EL PAíS › LA LUPA
› Por J. M. Pasquini Durán
Mucho se especula alrededor de los motivos que tuvo el Poder Ejecutivo para ordenar las elecciones legislativas en un solo día, 28 de junio, intención que ya es ley desde ayer por decisión del Congreso. Los opositores que le atribuyen al matrimonio Kirchner conductas basadas en la improvisación, el temor al futuro y el autoritarismo populista han estrechado sus argumentos críticos en los mismos sonsonetes que repiten con cada iniciativa de la Casa Rosada. Mientras tanto, buena parte de los ciudadanos permanece ajena a estas manipulaciones porque tiene la convicción de que tanto la organización como las consecuencias de las elecciones no les reportarán nada nuevo ni aliviarán sus pesares que, además, ahora pueden agravarse por los efectos de la hecatombe financiera y económica nacida en Wall Street.
La iniciativa de la presidenta Kirchner no estuvo lejos de las razones que los opositores de buena intención le adjudican, pero no son tan pequeñas como algunos pretenden presentarla. Al concentrar los comicios en una sola jornada, “nacionalizándolos”, el Gobierno eludió la imagen de una avalancha de resultados negativos, que comenzarían por las victorias ajenas en Capital, Santa Fe y otros distritos. La imagen de la definitiva decadencia de la era “K” llegaría para quedarse. Esta razón expresa una cuota de debilidad que se instaló a partir del torpe manejo del conflicto de 120 días con las cuatro patas de la “Mesa de Enlace” agropecuaria.
Otro motivo puede encontrarse en la historia económica anual de la Argentina. Es habitual que el bimestre mayo-junio sea el de mayor recaudación, mientras que este año en setiembre-octubre empezarán a mostrarse los primeros signos graves de la recesión económica mundial. Es obvio cuál es la época más favorable para los candidatos “K” y ni que hablar si entre los competidores está “Súper K” en la provincia de Buenos Aires y no en Santa Cruz.
En esta lógica pragmática hay que anotar también las alianzas en el Gran Buenos Aires con los “barones” bonaerenses, anacrónicos caudillos que manejan aparatos y cajas, que el ciudadano sufre pero no conoce ni elige. Los que aspiran a la alternancia viven la pesadilla de un nuevo triunfo oficialista, no tanto por sus méritos sino por la incapacidad de los otros, que se derrumban como Carrió en la Capital. Una lengua filosa decía en estos días: “Hay veces que quiero ser más crítico de lo que soy con los Kirchner, pero la oposición no me deja”.
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