EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por Fernando Cibeira
Una semana a puro vértigo, que termina con un sprint final de conferencias de prensa “sorpresa” en donde los protagonistas compiten por sacar cartas de la manga, a ver quién canta primero vale cuatro.
La Mesa de Enlace agropecuaria convocó a un paro de siete días –el décimo en el poco más de un año que lleva Cristina Kirchner en la Casa Rosada– sin un motivo claro que no sea el enojo porque el oficialismo no dio quórum en la sesión especial para discutir la baja de las retenciones y el anuncio de la Presidenta de coparticipar el 30 por ciento de los derechos de exportación de la soja.
Vale recordar que el Gobierno y las entidades ruralistas mantienen abierta una instancia de diálogo en la que ya hubo acuerdo en algunos rubros, con una nueva cita pautada para el martes 31. El titular de la CRA, Mario Llambías, con medio pie adentro de las listas de la Coalición Cívica, negó que detrás del lockout hubiera intenciones de influir en la campaña política, pero siguió con tono de candidato. “Los anuncios que hace el Gobierno son engañosos. Acá hay que discutir todo, cómo hacemos para pagarles buenos sueldos a los maestros...”, tiró.
A su lado, el vicepresidente de la Federación Agraria, Ulises Forte, en su exposición –en la que fue posible detectar varias inexactitudes– mencionó como uno de los temas pendientes el de la leche. ¿Los lácteos no era uno de los tres puntos ya acordados? Evidentemente lo firmado mucho ya no importa. Y eso porque detrás de todo está “la caja”. No es superávit, ni recursos para el Estado para que se desarrolle una política progresiva, ni que las provincias o municipios puedan retomar la obra pública en épocas de crisis mundial. Si hay campaña, explicaron didácticos los ruralistas, es “caja”.
Mientras se explayaban, Mauricio Macri hacía tiempo con el embajador de España a la espera de que los canales de noticias pudieran concentrarse en él. Se anticipaba que plantearía una alianza de toda la oposición para las elecciones, pero lo suyo resultó mucho más modesto: un “convenio” entre todas las fuerzas para consensuar temas legislativos, o algo así. Parecía que no pero sí, Mauricio no evitó caer en el lugar común de “un Pacto de La Moncloa”. Lo mismo que ya habían planteado varios opositores. Incluso, lo había hecho el radical Gerardo Morales el jueves a la noche. Pero, claro, ninguno de ellos había convocado a una conferencia de prensa “sorpresa”.
Un poco más flaca por las últimas deserciones, el Gobierno pudo comprobar que conserva aún en la Cámara de Diputados una mayoría que le permitió sortear con éxito un par de pruebas que, en caso de haber fallado, muy distinto habría sido el cantar.
En la sesión especial del miércoles por el adelantamiento de las elecciones, oficialistas y opositores cumplieron tan al pie de la letra con el papel que se esperaba de ellos que aburrieron. El proyecto consiguió 136 votos, siete más de los necesarios, echando por tierra los augurios de quienes imaginaban otra 125. Puede que el argumento esgrimido por el Gobierno sobre la necesidad de adelantar para no prolongar la campaña por la crisis no sea del todo cierto, pero tampoco parece muy real el escenario de vida o muerte institucional que planteó la oposición por votar cuatro meses antes o cuatro meses después. Al menos, no lo vieron así los aliados del kirchnerismo, que esta vez no tuvieron problemas en votar el proyecto oficial, incluyendo a algunos últimamente renuentes a todo lo que venga de la Casa Rosada.
En el Senado los votos están más ajustados pero, hasta ayer, en los bloques opositores reconocían que el kirchnerismo tenía las bancas para aprobar la elección en junio. Habrá que esperar a la sesión.
Uno de los motivos –no expresado– del Gobierno para adelantar los comicios es que para el oficialismo el armado electoral es mucho más sencillo en el corto plazo que para el heterogéneo entramado opositor. Algo de eso ya pudo verse el jueves en la frustrada sesión convocada para discutir las retenciones, en la que cada legislador subió un escalón en su voluntad de convertirse en la voz cantante de los reclamos sojeros. Las palmas se las llevó el macrista Christian Giraudo en el cierre dirigido al “presidente” Néstor Kirchner: “¡Es el campo, estúpido!”.
