Lun 04.11.2002

EL PAíS  › ADELANTO DE LA BIOGRAFIA POLITICA DE RODRIGUEZ SAA

El libro de El Adolfo

Con el lapidario subtítulo de “Crónicas del fascismo mágico en la Argentina”, se acaba de editar una historia del efímero ex presidente puntano. El autor, Miguel Wiñazki, le da matices a lo que aparece como simple clientelismo político. Lo que “incuba” San Luis, dice, es mucho peor.

Por Miguel Wiñazki

Adolfo Rodríguez Saá, de San Luis, como Gatica, siempre sonriente como sonreía “El Mono”, festivo, soberbio, altanero, quiso ser el mejor, ser presidente, ganarles a todos. “Aire, aire, yo soy Gatica”, decía “El Mono”. “Aire, aire, que llega el Adolfo a la Presidencia”, pensaba Adolfo, y organizó la fiesta.
Sábado 10 de octubre de 1992. Un año y diez días antes del secuestro. El GEPU era una gloria, y Adolfo reina mientras el país ignora los vientos que se incuban en San Luis. Hay sol en la plaza Pringles. Adolfo y toda su sonrisa entre los premios de los campeonatos Evita. Los chicos pobres se le acercan cuando termina el acto. Se le acercan los chicos y los mendigos. Uno, con muletas, y probablemente borracho, le dice a Adolfo con aire majestuoso desde sus muletas pobres: “Adolfo, ió, ió siempre (se le caen algunas lágrimas) ió siempre he estado y estaré con vos, Adolfo viejo nomás”.
–Bueno, ¿qué querés? –le dice Adolfo.
El hombre de las muletas llora, y le repite con muchas intermitencias entre lágrimas y sonrisas tortuosas: “Adolfo, ió, ió siempre he estado y estaré con vos, te lo digo ió, Adolfo, ió te lo digo que siempre estaré con vos, Adolfo viejo nomás”.
Adolfo le da diez pesos, se ríe, le da los diez pesos en las manos que vacilan a un costado de las muletas. “Tomá y no jodas”, le dice Adolfo. El hombre de las muletas lo mira con ojos vidriosos.
Sigue caminando Adolfo por la plaza Pringles, vienen tres chicos y le piden plata.
–Adolfo, nos tenés que dar plata a nosotros...
–Ajá –dice sonriendo Adolfo–, ¿y por qué yo les voy a dar plata a ustedes?
–Porque siempre nos das, Adolfo, dale, si siempre nos das plata...
–Bueno, le voy a dar esto al mayor, se compran un helado y después se reparten el vuelto.
–Y bueno –dice uno de los chicos–, me tenés que dar a mí la plata, porque ió soy el mayor.
–Ah, ¿sí...? ¿Y cuántos años tenés vos?
–Nueve tengo.
Otro de los chicos dice con cierto enojo y sorpresa:
–Pero, Adolfo, el mayor soy ió, si ió tengo doce.
El de nueve no parece conocer demasiado de cronologías, porque insiste.
–Y bueno, Adolfo, ió tengo nueve, ió soy el mayor.
Adolfo le da diez pesos al de doce, y le dice:
–Bueno, cómprense el helado y no jodan más.
Y los chicos salen corriendo.

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Adolfo camina por la plaza Pringles. La gente lo sigue.
–Vieron cómo me quiere la gente –dice y pregunta al mismo tiempo.
El mismo se responde: “Más de lo que se supone, ¿no?”.

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Lo acompaña Mirtha Verbecke de Canta, la intendenta de la capital, saco a cuadros grandes negros y blancos.
Entran al bar Aranjuez, que está lleno. Todo el mundo mira. Se acercan a saludar a Adolfo. Vuelven dos de los chicos a los que les había dado plata.
–Adolfo, el otro se ha ido solo con la plata, se fue corriendo.
–Bueno, ya no hay más plata, no jodan más –dice Adolfo, y se ríe.

