EL PAíS
› LA OBRA SOCIAL PARA FABRICAS TOMADAS EN LA CLINICA QUE OPERAN LAS ASAMBLEAS
Gratuita, para todos y autogestionada
Hace un mes, dos asambleas de Flores entraron a una clínica abandonada y la encontraron intacta y con sus equipos y muebles. Pensaron en hacer un centro de salud y darles cobertura médica a los trabajadores de empresas recuperadas. El apoyo fue tal que en dos semanas puede empezar a funcionar el sistema médico autogestionado.
› Por Irina Hauser
La idea suena utópica. Pero 61 fábricas autogestionadas y un grupo de asambleas populares se juegan a hacerla realidad. Hace dos semanas un grupo acababa de instalarse en una clínica abandonada de Flores, donde encontraron todo tipo de instrumental intacto e imaginaron que desde allí podría funcionar una obra social para los trabajadores de las empresas recuperadas y un centro de medicina preventiva para el barrio. El proyecto ya tiene forma y contenido y trabajan en él 186 profesionales de la salud de manera solidaria. “El eje es atender y mejorar la salud, partiendo de la modificación real de las condiciones de trabajo, algo sólo pensable a partir de estas experiencias donde el dueño de la producción es el propio trabajador”, explica el médico sanitarista Jorge Heuman, quien trazó la base de la propuesta junto con Alicia Montoya, docente y asambleísta de la zona. Si sus cálculos no fallan, dentro de tres semanas varios equipos médicos irán a las fábricas para elaborar las primeras fichas de salud del personal.
El último fin de semana de agosto dos asambleas de Flores decidieron recuperar el edificio de la Clínica Portuguesa, que llevaba seis años cerrada, para darle un uso comunitario como vienen haciendo otros caceroleros en distintos barrios. Cuando entraron al lugar, en Gavilán 537, quedaron anonadados: encontraron un centro de salud íntegro, con sala de terapia intensiva equipada, máquinas de rayos X que funcionan, respiradores artificiales, habitaciones con camas de primera calidad, entre otras cosas. Varios médicos se acercaron espontáneamente, aconsejaron y supervisaron el instrumental. Y de un encuentro con el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas nació, al principio como una fantasía alocada, la de montar una obra social. Desde entonces, asambleístas y trabajadores pasan días y noches trabajando en acondicionar el lugar y avanzar en dar una cobertura de salud adecuada. Los beneficiarios serán unos 8000 integrantes de 61 fábricas autogestionadas de Capital Federal y en el primer y segundo cordón del Conurbano.
Alicia, de 41 años, pelo negro largo y vestido con flores de colores, tuvo otra sorpresa cuando apareció tocando el timbre que cuelga sobre los ladrillos de la fachada un visitador médico del laboratorio Temis Lostaló, quien iba a ofrecer medicamentos con un descuento del 40 por ciento. Más allá de los intereses que el hombre –que terminó relatando los grandes disgustos de su oficio– defendía, para ella su presencia indicaba que la aún virtual obra social gozaba de credibilidad por fuera de los movimientos sociales que la impulsan.
Una prueba más contundente aún fue la concurrencia de cerca de 200 trabajadores de la salud a la primera reunión, hace dos miércoles, convocada para delinear un plan de acción. En una encuesta dijeron estar dispuestos a trabajar ad honorem al menos un tiempo. Ese día concurrieron además 24 de los 36 ex empleados efectivos de la vieja clínica, entre quienes hay enfermeros, técnicos y administrativos, que resolvieron integrarse y apoyar el pedido de expropiación del lugar. Todas estas personas están repartidas en comisiones que elaboran borradores del posible nuevo funcionamiento. Heuman –especialista en experiencias comunitarias de salud y ex director de hospitales y obras sociales– fue convocado para que trazara junto con Montoya una suerte de proyecto madre que se complementará con los demás, se debatirá y se someterá a votación. Un concepto central, explica el sanitarista, es el de “llevar la salud a la fábrica”. La clínica en sí misma funcionará como base donde la atención se irá complejizando con el tiempo. Heuman cree estar ante la posibilidad de una experiencia única. Eso es lo que lo mueve, dice, a dedicarle tiempo entre sus propios pacientes y sus horas como auditor. “El trabajo autogestivo en las fábricas abre una perspectiva inédita para la salud. Al no mediar las patronales, los trabajadores son los dueños de este proyecto de salud en la medida en que se apropian de sus condiciones de trabajo y pueden actuar sobre ellas. La gente ya no se enferma solamente por cuestiones de higiene y seguridad en el trabajo. Hoy también enferman el maltrato, la humillación, la polifuncionalidad, el miedo a perder el trabajo. Muchos no van al médico porque las patronales les prohíben faltar o porque no tienen dinero para el viaje. Todo eso hay que modificar”, señala el sanitarista.
–¿Qué servicios concretos ofrecerán para que eso cambie?
