Sáb 18.10.2008

EL PAíS  › PANORAMA POLíTICO

Recesiones

› Por J. M. Pasquini Durán

Winston Churchill, Charles De Gaulle, John Fitzgerald Kennedy fueron líderes en el siglo XX de Occidente cuyas opiniones determinaron sus respectivas épocas. Hoy no existen figuras equivalentes, tal vez por la resaca de varias décadas de antipolítica o, si se prefiere, de idolatría de mercado. En América latina puede evocarse también una nómina de personalidades sobresalientes del siglo pasado que no tienen semejantes actuales. El último de esos notables es Fidel Castro, anciano y enfermo, emblemático de glorias pasadas, pero el presente y el futuro están vacantes. En los tiempos que corren, preñados de incertidumbres y zozobras, esas ausencias se notan más que nunca, aunque sea porque hace falta afirmar un ancla para resistir estas épocas de enorme volatilidad. El derrumbe financiero mundial, que no cesa pese a las gigantescas dosis de tesoros estatales empleados para el rescate en casi todo el planeta, amenaza con arrasar las convicciones que habían sido instaladas en las últimas tres décadas como el cuerpo del pensamiento dominante. En la última década de la centuria pasada el mundo vivió la implosión de la Unión Soviética, con todo lo que significaba, y antes de que concluyan los primeros diez años del nuevo milenio se desploma el mayor símbolo del capitalismo victorioso, el sistema financiero “globalizado”. De un bando y del otro, por el momento, las nostalgias son mayores que las certezas.

En la víspera, las conmemoraciones del 17 de Octubre, una fecha que no era más que una anotación de almanaque partidario en los años anteriores, fueron encabezadas por la presidenta Cristina y su marido, Néstor, titular del PJ, aunque en mitines diferentes, a lo mejor para que cada uno pudiera desplegar su talante sin opacar al otro. Fueron los actos más importantes, pero no los únicos, ya que tampoco existe un solo peronismo. La dedicación de los Kirchner, peronistas de siempre, llama la atención porque durante el primer mandato y en los meses inaugurales del actual cualquiera podía notar el esfuerzo oficial para lanzar sus convocatorias más allá de los límites “pejotistas” y, por lo tanto, las casi inexistentes apelaciones a la liturgia de partido. En su discurso de ayer, la presidenta Cristina honró el significado peronista del 17 de Octubre y, con entusiasmo, proclamó que la fecha ya pertenece al patrimonio nacional, una afirmación que estremece al antiperonismo.

Néstor K., en su acto entrerriano, reincidió en la convocatoria a todos los que están dispuestos a respaldar el proyecto político y económico del Gobierno, al que exaltó en contraste con los problemas mundiales, aunque esta vez no le puso nombre a esa confluencia y reivindicó a Perón, a Yrigoyen, a Alfonsín, con el mismo énfasis con que condenó a los “desleales” de este tiempo. Desde la idea inicial de la “transversalidad” hasta la última de “convergencia” o “concertación”, el proyecto político asentado en la Casa Rosada en 2003 prometía la conformación de una corriente multipartidaria y plurisocial de centroizquierda, al tiempo que alentaba para el equilibrio del sistema la integración de una coalición de centroderecha. La última expresión sobresaliente de la mentada convergencia fue la integración de la fórmula del Frente para el Victoria (Kirchner-Cobos), que se despistó cuando el titular del Senado desempató la votación por las retenciones a la exportación agrícola en contra del proyecto de Gobierno, tras 120 días de confrontación con la Sociedad Rural y sus aliadas de la Mesa de Enlace. Con ese “voto no positivo” Julio Cleto Cobos ganó notoriedad en los ambientes hostiles al gobierno K, sobre todo en la derecha, aunque hoy en día, debido a la brusca caída de los precios internacionales de las materias primas, los productores que hacen números comprenden que esas retenciones más los beneficios incorporados al proyecto en Diputados le hubieran significado una buena ganancia. Claro, nadie esperaba la hecatombe financiera, tampoco los autores del proyecto fracasado, que llegó después del conflicto, de la votación legislativa y bajó el precio de la soja de 600 a 300 dólares la tonelada, en números redondos.