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Adolfo Rodríguez Saá está vestido como un gentleman. Saco azul, pantalón gris, zapatos negros en la puntera y delicadamente grises más arriba, corbatas con flores que se tornan difusas sobre un rojo pálido. Reloj plateado, pequeño. Su billetera de cuero no está muy ordenada, tiene varios billetes violeta de 100 pesos, varios de 50 y varios de 10. Tieneun cartoncito desprolijo donde anotó la dirección de alguien que se acercó a la mesa y le pidió que lo visitara en Estados Unidos, si es que viaja hacia allá. Tiene también en su billetera una estampa del Sagrado Corazón de Jesús.
Acepta el reportaje, me permite anotar, pero no grabar.
–Usted, antes de asumir el poder en 1983, tenía según su declaración jurada una casa hipotecada y un automóvil Volkswagen Gacel; hoy tiene muchísimo más que eso. ¿Cómo lo hizo?
–Esa declaración jurada es de 1973 o 1974 y fue hecha para pedir un crédito al Banco Hipotecario que fue ampliado en el ‘79. Además, yo soy abogado, y tenía un estudió con el que he hecho mucha plata, yo como gobernador gano 4500 dólares por mes, tengo gastos reservados, suponiendo que tenga otro tanto por gastos reservados... Y bueno, yo de ese dinero no gasto nada, es decir puedo ahorrar. Yo voy ahora a Estados Unidos y no pago ni un café. Voy invitado.
(N. del A.: En realidad, la declaración jurada que compromete a Rodríguez Saá es del 23 de agosto de 1983, 98 días antes de asumir como gobernador, y no de 1973.)
–¿Cuántos autos tiene, Adolfo? ¿Uno, dos o cinco?
–Pero, ¿qué importancia tiene, uno o dos? No jodamos, no hinchemos las pelotas, ¿alguien sabe qué auto tiene Angeloz, alguien sabe qué auto tiene Duhalde? El otro día fui a la quinta de Duhalde y vi que es tres veces más grande que la mía. Por eso digo: uno, cinco, ¿qué importancia tiene?
–¿Cómo hizo para construir su quinta frente al Monumento que, entre paréntesis, es más grande que los 170 metros que usted afirmó que tiene, en un programa de TV?
–Al que le interese el tema de la quinta, lo invito a verla –sugiere Adolfo a toda sonrisa.
(Cuando la revista Caras intentó reportear a los hermanos Rodríguez Saá en la mansión, ellos se negaron. Fueron en ese punto absolutamente intransigentes. Sí aceptaron sacarse fotos en la residencia oficial del gobernador. Después de aquel intento primigenio de Caras, hubo muchísimos otros, pero la mansión jamás fue abierta a la prensa.)
–¿Cuántos decretos de radicación hubo?
–Cinco mil.
–¿Cinco mil?
–Bueno, no sé, por ahí... Muchas empresas se fusionaron, yo doy una cifra global, en total.
–Y otras empresas, además de fusionarse, ni siquiera se instalaron.
–Hay que conocer el Parque Industrial. Solamente Acindar debe tener como siete plantas. Hay que recorrer bien el Parque Industrial para saber lo que es San Luis.
–¿No han sido poco escrupulosos para otorgar los certificados de radicación?
–Nunca entendí por qué se dice eso. ¿Qué tengo que ver yo con los empresarios? ¿Qué culpa tengo yo si los de la ENRO, por ejemplo, son todos unos estafadores?
–¿Por qué las otras provincias promocionadas tienen un número mucho menor de decretos de radicación?
–Porque yo hice las cosas bien y ellos, no. ¿Ahora yo también tengo la culpa por hacer las cosas bien?
–¿Quiere ser presidente de la Nación?
Un dejo de tristeza asoma en sus ojos, baja la voz y dice, con inocultable consternación:
–No. Lo han logrado, los opositores, los periodistas, lo han logrado. Y yo hubiera sido un magnífico presidente para la Argentina.
(Pasaron los años, fue presidente por una semana y hoy asegura desde su hoguera de fogosidad, y siempre mirando a cámara, que va a ser el próximo presidente elegido por los argentinos.)

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–Teniendo en cuenta los antecedentes de los jueces del Superior Tribunal, está claro que tiene a la Justicia subordinada.
–¿Por qué se dice eso? Porque tardaron 15 días en resolver lo de Jaime Emma, y Emma estuvo 15 días preso. Si eso a mí me trajo un perjuicio enorme... A mí qué me importa si Emma está libre o está preso. No, no se puede hacer esa acusación con liviandad. Yo no tengo ningún pariente mío en la Justicia. Ninguno, ¿eh? Ni tampoco hay ningún pariente mío en el gobierno. Antes sí hubo, pero ahora, no. No hay ninguno.
–¿Hay libertad de prensa en San Luis?
–Por supuesto. Todos dicen lo que quieren. Recién me acabo de encontrar con un periodista en la plaza y lo invité a ver conmigo al GEPU, y él viene sin ningún problema.

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–Dicen que usted es un hombre tiránico.
–No, lo que pasa es que me gusta que todo salga perfectamente bien. Que cuiden todos los detalles. Si recién, en el acto, uno de los que tienen que entregar una medalla se pone a mirar a una chinita y se demora, yo me enojo. Pero hay que ver lo que es la oposición en San Luis. Recién, por ejemplo, la locutora del acto dijo: “Los niños desfilan delante del gobernador”; bueno, ahora todos van a decir que se trató de un acto fascista. Y bueno, ¿a mí qué me importan esas críticas? Si son falsas.

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Un año después, Rodríguez Saá hablaba en otro contexto. Era el viernes 7 de diciembre de 1993 y el gobernador se presentaba en el programa “Café para dos”, emitido por el cable puntano. El secuestro estaba a flor de piel. Rodríguez Saá seguía manejando la tesis de una “operación montada contra San Luis”.
“Estamos bien –decía–, recuperándonos del dolor que nos produjeron los hechos sucedidos. Pudimos superar una operación, no sólo contra la persona del señor gobernador. Fue en contra de los intereses de San Luis. Fueron despiadados con nosotros, de una intolerancia muy grande, tratando de crear el desencuentro entre los sanluiseños.”
“Durante los días inmediatamente posteriores al secuestro, los hoteles estaban llenos de periodistas de fuera de la provincia. La otra mitad eran agentes de la SIDE que operaban en forma descarada dando versiones, la mayoría de ellas falsas, creando lo que se llama acción psicológica.”
Finalmente, terminaba diciendo: “Le he pedido perdón a Dios, a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos y el pueblo de San Luis de las cosas que pude haber hecho mal...”.

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