Mié 15.04.2009

EL PAíS  › OPINIóN

La corporación tan deseada

› Por Mario Wainfeld

Hace cosa de un cuarto de siglo, el cronista participaba de una conversación con un alto dirigente de la AFL-CIO, la poderosa central sindical norteamericana. El gremialista explicaba cómo escogían representantes y senadores que hicieran lobby por los intereses de sus representados, cómo auditaban sus votos, retaceando apoyos en las urnas y aportes a las campañas según su fidelidad. Algún circunstante les comentó que el peronismo otorgaba un relevante lugar en sus listas a “la rama sindical”, un tercio por lo general. Al hombre le pareció exótico el método. Su duda, palabra más, palabra menos era “¿para qué sacar a un dirigente de su ambiente natural, dedicado un buen tiempo a votar leyes que podían no importarle?”. “Porque no hay mejores defensores de los derechos de los trabajadores que los sindicalistas”, le retrucó un contertulio, peronista él. El gremialista del Norte se mantuvo en sus trece: mejor un lobbista, atado por su contrato electoral, controlado por la corporación y sus integrantes.

Hace mucho tiempo, en la Argentina había partidos políticos y cupo sindical. Por aquel entonces, como ahora, los lobbies empresarios eran norma en Estados Unidos. Eran mala palabra (o acción vergonzante) en estas pampas. Raúl Alfonsín hacía vibrar multitudes contraponiendo la representación democrática, corporizada en dirigentes políticos, a las aborrecidas “corporaciones”.

La anécdota irrumpió en la fatigada mente del cronista durante esta precampaña, asombrosa por donde se la mire. Una corporación, la de los productores agropecuarios, es la niña mimada de amplias franjas de la oposición, las que tienen mejores perspectivas para confrontar con el oficialismo en junio y hasta de llegar a la presidencia en 2011. El autor del Blog del Ingeniero (desdegambier.blogspot.com) acuñó la sugestiva expresión “vandorismo rural” para definir el fenómeno.

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Ayer Eduardo Buzzi anunció que ningún integrante de la Comisión de Enlace será candidato en las próximas elecciones. La especie no fue ratificada por sus aliados, aunque es posible que Mario Llambías la confirme hoy mismo o en esta semana, declinando ir en un buen lugar en la lista bonaerense de la Coalición Cívica-UCR. La Asamblea que Alfredo De Angeli maneja a su guisa “resolvió” que el Melli tampoco sea de la partida. Luciano Miguens, seguramente, optará por la bucólica compañía de los petisos de polo. El criterio estratégico del cuadro de la AFL-CIO viene a cuento: ¿para qué embarrarse en la campaña, eventualmente salir perdidoso? ¿Para qué tener que trabajar por una paga irrisoria para gentes que están en el primer decil de la población por ingresos o por patrimonio? Es en balde, si se cuenta con un abanico de diputados y senadores todoterreno, carentes de pensamiento autónomo en materia agropecuaria y desligados de compromisos orgánicos o políticos con otras organizaciones sociales o productivas.

Algunos de los legisladores que claman por su apoyo, por añadidura, suman lo bello a lo útil. Son, asimismo, dueños de la tierra o industriales del sector: Carlos Reutemann, Felipe Solá, Roberto Urquía, sin ir más lejos.

Y, de cualquier modo, habrá abundantes gremialistas patronales situados un poco más debajo de la escala jerárquica que les darán un fuerte tono de clase a las listas de la oposición de centroderecha: Jorge Srodek, Ulises Forte, Pablo Orsolini, entre decenas, quién le dice centenares.

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La presencia sindical en las boletas peronistas menguó cuando la Renovación cambió sus criterios estéticos y sus tácticas para procurar apoyos de sectores medios. Nunca desapareció totalmente, pero enflaqueció su peso relativo.

El kirchnerismo, en sus momentos más movimientistas, convocó a militantes de movimientos sociales a sus listas. Las actuales diputadas Victoria Donda y Cecilia Merchán (de Libres del Sur) son casos tangibles, no los únicos. Néstor Kirchner en persona hizo guerrilla en los respectivos armados, cuando su poderío era mayor y menos estrecha su ligazón con el PJ. También sumó dirigentes de la CTA, entreverados con los de la CGT. En esta ocasión esos agregados serán entre escasos y nulos. En parte porque a Kirchner le costará meter baza en las listas no bonaerenses, donde deberá “pagar” la adhesión de intendentes y punteros peronistas, para garantizar su apoyo. En parte porque ha habido dispersión de esos compañeros de ruta del kirchnerismo.

Quizás en Buenos Aires se arme alguna colectora piquetera, en busca de retener el apoyo de bases y dirigentes que se reconocen en el liderazgo del ex presidente pero que no comulgan con la dirigencia pejotista.

Las organizaciones sociales no patronales tendrán otros cobijos. Martín Sabbatella integrará candidatos de Libres del Sur y de la CTA. Trabaja codo a codo con Hugo Yasky y Pedro Wasiejko, sumados a su proyecto. Otros referentes de la CTA se muestran más distantes, pero es verosímil (no definido a hoy) que Víctor De Gennaro apoye, sin intervenir, la candidatura a diputado del intendente de Morón, una de las pocas ofertas progresistas atractivas en todo el mapa nacional.

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La sobrevaluación de un segmento de la burguesía nacional es uno de los datos acerca de la regresividad del actual mapa político. Esa regresión incluye el repliegue-retroceso del oficialismo al peronismo bonaerense, por un lado.

Del otro, un dominante sesgo de derecha: defensa del establishment económico y mediático como “programa común” del Frente del Rechazo. Manifiesta ausencia de propuestas alternativas que trasciendan la mano dura, el mapa del delito o la supresión de las retenciones. Algunos factores pintorescos afean más el cuadro: la exaltación de un candidato (“Francisco”, el enemigovio de “Felipe” y “Mauricio”) que hace ostentación de pagar por cada voto que procura. La demostración ostentosa de la riqueza era un disvalor en otra Argentina, aquella del ascenso social y el paradigma de la clase media como modelo de referencia.

Con ese cuadro, los líderes de la Comisión de Enlace ni tienen que gastarse en ser candidatos: se palpa una atmósfera de giro a la derecha, de revancha clasista. No hace falta que laburen, sobran paladines para su proyecto de país. La rancia propuesta de una Arcadia agropecuaria, superada en las mejores etapas del radicalismo y el peronismo y ávida por renacer.

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