EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por Luis Bruschtein
“Terminemos con el puterío y empecemos a hablar de fútbol”, lanzó Juan Román Riquelme durante la semana pasada en una fina metáfora sobre la necesidad de diferenciar los problemas menores del problema principal. En la política, la inminencia de un año electoral pareciera estar diciendo lo mismo. La Coalición Cívica, que está buscando ampliar su pata peronista, hizo una lista de disidentes del peronismo a los que considera políticamente incorrectos, entre los que incluyó a Eduardo Duhalde, Carlos Menem, los hermanos Rodríguez Saá y Luis Barrionuevo y puso en un lugar más amable a Felipe Solá. Con los primeros ni les interesa hablar y con Solá pueden hablar, pero sin pensar en alianza o incorporación por ahora. Los de Recrear de la provincia de Buenos Aires anunciaron que se incorporan al espacio de Francisco De Narváez, fogoneado por Eduardo Duhalde, y se alejan así del armado del PRO de Mauricio Macri. Y Macri no da pie con bola en su armado nacional, ensimismado en la necesidad de renovar sus créditos en la ciudad de Buenos Aires, tras un año de gestión y solamente con Gabriela Michetti como candidata de peso.
En el kirchnerismo la marea recién empieza. En la calculadora oficial, los coqueteos con Schiaretti y Reutemann aportarían la posibilidad de no perder con tanta diferencia en Córdoba y Santa Fe. Y el armado con los intendentes del conurbano del PJ daría la suficiente diferencia a favor en la provincia de Buenos Aires como para contrarrestar las caídas en las dos provincias anteriores y en la Capital Federal. El horizonte del 35 por ciento, después de un año durísimo, tras la derrota de la Resolución 125, sería una cota aceptable para esperar la presidencial del 2011 con cierta expectativa. La candidatura bonaerense de Néstor Kirchner parece una carta reservada para después de conocer la identidad de los otros candidatos. Pero para la oposición también es importante saber si competirán con el ex presidente, que podría propiciar una confluencia opositora en el distrito más importante del país y donde más dificultades han tenido para ponerse de acuerdo.
Es un minué que está en los primeros pasos. El movimiento hacia el apuntalamiento del PJ que dio Néstor Kirchner produjo reacomodos, sobre todo en el espacio no peronista del kirchnerismo o incluso en aquellos peronistas menos ligados al aparato partidario. El movimiento Libres del Sur evaluó que ese paso, que nadie puede calificar de imprevisto, configuraba una “derechización” del espacio político que respalda al Gobierno. Dos de sus principales dirigentes, Humberto Tumini y Jorge Ceballos, renunciaron a sus funciones en el Ejecutivo y anunciaron una maniobra de despegue que en pocos días pasó del apoyo crítico a votar contra la emergencia económica y el blanqueo de capitales en el Congreso. El piquetero Luis D’Elía les hizo una advertencia quizás esquemática: “No hay nada a la izquierda del kirchnerismo”. Es obvio que desde el punto de vista de programas y posicionamientos hay una gama variadísima a la izquierda del kirchnerismo. Pero también es evidente que esa gran variedad expresa por un lado confusión y por el otro casi ninguna incidencia sobre los procesos políticos. Y cuando la tuvo, fue en respaldo de posiciones de derecha como en el lockout agrario, para la cual se ajusta como anillo al dedo esa frase de estadista consumado que pronunció el armador de Boca.
Hablar de “derechización” en un momento en que se impulsó la reestatización de las jubilaciones y de Aerolíneas también parece una simplificación excesiva, sobre todo cuando esta misma fuerza ha criticado los posicionamientos puristas de un sector de la izquierda por no incorporar la acumulación de poder y las relaciones de fuerzas a sus análisis. De todos modos, el espacio del kirchnerismo se modificó en un sentido (la normalización del PJ con Kirchner a su cabeza) y dejó en una situación incierta a sus aliados. Libres del Sur inició un camino de exploración acercándose al intendente de Morón, Martín Sabbatella, a Pino Solanas y a la propuesta de construcción embrionaria de la CTA. Otro camino eligió el intendente de Quilmes, Francisco “Barba” Gutiérrez, que ganó en las últimas elecciones confrontando al aparato del PJ con una lista colectora y se presentó ahora en la interna pejotista y ganó, lo cual no le garantiza tampoco aguas tranquilas. Por el contrario, la intendenta de Luján, Graciela Rosso, prefirió no presentarse en la interna y afronta una fuerte ofensiva del aparato partidario. Circunstancias similares se plantean a otros intendentes que ganaron por colectoras o por acuerdos con Kirchner, ya sea en Lanús, Almirante Brown, San Martín o Ensenada, por ejemplo. En la misma posición incómoda quedaron los movimientos sociales como el FTV de D’Elía, el Movimiento Evita y el Frente Transversal, que no aciertan a vislumbrar con claridad el espacio que tendrán en el nuevo armado o la libertad de acción que pueda tener Néstor Kirchner, ya como cabeza del PJ, en la organización de las listas. Y la misma incógnita afrontan las fuerzas políticas aliadas como el Frente Grande, los radicales, socialistas e intransigentes.
