EL PAíS › LA DETENCION DE ALFREDO DE ANGELI Y OTROS PRODUCTORES RURALES EN GUALEGUAYCHU
La asamblea matutina. El avance de la Gendarmería y las detenciones. La manifestación de los vecinos de Gualeguaychú. El agradecimiento “al pueblo argentino que salió a las rutas para pedir la libertad”. El aviso de que la protesta sigue.
› Por Alejandra Dandan
Desde Gualeguaychú
Nadie imaginó el desenlace. Como estaba previsto, los ruralistas volvieron a las 9 de la mañana a la ruta 14 para decidir qué iban a hacer con el corte. Eran un puñado, unas treinta personas. La Gendarmería les avisó que había una orden de desalojo y se puso adelante para rodearlos: “¡No vamos a irnooooooooos!”, gritaron y se sentaron como orugas humanas dispuestas a todo. Al cabo de dos horas, cinco unidades de la Gendarmería Nacional lograron abrirse espacio en la ruta a fuerza de golpes y garrotazos para ganar el terreno. Detuvieron a 19 productores, entre ellos al mediático Alfredo De Angeli. Se los llevaron en medio de la protesta al juzgado federal de Concepción del Uruguay. “Quisiera agradecerle a todo el pueblo argentino que salió a las rutas para que nos dieran la libertad”, dijo De Angeli, por la noche, ya de regreso. Y añadió: “Hay sectores del Gobierno que estaban previendo esto, que vayamos presos, pero nosotros no tenemos que ser los culpables de que no haya paz en el pueblo. La protesta nuestra va a seguir firme, no queremos disturbios, pero no vamos a abandonar. La protesta va a seguir”.
La “fuga del héroe” arrastró marchas y manifestaciones. Gualeguaychú se recalentó. Daniela, una maestra primaria, dejó su casa después de mirar las primeras imágenes de la tele. Como ella, sus vecinos se sumaron a la procesión que tocó las puertas de la casa de gobierno local para pedir la liberación de los detenidos, lo que sucedió horas más tarde.
“¡Nos parece imposible todavía estar acá después de 95 días!”, decía una de las mujeres. “Nosotros somos como los lagartos –explicó su marido–: nos vamos a comer la grasa, pero no vamos a levantarnos.”
El viernes a la noche las cosas no eran como parecían. Cuando el Gobierno nacional anunció en Buenos Aires la liberación de las rutas, Gualeguaychú dejaba sus barricadas a regañadientes. El puesto estaba lleno de ruralistas y camioneros parados. Los autoconvocados. Aquellos que no querían salir el viernes de la ruta pero que aceptaron la retirada. No como una tregua, sino como un alto. Como lo fueron haciendo hasta ahora cada día a las siete de la tarde por seguridad, pero dispuestos a volver al día siguiente.
Alfredo De Angeli también ayudó en esa decisión. Según Jorge, uno de los transportistas, el viernes les recomendó que se vayan de la ruta pero les pidió que se mantengan atentos. Que lo “aguanten” hasta las nueve de la mañana, que a esa hora iban a hacer una asamblea, que iban a decidir qué hacían y porque todo se podía “pudrir”.
A la mañana temprano, eso parecía difícil. Sólo la presencia de los primeros gendarmes que aparecieron en la entrada de Gualeguaychú aportaba un indicio. El jefe de la División de Gendarmería de Gualeguaychú, Claudio Kaczmar, encargado de negociar con los dirigentes, llegó al puesto temprano y en sus manos llevaba la explicación de lo que estaba pasando: una resolución del juez federal Guillermo Cuadrini, de Concepción del Uruguay, que les daba la orden de desalojar. Kaczmar blanqueó la situación:
–¿Que les dijo? –preguntó PáginaI12 a los dirigentes agrarios.
–Que llegó la orden de desalojo.
–¿Cuánto tiempo les dio?
–Dos minutos.
–¿Qué van a hacer?
–Quedarnos.
La primera decisión del piquete fue casi invisible. El grupo todavía reducido de hombres que por la mañana se levantaba para ir a la ruta, se puso a un costado para controlar el paso de los transportadores de cereales. Sólo cuando Gendarmería se acercó un poco más, el corte avanzó sobre otra parte del tránsito: para detener esta vez a los camiones de alimentos y de combustibles que volvían del interior a Buenos Aires para llenar las góndolas de los supermercados. Todavía circulaban micros y autos particulares, pero eso bastó para fogonear a los Gendarmes. Lentamente, un grupo empezó a rodear a los ruralistas, que decidieron tomar definitivamente la ruta. Se sentaron. Los gendarmes, entonces, los cercaron. Primero hicieron un anillo. Intentaban sacarlos de la ruta de a poco; al comienzo, sin el ejercicio de la fuerza. En ese momento, Kaczmar se metió dentro del cerco. En voz alta leyó la orden del juez ante ellos y ante las cámaras.
