Mar 29.10.2002

EL PAíS  › EL PARTIDO NACIONAL ABANDONO AYER EL GOBIERNO EN URUGUAY

Y si no nos tienen fe, nos vamos

Luego de una crisis prolongada, los blancos se retiraron del gobierno de Jorge Batlle pero seguirán apoyándolo desde el Parlamento.

Una de las medidas que el presidente uruguayo Jorge Batlle quería enviar próximamente al Parlamento es la reducción del número de ministerios para contribuir a la disminución del déficit fiscal. Y por razones que en parte tienen que ver con la política económica del gobierno, irónicamente podrá cumplir su meta. Los cuatro ministros del Partido Nacional (también conocido como Blanco) abandonaron ayer sus cargos y formalizaron la ruptura de la coalición de gobierno en Uruguay. El presidente del partido, Luis Lacalle, declaró que los blancos seguirán apoyando al Partido Colorado en el poder desde el Parlamento. Termina así una crisis que comenzó desde el momento en que Batlle decidió gobernar con su círculo más cercano, incluso enfrentado a su propio partido, y comenzó a decantarse con el contagio de la crisis argentina en junio.
“Opinamos que la coalición de gobierno que habíamos formado con el Partido Colorado no fue cuidada, no fue atesorada, por el gobierno. De este modo, le planteamos al presidente la reformulación de los acuerdos hechos al inicio del gobierno en el ámbito parlamentario, descartando la participación de ministros en el gabinete, sosteniendo que la gobernabilidad y estabilidad del país están en buenas manos que son las del Partido Nacional”, afirmó Lacalle luego de su reunión con Batlle.
El día había comenzado con un dominó de renuncias. Primero se anunció la del ministro de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Carlos Cat, y siguió Sergio Abreu, de Industria, Minería y Energía. Cuando los principales voceros del Partido Nacional salían a hablar a la prensa sobre las “nuevas condiciones” de la alianza blanquicolorada, las oficinas de Antonio Mercader (Educación y Cultura) y Jaime Trobo (Deportes y Juventud) confirmaron lo que se sabía. “No estamos rompiendo, sino que buscamos un nuevo entendimiento para asegurar al gobierno mayorías parlamentarias”.
La relación entre Batlle, que no es mayoría en su propio partido, y Lacalle, que sí lo es en el suyo, eran tensas desde hace mucho tiempo. Entró en un tobogán con la debacle del gobierno de De la Rúa: la recesión palpable en la economía uruguaya comenzó a convertirse en colapso y varios dirigentes blancos comenzaron a pedir un cambio de política económica para reactivar la producción agropecuaria e industrial. Muchos blancos incluso se alinearon con las protestas campesinas, sindicales y empresariales contra el gobierno de Batlle, y argumentaban que los proyectos de los blancos no eran escuchados dentro del círculo de decisiones que tomaba Batlle. Cuando finalmente el gobierno tuvo que “imitar” a Argentina (con devaluación, corralito, etc.) en junio, las quejas comenzaron a escucharse más fuerte.
El problema adicional para Batlle es que las cuotas de poder dentro de su propio gobierno no lo favorece. La corriente interna colorada del “Foro Batllista”, del ex presidente Julio María Sanguinetti, controla los ministerios de Defensa, Relaciones Exteriores y del Interior, además de la estratégica Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), que tiene rango ministerial y se ocupa de asuntos económicos y financieros. Hasta el vicepresidente Luis Hierro es hombre de confianza de Sanguinetti. En su momento, Batlle tuvo que pedirle la renuncia al entonces ministro de Economía Alberto Bensión por la crisis de la devaluación-corralito, y quien lo reemplazó, el senador Alejandro Atchugarry, amenazó hace poco con renunciar si los blancos se iban de la alianza, luego de una acalorada sesión en el Parlamento.
A partir de ahora, Batlle gobernará con muchos condicionamientos, tanto del sector de Sanguinetti como de los blancos, pero la sangre no llegará al río: la semana pasada se divulgó una encuesta en la que más del 50 por ciento de los uruguayos elegirían a Tabaré Vázquez, del Frente AmplioEncuentro Progresista, como presidente si las elecciones se realizaranahora. En el cálculo de los blancos figura el hecho de que, aliados incondicionalmente a un gobierno que pierde apoyo, los comicios del 2004 los encontrará más pulverizados que nunca. Así y todo, entre colorados y blancos, el espanto a la izquierda puede más que el amor que se profesan.

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