EL PAíS › LAS PERSPECTIVAS DEL MERCOSUR NO SON BUENAS Y HAY DUDAS SOBRE SU FUTURO
Las diferencias políticas quedaron en evidencia en la reciente cumbre de Costa de Sauipe. Allí tampoco hubo acuerdo para eliminar el doble arancel. Hay incertidumbre por lo que harán Paraguay y Uruguay desde la presidencia pro témpore durante 2009.
› Por Fernando Cibeira
De la seguidilla de cuatro cumbres regionales que preparó el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil dos semanas atrás, la más breve y menos sustanciosa fue la del Mercosur, que parece haber entrado en un cono de sombra. Lo más notorio fueron las diferencias internas y las perspectivas no son las mejores. El año que comienza las presidencias pro témpore estarán en manos de Paraguay y Uruguay, los dos países que más peros vienen poniendo al desarrollo del bloque. “Por delante nos quedan más interrogantes que certezas”, explicaba un funcionario argentino que se encarga de las negociaciones con los países miembros.
Una vez más, una cumbre del Mercosur concluyó sin que pudiera acordarse la eliminación del doble arancel dentro del bloque. Se trata de una cuestión básica: que los productos que ingresan del exterior no paguen impuestos otra vez cuando son transportados de un país miembro al otro. Esta vez la traba la puso Paraguay. El gobierno de Lula, entonces, terminó su presidencia pro témpore sin conseguir avanzar en la unión aduanera.
Para algunos funcionarios argentinos tampoco hubo mucha energía puesta del lado brasileño en pos del objetivo. “No fue un buen semestre para Brasil. Sufrieron mucho la crisis económica y Lula lo quiso cerrar con un show a toda orquesta”, explicaba un funcionario de la Cancillería argentina a propósito de los múltiples encuentros en Costa do Sauipe, un balneario que será recordado por la tempranera zambullida de Michelle Bachelet. Lo cierto es que mientras Unasur anunció la creación de un Consejo de Seguridad continental, la cumbre de América latina y el Caribe mostró a un exultante presidente de México, Felipe Calderón, hablando del lanzamiento de “una OEA sin Estados Unidos y Canadá” y el Grupo de Río acaparó los títulos al mostrar a Cuba como su nuevo miembro, lo del Mercosur lució más bien pobretón.
“Lo que ocurre es que las otras uniones son de carácter político, en cambio en el Mercosur estamos en los temas ‘duros’, como es todo lo que tiene que ver con las relaciones comerciales”, analizaba el subsecretario de Integración y Mercosur, Eduardo Sigal. El argumento es real, pero lo cierto es que tampoco faltan diferencias políticas en el bloque. Por ejemplo, la insólita demora de los congresos de Brasil y Paraguay en aprobar el ingreso de Venezuela como quinto miembro pleno. O los permanentes reclamos de Paraguay y Uruguay a los países grandes por las asimetrías en la relación. O las recientes diferencias entre Argentina y Brasil por sus posiciones en cuanto a la liberación del comercio mundial en la Ronda de Doha. Allí, Brasil se cruzó a la vereda de los países desarrollados, mientras que Argentina se mantuvo del lado de los emergentes como India y Sudáfrica, que creen que una apertura excesiva puede ser letal para sus industrias en vías de desarrollo.
“Es una diferencia ideológica fuerte, pero estamos trabajando para salvarla”, aseguraban en el Palacio San Martín. Esperaban tener esta cuestión avanzada para abril, cuando Lula se encuentre con la presidenta Cristina Kirchner en el marco de los viajes semestrales previstos en el acuerdo bilateral. Sin dudas, estas divergencias abrieron una fisura en la relación: funcionarios argentinos subrayaban las poquísimas –por no decir nulas– referencias a Brasil o al Mercosur de la Presidenta durante sus recientes giras por Africa del Norte y Rusia.
Un párrafo aparte merece el conflicto entre Argentina y Uruguay. Si con el recambio en la Cancillería uruguaya de Gonzalo Fernández por Reynaldo Gargano en la Casa Rosada imaginaron la apertura de una etapa más dialoguista, ese sueño se esfumó. A la negativa K de modificar su postura sobre las papeleras y los cortes de ruta, Uruguay decidió responder obstaculizando las posiciones argentinas ante cada organismo internacional. La ofensiva del gobierno de Tabaré Vázquez –hasta ahora exitosa– para bloquear la llegada de Néstor Kirchner a la secretaría general de la Unasur terminó de redondear una relación sin retorno entre ambos países. En la Cancillería ahora se entusiasman con la posible candidatura presidencial de José “Pepe” Mujica. De todos los postulantes del oficialista Frente Amplio, el más partidario del Mercosur y con muchos amigos en la Argentina.
En la cumbre de Brasil arrancó la presidencia pro témpore de Paraguay en el Mercosur, que se extenderá por seis meses. Algunos funcionarios argentinos ya muestran cierto desencanto con el gobierno de Fernando Lugo. Dicen que los representantes paraguayos dejaron demasiado expuesta su inexperiencia en su primera cumbre. Tanto que hacían difícil interpretar su postura, que por momentos se convertía en lobby a favor de las oportunidades de los turbios hombres de negocios de su país y por momentos sacaban a relucir un discurso utópico de izquierda. “Nos desconcertaban, pasaban de la defensa del libre comercio al idealismo progresista”, recordaban en la Cancillería de los encuentros de días pasados. En esas manos estará en los próximos seis meses el futuro del maltrecho Mercosur. “Son todos interrogantes. Todavía no presentaron un plan de trabajo, no sabemos qué quieren hacer”, sostenían los funcionarios argentinos. Lo único que les habían adelantado era que querían poner énfasis en los temas sociales, algo que siempre queda bien en las declaraciones pero que suele aportar poco a los avances concretos.
En la segunda mitad del año será el turno de la presidencia uruguaya, lo que abre nuevos incógnitas sobre la evolución del bloque. Por esa época serán las audiencias finales en el Tribunal de La Haya en la causa de las papeleras. El fallo se conocerá después.
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