada por los peores, por los ladrones, por los canallas, tiene que ser ahora el debate. Cómo convertir esa bronca en astucia y no en cianuro tiene que ser ahora la pregunta. Está claro que no ha emergido hasta ahora, y es dudoso que vaya a emerger, un liderazgo claro, rotundo y evidente que aglutine sin sombras a los asqueados y a los anhelantes. Habrá entonces que desmalezar, discernir, reclamar que los liderazgos reales y posibles se acerquen y se asocien, se atraigan y se apoyen mutuamente en un movimiento colectivo de autodefensa. Habrá que procesar la bronca, tramitarla, escarbarla, para que sea el motor de algo y no la fosa a la que irán a parar nuestros derechos, porque si no lo hacemos ésa será una fosa cavada con nuestras propias manos. Una cosa es perder y otra cosa muy distinta es dejarse ganar. Si no lo hacemos, después, a llorar a la iglesia.



ARIEL H. COLOMBO *.
No hay contradicción

No es ilógico proponer la abstención y simultáneamente organizarse en todo el país para intervenir en las elecciones. La lógica social de la protesta no es contradictoria con la lógica política de la participación si ambas permanecen separadas y diferenciadas. No deben ignorarse pero tampoco mezclarse, de otro modo lo único que lograrán es debilitarse recíprocamente. La protesta social tiene sus ritmos, sus protagonistas, sus recursos y dispositivos. La política tiene los suyos. La peor estrategia es unificarlas.
La radicalidad del abstencionismo para “que se vayan todos” (y no vuelvan) adquiriría mayor fuerza si las agrupaciones partidarias de Elisa Carrió y Luis Zamora se constituyeran en todo el país, en cada lugar, e institucionalizaran una metodología interna de selección de candidatos y para la toma de decisiones programáticas que prefiguren o anticipen el tipo de reformas que proponen para la Constitución. En una palabra, si hicieran los deberes, esos que les corresponden hacer desde el momento que se asumen como partido, y los hicieran con coherencia.
A su vez, la constitución de una alternativa electoral o constituyente saldría fortalecida si el movimiento social, en sus múltiples vertientes y torrentes, llevara a cabo actos de desobediencia civil de leyes o políticas específicas –locales, provinciales o nacionales– tomando en cuenta las exigencias que deben reunir este tipo de acciones, y dejara un poco de lado la protesta puramente callejera.
No hay oposición entre quienes se resisten a convalidar la trampa y quienes intentan organizarse para las elecciones. Participar en uno u en otro flanco no es algo que nadie pueda decidir por alguien, cualquiera puede hacerlo en ambos a la vez o en uno u otro, alternativamente. Pero para que la abstención tenga sentido tiene que haber tanto una fuerza política capaz de gobernar –o de reformar la constitución–, es decir, de relegitimar otro modelo democrático, como una fuerza social responsablemente capaz de quebrantar leyes y políticas arbitrarias por medio de la resistencia activa.
Y hacer bien ambas cosas, con el menor voluntarismo posible, poniendo énfasis y cuidado en los procedimientos, y siempre con una perspectiva de largo plazo, porque encontrar una salida no será fácil ni breve.
* Politólogo.



MEMPO GIARDINELLI.
¿Quién dice que no hay propuestas?

