Dom 15.06.2008

EL PAíS  › HUBO PROTESTAS EN LAS CALLES PORTEÑAS

Una tarde de cacerolas

Las manifestaciones a favor del campo se repitieron en varios barrios de la Capital Federal. En Callao y Santa Fe eran pocos y ni siquiera llegaron a cortar la calle.

› Por Diego Martínez

Santa Fe y Callao. Atardecer frío. Una cincuentona le tira los pelos a otra. Le arrastra con furia la cabellera roja. Varias insultan. “¡Denle la espalda!”, proponen. La colorada se aleja.

–¿Qué pasó? –pregunta el cronista, recién llegado.

–Es paraguaya. Preguntó por qué cortábamos la calle. ¿Por qué no se va a Paraguay?, le dijimos –explica una mujer, vincha celeste y blanca.

Todos tocan bocina. ¿Señal de apoyo? Ninguno frena. Hay treinta personas de un lado y veinte del otro. No hay cacerolas de teflón.

–El Gobierno quiere generar caos. Es autoritario. Hacen todo para reprimir y mandar a la gente en cana –cuenta un hombre de 40 años.

–Reprimieron –dispara el cronista.

–¡Claro! A De Angeli.

–¿Hubo heridos?

–No.

–¿Los golpearon?

–No. Subieron a 19 a un camión. Ya los liberaron.

Los hijos de los campesinos no vinieron. Edad promedio: medio siglo. Dos carteles: “Basta de odio, Cristina” y “Alí KK y sus 40 ladrones”.

“Son desastrosos. Les sacan la plata a los campesinos”, explica una anciana, setenta largos, tapado de piel, varias capas de pintura.

–¿Les sacan porque son ricos? ¡Si son ricos que lo disfruten! Las retenciones son inconstitucionales, tengo hijos abogados. Fernández dijo que no iban a lastimar a nadie y Gendarmería lastimó a un montón de gente, mujeres, chicos. ¡Son todos montoneros!

–¿Recuerda una represión semejante?

–Sí, cuando se fue De la Rúa.

–En 2001 hubo decenas de muertos.

–El problema es que acá se oculta todo, hijo –explica.

–¿Salió a la calle en 2001?

–No, mi marido no me dejaba. Pero ahora soy viuda –celebra.

Su compañera interviene. “Soy jubilada, fui empleada pública. Esta mujer odia al pueblo. Lo explicó el cura en lo de Grondona. ‘El Gobierno necesita una figura maternal’, dijo. ¿Vos sos periodista?” El cronista asiente. “¡Odia a los periodistas! Lo veo por la televisión, porque ni diarios leo –confiesa–. Menem robaba pero era vivo, compraba casas. Esta habla del marido... ¡Hace quince años están separados! Y tiene un montón de amantes. ¿Por qué creés que la hija no la quiere? Mirá la chilena. Le mataron al padre y fue al velorio de un general. ¿Sabías que a las viejas les dan una subvención?

–¿A las Madres de Plaza de Mayo?

–Sí, esas que tienen los hijos en Francia. Las tienen de idiotas útiles. Y ese D’Elía, ese Moyano, tipos de baja estofa...

–¿De Angeli?

–Es un gringo bruto pero va a convertirse en líder –vaticina.

–No entendí la mención a la presidenta Bachelet.

–Acá los milicos ni ropa tienen –señala a dos policías. Hablo de estos. A los otros, los militares, no los entiendo. No viví la época agresiva, estaba en San Juan.

La amiga la interrumpe. “Yo viví acá y ojo: lo del triunvirato fue tremendo”. Luego mira al cronista:

–Estos no son peronistas. Son kirchneristas.

–¿Le gustaba el peronismo?

–Noooooo. Pero éstos son terroristas. ¿La gente que mandan de-saparecer (sic) y no aparece? Nelson Castro, gran periodista, dijo que Kirchner es el hombre más rico del país. ¡Mírelo! Mire a Grondona, al Tata Yofre, los viajes que hacen –redondea Bicha, que accede a dar su apodo. La señora del tapado, pese a que enviudó, no da su nombre.

Rubén, 35 años, empleado de una empresa, cuenta que salió “por la soberbia, el autoritarismo. Esto parece una tiranía. Le meten la mano en el bolsillo a la gente, tengo familia en el campo. No tienen una política económica, no hay inversión pública, no dan planes sociales, lo único que hacen es el tren bala. ¿Qué hacen con la plata?”.

“Estoy acá porque soy profesional y vivo muy mal –explica una joven médica–. Y te aclaro que no tengo una hectárea. La Presidenta dice que representa a todos, pues entonces sepa que lo hace muy mal. El 80 por ciento acá no somos del campo, hacé un sondeo.” El sondeo coincide.

“Aunque lo intenten, el campo y la ciudad siempre unidos por Argentina. ¡Viva el campo!”, dice el cartel. Arriba, dos veinteañeras y su madre.

–¿Del campo o de la ciudad?

–No es nuestro –se atajan las estudiantes de la Universidad de Palermo.

–Soy de Bahía Blanca –cuenta la madre–. Salimos a comprar el regalo del Día del Padre y, bueno, aquí estamos –sonríe.

–¿Solidaridad con el campo?

–La Presidenta dice que ganó por el cincuenta por ciento de los votos, ¿pero no debe gobernar para todos?

–¿Siente que no gobierna?

–Bueno, vine por la ruta, hay montones de cortes.

Dos muchachos pintaron su combi: “Viva la Patria. Basta Cristina”. La multitud se redujo de cincuenta a veinte personas. El cronista pega la vuelta. Desde una publicidad de Caras y Caretas, Julio Cortázar tira un guiño: “El campo es ese lugar donde los pollos se pasean vivos”.

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