Con concepto republicano, ruralistas y opositores prometieron repetir la sesión dentro de quince días, a ver si en ese lapso consiguen “convencer” a algunos diputados oficialistas del interior –a los que interceptan en los pasillos del Congreso– y lograr quórum.
El anuncio, también “sorpresa”, de la Presidenta en Olivos accediendo al antiguo reclamo de coparticipar a las provincias las retenciones, apuntó a dividir los posibles apoyos políticos a los ruralistas. Sólo el santafesino Hermes Binner insistió luego en la eliminación de los derechos de exportación.
El enredo opositor también puede apreciarse en los esfuerzos diarios de Elisa Carrió por generar una alianza que le evite confrontar con su amiga Gabriela Michetti en la Capital Federal. La vicejefa de Gobierno es cómoda puntera en las encuestas y una derrota abultada dejaría muy deterioradas las ambiciones presidenciales de Carrió. Sin nunca hacerlo explícito, de lo que habla la líder de la Coalición Cívica es de armar un frente electoral que solucione sus intríngulis. Por ejemplo, ella de candidata a diputada, Michetti de legisladora.
La Coalición Cívica tampoco la tiene sencilla en la provincia de Buenos Aires. Mientas Margarita Stolbizer pugna porque el ruralista Llambías la acompañe en la boleta y asegurarse los votos del campo, cerca de Carrió aseguran que esa fórmula no suma y prefieren colocar allí a Ricardo López Murphy. En su última presentación como candidato en la provincia, el Bulldog obtuvo el 1,45 por ciento de los votos. No parecería una garantía para sumar adherentes.
Stolbizer anunció que se reunirá en los próximos días con Felipe Solá y aunque ella misma aclaró que no se podía esperar de eso ninguna consecuencia electoral, ese encuentro sumado al reclamo de no confrontar de Carrió a Michetti daban vuelo a la versión de un “súper acuerdo” opositor.
La jugada de Macri de ayer apuntó a cerrar esta posibilidad. “Es fantasioso”, respondió cuando lo consultaron sobre la posible unión. El jefe de Gobierno quiere apuntalar sus chances para el 2011 con una contundente victoria PRO en la ciudad que, todo indica, tiene al alcance de la mano. Al mismo tiempo, buscó mostrarse como el eje convocante de un futuro acuerdo opositor en base a puntos tan vagos como agradables para el oído clasemediero. Pacto de no agresión, diálogo, respeto, por la seguridad, contra las retenciones, los superpoderes y el Consejo de la Magistratura, recitó el libreto el jefe de Gobierno. No generó mucho entusiamo.
En el oficialismo, en tanto, las cosas aparecen más claras. En las provincias los gobernadores tendrán la última palabra y en Buenos Aires Néstor Kirchner será el candidato.
En cambio, en donde no se ve una salida es en la Capital Federal, un distrito yermo para el oficialismo. Con la perspectiva de pelear por un tercer puesto, cada dirigente kirchnerista porteño tiene en la cabeza su propia estrategia. Están los que impulsan una alianza con Aníbal Ibarra, los que candidatean a Jorge Telerman y los que prefieren un candidato propio como Rafael Bielsa, Daniel Filmus, Amado Boudou, Graciela Ocaña, Carlos Heller, Héctor Timerman y siguen las firmas. Luego, hay quienes suponen una mezcla de estas fórmulas. Aunque muchos ansían que el distrito se independice del dedo central que ya demostró no tener afinidad con el timming porteño, todo indica que una vez más será Kirchner quien resuelva la cuestión.
En medio de una semana nutrida, la Presidenta se hizo tiempo para presentar con toda la pompa el proyecto de nueva ley de Radiodifusión. Nunca es mal momento para debatir una ley que lleva veinticinco años de atraso, “una vieja deuda de la democracia”, según la definición de Cristina Kirchner. El proyecto tiene 150 páginas y, según especialistas ajenos a la iniciativa, es de primer nivel. Por cierto, como vienen remarcando los dirigentes de la oposición, su discusión coincidirá con la campaña. Lo deseable sería que el Gobierno siguiera adelante con esta propuesta, que se debata todo lo que se tenga que debatir y se sancione. Que no caiga de nuevo en el olvido por culpa de alguna voltereta en medio del fragor electoral.
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