–¡Pero, mogólico, pará! –gritó uno, en la ruta. Un camión de leche buscaba a esa altura un lugar para salir adelante. Rápidamente, la ruta se fue tapando. De nuevo. El corte como un tapón sin oxígeno metía presión para atrás y adelante.
–¡Pará! –volvieron a decir– ¡Si encima ésa es la leche que te está subsidiando el Gobierno! ¡O no ves que acá están tus verdaderos compañeros!
Con la Gendarmería en las espaldas, detrás de ese cerco tramado hombre a hombre, cuerpo a cuerpo, los ruralistas lograron dar algunos pasos durante unos momentos. La transmisión de los canales de televisión con ese vivo en constante agitación y los mensajes de texto disparados desde los celulares lograron que se acercara más gente. Pusieron tractores. Cruzaron una herramienta. Levantaron una piedra. Asomaron a un caballo a la vera de la ruta. Los uniformados forcejearon dentro del anillo, y empezaron a sacarlos de a uno, levantándolos desde el piso. Ese fue el primero de los dos avances de la Gendarmería durante el día.
Cuando volvieron, formaron dos filas de dos y tres hombres. “Yo no sé si me van a meter presa –decía una mujer–. Pero les grité a los gendarmes: `Nos robaron el petróleo, ahora nos quieren robar la tierra, y al pequeño chacarero se lo quieren llevar preso`”.
Los gendarmes intentaron negociar con los dirigentes como con De Angeli y Rubén Villalba. De Angeli les pidió en un momento, quince minutos. “Tal vez esto tenga que ser, de parte nuestra, un acto de grandeza –les dijo–-. Pero si nos quedamos acá tenemos que estar dispuestos a lo peor. ¿Estamos preparados?”, preguntó. “Pero no me digan que sí, a ver, esperen: ¿estamos preparados para lo peor o nos vamos cinco minutos de la ruta y volvemos después?”
Cuando Gendarmería los agarró, se desató la protesta. En la ruta sonaron las bocinas de los tractores como convocando a una guerra. Los gendarmes se alinearon y avanzaron de frente. Les cruzaron gomas con fuego y una máquina del campo. Prendieron un tractor para embestirlos mientras delante y detrás se desataba una pelea con golpes en la cabeza, contra el piso. No hubo gases ni balas. Un camión hidrante apagó el fuego.
Con De Angeli también quedaron detenidos los dirigentes Juan Ferrari y Raúl Sobredo, Ignacio Maggio, abogado, y Emilio Cocaro, otro de los productores del piquete y parte de los referentes más importantes. A esa altura, la ruta cortada también impedía el paso de los vecinos de Gualeguaychú que buscaban sumarse al corte.
“Y ahora ella se va a tener que ir este fin de semana”, decía una mujer, a la vera de la ruta. “No es estúpida, es soberbia y eso no es lo último: está en contra de la dictadura, pero está haciendo lo mismo”, reclamaba como si una instancia y la otra fuera lo mismo. Pero es que de eso sobraba en la ruta. El signo de los tiempos donde quienes critican al Gobierno se encargan de llamarlos montoneros.
“¡Paraná se está levantando! –decía uno–. Acá hay gente de Urdinarrain y de Larroque! Y dicen que están entrando a la municipalidad.”
Ante el avance, la Gendarmería se replegó, vencida. Pero detrás de escena, existieron negociaciones con el juzgado de Concepción del Uruguay y la mediación del intendente de Gualeguaychú, Juan José Bahillo, y del diputado Emilio Martínez Garbino para acelerar la retirada de la fuerza. Carlos Marcó, un abogado de Concepción, tomó a cargo la defensa de los detenidos y a las 17.50 anunció la liberación. A esa altura los manifestantes se reunían en la puerta del juzgado a modo de presión.
“Quisiera agradecerle a todo el pueblo argentino que salió a las rutas para que nos dieran la libertad”, dijo De Angeli ya de regreso, en un taburete en medio del corte. “Agradecerle a la gente que quería entrar adentro de la Gendarmería. Lo que queda claro es que le demostramos que somos un pueblo pacífico, no estamos atrás de ningún golpe de Estado”. Luego pronunció su párrafo más importante: “Hay sectores del Gobierno que estaban previendo esto, que vayamos presos, pero nosotros no tenemos que ser los culpables de que no haya paz en el pueblo. La protesta nuestra va a seguir firme, no queremos disturbios pero no vamos a abandonar. La protesta va a seguir. Nosotros vamos a seguir hablando y pidiendo”.
Y siguió: “No somos violentos. Llevamos casi 100 días de protesta y no dieron señales. Y todavía dicen de esto no se habla más. Así que, señores legisladores nacionales, el pueblo se levantó, el país entero se levantó. Si quieren la paz social pónganse al frente de sus pueblos en cada provincia. Este problema no está solucionado así que no sé cómo vamos a seguir en protesta”.
A la noche, la asamblea continuaba en el corte de la ruta 14.
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