El Evita y los transversales salieron a tantear a su vez una línea de acción conjunta que se expresó en la inusitada mesa que se organizó el miércoles pasado en la que participaron Emilio Pérsico, del Evita; Edgardo Depetri, del Frente Transversal; Hugo Yasky, secretario general de la CTA, y Hugo Moyano, como secretario general de la CGT, con numerosos observadores e interesados en la platea, entre los que había representantes de los intelectuales de Carta Abierta y de otras fuerzas progresistas. Se habló de “unidad en la acción” sobre temas puntuales. No se habló de listas ni de frentes, pero quedó en el aire la intención de un proceso para algún tipo de confluencia de las organizaciones sociales.
Los integrantes de este amplio espectro tienen historias diferentes, no llegaron por las mismas vías al kirchnerismo, no tienen contactos fluidos entre sí y en muchos casos arrastran resquemores y desconfianzas. Pero el destino los ha colocado en el mismo lugar difícil, como fuerzas pequeñas al lado de un gigante desprolijo y contradictorio, como es el PJ. En toda la primera etapa, el espacio que ocupaban en la gestión, en las listas y hasta en el territorio, dependía en gran medida de la voluntad de Néstor Kirchner, que se manejó con bastante amplitud. Pero el ex presidente tiene ahora puesta su atención en el PJ que, a medida que va ganando protagonismo, se vuelve más complejo y tortuoso. Por lo tanto, en este nuevo escenario dependerán más de lo que sean capaces de potenciar con sus propias fuerzas.
Si hubieran seguido a Riquelme esta semana –aunque sean de River– hubieran encontrado otra frase sabia en relación con el campeonato: “Esta es una final y hay que olvidarse de los dolores”, dijo. Haciendo una traslación a la política, no hay nada inminente que pueda parecerse a una final, por lo menos hasta el 2011. Pero para el espacio que conforman puede que haya llegado el momento de darle organicidad y visibilidad, desde una identidad más clara, de la misma manera que lo está haciendo el PJ con su fuerza. Hay un sector de la clase media urbana no peronista, progresista, a mayor o menor distancia del kirchnerismo, que se sentiría más cómodo con referentes y una organicidad de este tipo, los cuales, desde ese lugar más autónomo, con sus propios lenguajes y culturas políticas, pueden relacionarse con el PJ.
En Brasil, el PT, como partido, es minoritario. Lula ganó las elecciones con una intrincada red de alianzas que van desde el plano municipal hasta el nacional, incluyendo en algunos casos a partidos conservadores. Van con listas juntas o separadas y acuerdan en el Congreso o en los consejos, pero en muchos casos son fuerzas bien definidas que se relacionan en cuestiones muy concretas. No hay un solo modelo, sino que los acuerdos se estructuran en función de la particularidad de cada situación. Incluso en algunos municipios y estados, esas fuerzas compiten entre sí.
“Nosotros planteamos históricamente las cosas que ellos siempre han propuesto, pero si las hacemos nosotros, ellos se oponen, así fue siempre.” Esa frase expresa la perplejidad que causa en un sector del peronismo la relación con el progresismo. Otra parte del peronismo, por supuesto, se planta en las antípodas. Pero Kirchner, desde el PJ, ha intentado tender puentes hacia las corrientes progresistas con suerte desigual, sobre todo en el distrito porteño cuyos vaivenes lo desconciertan e irritan. Resulta paradójico que el polo más fuerte de oposición se aglutine también alrededor de imágenes que aluden más o menos al progresismo, ya que en ese territorio difuso también se expresan partes importantes de las capas medias urbanas. En ese sentido, la base social del kirchnerismo tiende a ubicarse mayoritariamente en los sectores más humildes, pero en su disminuida capacidad de atraer a sectores medios, hoy más distanciados, está su mayor debilidad.
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