–Para comenzar, irán uno o más equipos integrados por un profesional médico, un enfermero/a y expertos en higiene y seguridad. Esto se hará en varias etapas (ver aparte) que incluirán la confección de una historia clínica y un chequeo. Los análisis básicos se harían allí mismo. Las empresas se van a constituir, además, en lugares de prevención, un aspecto que mejora la salud y baja costos. Se pondrá el acento en programas para atender enfermedades prevalentes como hipertensión (actualmente sólo 12 de cada 100 hipertensos reciben correcta atención), diabetes y obesidad. Dentro y fuera del horario laboral habrá actividades para mejorar, por ejemplo, problemas posturales asociados al trabajo y habrá talleres para atender problemáticas de salud mental. La intención es que haya delegados de salud que sean nexos entre el programa y las necesidades reales de los trabajadores.
–¿Podría ejemplificar situaciones que diferenciarían a esta obra social de las otras?
–Actualmente, un trabajador tiene por ley un control médico anual, que en realidad suele utilizarse para descartar personal. Incluso nunca se les entrega a ellos los resultados de sus propios análisis. A mi entender, una mejor atención y prevención redundarán en una mejor producción. Queremos realizar acciones concretas hacia la producción y el modo en que la gente trabaja. Si un trabajador necesita ver a un traumatólogo, ese especialista iría a atenderlo a la fábrica y evaluar sus condiciones laborales. Quizá su malestar tiene que ver con la posición o la máquina en la que trabaja, y eso es lo que deberá cambiar. Pensamos también en un día de internación en la clínica, donde el enfermo no esté atado a la cama sino que pueda ir a talleres creativos que funcionan motorizados por las asambleas barriales.
A pulmón
Si nada serio altera sus planes, los cálculos de Montoya y Heuman indican que en unos 20 días se podrán inaugurar los consultorios externos y mandar los primeros equipos de salud a las empresas. Ellos estiman que los costos serán un 40 por ciento inferiores a los de cualquier obra social. Algunas de las ideas que estudian para optimizar el funcionamiento se orientan a facilitar el acceso a la salud. Alicia ejemplifica: “En lugar de darles a los trabajadores una receta para que se hagan anteojos, llevarles el anteojo hecho al costo. En cuanto a medicamentos, daremos genéricos en lo posible sin costo, cuya calidad será testeada en la Facultad de Farmacia (UBA). Un equipo de la Facultad de Ciencias Exactas ofreció, además, armar un programa de computación para hacer un seguimiento paciente por paciente de todos sus tratamientos. Se trataría de hacer los estudios posibles en la fábrica, como electrocardiogramas y quizá extracciones de sangre”.
–¿Cuáles serán las fuentes de financiamiento?
–Varias. Se usará el excedente de las fábricas, se están armando grupos de apoyo económico en Europa y ya hemos recibido ofrecimientos por e-mail. Pero, además, se pedirá financiamiento al gobierno nacional y porteño. Una posibilidad es pedirles el porcentaje de 4,5 que habitualmente aporta la patronal pero que en este caso no existe. Este proyecto no busca sustituir la responsabilidad del Estado en salud, que es indelegable.
–¿Qué es lo que garantizará la continuidad?
–En el aspecto económico, estamos tranquilos porque la parte más masificante del proyecto, que es la de prevención y atención primaria, es la más económica. Incluso algunas cosas que faltaban para empezar, como dos auto-refractómetros (para diagnosticar problemas visuales) ya están apareciendo. Siempre hay alguien que dona o presta. Quizá de lo que más dependemos es de que los trabajadores se apropien del nuevo sistema y se animen también a modificarlo.
–¿Los profesionales de la salud que se integren cobrarán salarios?
–Para empezar son bajas las chances de que eso ocurra, pero a medida que las fábricas vayan funcionando y se junte plata se empezará a pagar. Los primeros en cobrar serán el personal de limpieza y de enfermería, quienes probablemente no tengan otro trabajo.
–¿Qué frentes legales aún deben sortear?
–A la jueza Silvia Díaz que lleva la vieja causa por defraudación, se le pidió la guarda de la clínica. Mientras tanto, mantenemos conversaciones con los antiguos miembros de la Portuguesa, que por lo menos escuchan. Y esta semana ya se presentará, quizá lo haga el ARI, un proyecto de expropiación en la Legislatura porteña.
El otro pilar de este plan de salud es el que lo vinculará con los vecinos de la zona donde está ubicada la clínica. “Pediremos al Gobierno porteño la habilitación de un vacunatorio oficial y que ellos aporten las vacunas. Y habrá un servicio de enfermería general permanentemente a disposición”, anuncia Alicia. “Mientras tanto, seguimos discutiendo los alcances de todo esto para el barrio. Lo que está claro es que se implementarán acciones de prevención. Los cursos de formación serán compartidos entre trabajadores de las fábricas y vecinos de Flores. Nuestra intención es que a la larga exista un promotor de salud por manzana”, añade.
Además de informar para la prevención puntual de enfermedades, los agentes barriales de salud se encargarían de informar sobre los servicios de los hospitales de la zona y de avisar a cada familia quién es el médico de cabecera que le toca a través del sistema de la Ciudad. “Mucha gente no sabe que tiene ese servicio –continúa la asambleísta–. Supervisaremos, además, que sea bien atendido. También organizaremos la demanda en salud, esto es, si a un vecino no le quieren dar un turno en un hospital del área en un plazo razonable, la asamblea se encargará de acompañarlo en su reclamo.”
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