Mientras desde el Gobierno y la mayoría de los medios siguen corriéndonos con la vaina del engaño electoral, y la ciudadanía implementa acciones de resistencia democrática y pacífica, va siendo hora de que enumeremos las propuestas de cambio. Porque suele decirse que no las tenemos, y no faltan los que después de ser tan complacientes con los siempre reciclados Menem, Rodríguez Saá, López Murphy o Cavallo, se dedican a acusar a todos los contestatarios por su “falta de propuestas” o por carecer de “experiencia de gestión”.
Es mentira que no existan propuestas alternativas, como también lo es que los sectores que impulsamos el estentóreo y simbólico “que se vayan todos” estemos carentes de ideas superadoras. Todo lo contrario, y simplemente se trata de repasar las propuestas que desde el Manifiesto Argentino y muchos otros sectores hemos venido desarrollando en los últimos tiempos, por lo menos en lo que va de este año. Ese conjunto de ideas constituye un riquísimo entramado de acciones que la sociedad reclama y para llevar a cabo las cuales hacen falta cambios profundos que sólo una futura Convención Constituyente irreprochablemente elegida podrá garantizar.
He aquí un veloz resumen de esas propuestas:
1 La recuperación de nuestra capacidad de decisión política como país soberano, a fin de garantizar y disponer: a) la indivisibilidad territorial de la República Argentina; b) la suspensión responsable del pago de la deuda externa pública, con análisis y renegociación de la deuda legítima, discriminación de la ilegítima y no estatización de la deuda privada; c) el restablecimiento de una Justicia independiente capaz de garantizar el riguroso imperio de la Ley sin atajos, excepciones o impunidades; d) la inmediata aplicación de planes de salud, educación y previsión social que, por ser asuntos de responsabilidad estatal básica e indelegable, estén al servicio de las mayorías hoy excluidas; e) la sanción de un nuevo sistema electoral que termine con la dictadura de los aparatos partidarios, garantice la transparencia comicial y cuyo financiamiento sea controlado por organismos especiales a su vez controlados en audiencias públicas, y f) la convocatoria a un plebiscito vinculante, previo debate nacional, para decidir acerca de las formas y limitaciones de las futuras representaciones políticas.
2 Entre los muchos planes preparados y/o en estudio, figuran: a) creación de un sistema bancario nacional basado en la cooperación y el interés social, y reorganización del mercado financiero garantizando la libertad de mercado pero estableciendo fuertes impuestos a las transacciones especulativas; b) relanzamiento del Banco de la Nación como entidad estatal para el fomento y sostén de la producción agrícola e industrial; c) recuperación del manejo de todos los recursos naturales, con urgente realización de un Inventario General de Bienes (nacionales, provinciales y municipales); d) proyecto de nuevo Pacto Federal de Coparticipación que sustituya los chantajes entre el gobierno nacional y los provinciales y garantice la proporcionalidad en el reparto de los impuestos federales.
3 En los muchos documentos circulantes en todo el país, hay decenas de otras propuestas que requieren antes decisión política que financiamiento. Por ejemplo, existen planes de generación de empleos genuinos; programas de asistencia a pequeñas y medianas empresas; planes para abolir el perverso entramado de impuestos y requisitos burocráticos que entorpece la generación de empleos; estudios serios para una política de reactivación industrial y, desde luego, está el programa de Seguro de Desempleo que ya propuso y plebiscitó el Frenapo.
También hay múltiples programas de reorganización de áreas estratégicas como Granos, Carnes, INTA, INTI, Vialidad Nacional, Comercio Exterior y Energía Atómica, entre otras. Y hay planes serios para defender a los pequeños propietarios agrícolas, a quienes sólo hay que garantizarles precios sostén y las mismas políticas de subsidios que se aplican en los Estados Unidos y Europa, con el doble objetivo de estimular la producción y favorecer el arraigo.
Y hay más propuestas aún, tanto para renegociar los contratos con las empresas de servicios públicos privatizados como para la modernización del Sistema Aduanero y hasta para la reformulación del papel de las Fuerzas Armadas. Hay proyectos para un nuevo sistema impositivo con eficaces mecanismos de control y asegurando la equidad fiscal basada en el principio de que deben pagar más quienes más tienen y más ganan, y no faltan planes de viviendas, de protección del medio ambiente, de urgente desarrollo de la Patagonia y de recuperación y control responsable de las riquezas del Mar Argentino.
Es lógico que insistan en poner en duda la existencia de todo esto. Y lo es porque para que estas propuestas se lleven a cabo –y esto es lo que verdaderamente quiere el pueblo argentino– tendrán que irse todos, tanto los que nos colocaron al borde del abismo como sus propagandistas, sea que estén después de hora o en horas clave, sea que se muevan en ámbitos financieros o anden siempre adorando las caras de alguna gente.
No queremos que sigan los que están ni que retornen los que ya estuvieron. Los ciudadanos de la democracia participativa que está alumbrando no lo permitiremos. Con desobediencia civil y no-violencia activa, denunciando las trampas y deslegitimando sus intentos de perpetuación, a la larga los vamos a desplazar. Porque no sólo tenemos muchas ideas y propuestas, sino que éstas son mucho mejores que la basura de “Modelo” que administraron y gozaron, precisamente, todos los que ahora queremos que se vayan.

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