Hay que reconocer también que la reorganización política bipartidaria en dos grandes corrientes, a la manera europea, no avanzó sólo por causa exclusiva de los vaivenes gubernamentales sino porque el sistema de partidos, repudiado en las calles a fines de 2001, aún no logró reponerse ni mucho menos proponer una opción más atractiva que la del peronismo, pese a que en algunos casos está reducido a la condición de aparato de poder y clientelismo electoral. La evidencia más obvia de esa impotencia fue puesta a prueba con el desastre financiero internacional, cuyas consecuencias en la “economía real” ya es visible en Estados Unidos y otros países industrializados y comienza a manifestarse en toda Sudamérica. Quiebras, licenciamiento masivo de mano de obra, parálisis industrial y todos los demás síntomas de una recesión económica abierta y frontal, que por ahora en el país aparece como un “enfriamiento” de su ritmo de crecimiento. Con todos esos datos en la mano, la oposición parlamentaria no ofreció ninguna iniciativa para concertar un plan de prevención en el país, como si el fracaso del Gobierno fuera la única alternativa para ganar las próximas elecciones.

Por su lado, las autoridades del Estado están avanzando con algunas iniciativas que han satisfecho a los voceros más que moderados de la economía, incluidos algunos gurúes de la derecha, mientras que los simpatizantes de centroizquierda se preguntan hasta dónde empujará la crisis en contra de las políticas públicas de sensibilidad social. La presidenta Cristina repite en sus discursos cotidianos que la producción y el empleo serán defendidos con el entusiasmo de siempre, pero “la realidad es la única verdad” aseguraba Juan Perón, destinatario central de la movilización popular de aquel octubre de 1945. Por lo pronto, como es lógico, cada sector trata de proteger sus propios intereses: el superávit fiscal el Gobierno, el dólar más alto los exportadores, el “compre nacional” los industriales locales, la anulación de todas las retenciones los productores agropecuarios, y la defensa del empleo los trabajadores “blancos” y “negros”, porque es preferible la ilegalidad antes que la pérdida total del salario. Para conservar las cuentas en orden, nadie duda de que el Gobierno tendrá que revisar los subsidios y en consecuencia las tarifas de los servicios públicos, revisión que ya empezó, y la contracción general de gastos, aunque prometen conservar un plan modesto de obras públicas que ofrezca empleos y movilice recursos mientras se reacomodan los negocios privados, un recurso típico y convencional de las coyunturas críticas.

A lo mejor el nuevo huso horario se trata de una expresión de federalismo, un concepto que ayer Néstor K. resaltó como condición especial para que Entre Ríos, cabecera de la protesta agraria, fuera la sede del acto oficial del PJ. Es sabido que en la misma provincia ayer el ex gobernador Busti, un fogonero de la pueblada campestre y del corte del puente con Uruguay, realizó su propio acto. Por otro lado, casi como un símbolo del estado general de situación, el huso horario dividió por dos el territorio nacional: doce provincias seguirán con la hora invernal mientras que las demás adelantarán una hora hasta que termine el verano. La falta de información confiable impide saber si la modificación valió la pena en ahorro de energía, aparte de provocar las quejas de los comerciantes y hoteleros de los centros turísticos sobre el Atlántico que ya protestaban el verano pasado porque los turistas consumían menos y este año porque sienten que los discriminan a favor de otros destinos, ubicados en la Patagonia y en el oeste cordillerano. Es decir, cada uno tiene algo para quejarse, con más o menos razones, sin reconocer que hasta el momento el país sobrelleva el terremoto internacional con cierta comodidad, pese a que la recesión de los más grandes más temprano que tarde desaguará sobre los más débiles. En verdad, si se comparan situaciones, el desastre financiero que comenzó en el centro imperial de Occidente tiene tales dimensiones que los sucesos del país parecen una miniatura, aunque para cada persona que tiene un problema, una mota de polvo en el mundo quizá, será siempre el más grande de todos y seguirá esperando por una pronta solución.

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