EL PAíS › OPINION
El impacto del colapso capitalista en el primer cuatrimestre, menor que lo esperado. La economía, más equilibrada que la política. La semana del oficialismo, errores no forzados. Desencuentros entre gentes de PRO. Los vaivenes de Carrió y Michetti. Operaciones que van y vienen cuando faltan todavía dos meses.
› Por Mario Wainfeld
Cuando ya está por terminar el primer cuatrimestre del año, el impacto del colapso económico mundial sigue bastante contenido en la Argentina. Las reservas se sostienen altas, el dólar no se fue a la estratosfera y, a veces, hay que sostener su cotización para que no baje. No hay creación neta de empleo, no se reponen las vacantes que se producen, pero los despidos ocurren con cuentagotas. El Gobierno interviene con energía (y con plata) en los conflictos que se desatan que por ahora no alcanzan la radicalidad de otras latitudes. En Chile hay más cesantías, en Francia la acción directa gremial acude a formas novedosas, incluyendo retención física de gerentes o dueños de empresas. La banca oficial (el Nación en especial, también los provinciales en menor medida) otorga numerosos préstamos enderezados en especial a las pymes, los deudores los toman, los van pagando, las tasas de morosidad no son abrumadoras ni exóticas. La cotización de la soja vuelve a subir, el superyuyo tiene aguante.
El economista Miguel Bein describe que “la macroeconomía... no está muy alejada de los equilibrios” en su informe mensual, el material más sensato que puede leerse en medio de la grita de sus colegas.
Nadie escapa a una hecatombe universal, los guarismos de los años felices del kirchnerismo son una quimera. Uno o dos puntos de crecimiento del PBI es una hipótesis posible, para nada segura, digna de festejar en términos comparativos.
Como fuera, el default, la inflación galopante, la fuga de depósitos no han sido agenda en marzo y abril. Hasta los compradores de dólares tienden a mantenerlos en los bancos.
Desde luego, esta historia no terminó, la caída de la economía global no hizo piso y sus efectos llegan diferidos a un país desligado del sistema financiero. Entre tanto, sustentado en su mano firme para recaudar y conservar la vilipendiada “caja”, el Gobierno se defiende como un gato panza arriba. Un acierto estratégico de economía política lo sustenta: la reestatización del sistema jubilatorio, los fondos de la Anses robusteciendo el erario. Otros rebusques tácticos, ajenos al imaginario opositor, también le valen: el swap con China que provee de una millonada en divisas destinadas a mostrar fortaleza antes que a ser usadas.
Hablamos de la foto de hoy, nadie sabe en serio el desenlace de la película ni aun su duración. Jamás se vivió una crisis mundial de ese modo en la Argentina, baste evocar lo sucedido hace siete años o hace once o hace catorce. Los mercados no zarandean al Estado como sí lo hicieron con otras administraciones.
El statu quo actual no es definitivo ni puede ser eterno, el objetivo del Gobierno es minimizar la caída y conservar posiciones hasta que la catástrofe comience a revertirse. Así y todo, la política económica es el punto fuerte del Gobierno. Su propia torpeza le impide mostrar que el fantasma de la inflación ha perdido peso, la destrucción del Indec (una tropelía que multiplica sus efectos nocivos) habilita a las parlanchinas consultoras privadas. Son menos serias que Alberto Olmedo con unas copas de más, sospechosas de generar miedo para inducir una devaluación machaza... Pero fue el Gobierno, por haber destruido un patrimonio público, el que les dio vela en ese entierro: ahora discuten a la par, sin ninguna eminencia.
Para Bein, la lógica es que el panorama se mantendrá hasta las elecciones y que es la política la que puede poner en riesgo el equilibrio. En muchas dependencias del Poder Ejecutivo, incluidas varias de alto rango, se piensa parecido, aunque se verbaliza menos.
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Errores no forzados: El capital económico del Gobierno se defiende, con heterodoxia y con maña. El capital político, da la impresión, se maneja con menos soltura. La suspensión de la sesión del Senado sobre el dengue fue un traspié torpe. Se había conseguido un consenso encomiable, se avanzaba a una decisión pluralista. Con un ojo puesto en la difusión mediática, desde Olivos llegó la directiva de postergar la aprobación. En términos de construcción democrática fue un retroceso, en términos mediáticos tampoco fue muy fructífero: al día siguiente cuatro diarios nacionales (incluido Página/12) hicieron tapa con el dengue, sin poder dar cuenta de una acción estatal concertada tomando cartas en el asunto.
La incorporación de Guillermo Moreno como orador de campaña es otro error no forzado, una mente conspirativa podría imaginarlo concebido por los adversarios. El Supersecretario es cuestionado por casi todos sus compañeros de gestión, las habituales reuniones de los lunes del “Gabinete productivo” lo suelen dejar en minoría de uno, frente a ministros, secretarios y otros protagonistas relevantes. Carlos Cheppi, el secretario de Agricultura, no le dirige la palabra. La ministra Débora Giorgi es más respetuosa de las formas, pero tampoco mantiene un palique fluido, por decirlo con un eufemismo. Moreno machaca ante sus incrédulos colegas defendiendo la metodología del Indec. Ese autismo se propaga a su oratoria pública, que atrasa veinte años: “Nosotros o ellos”, proclama y habla para el aplauso fácil de los circunstantes. Poco diestro en esas lides olvida que el objetivo de las campañas es interpelar a los electores flotantes, a los no encuadrados, que convencer a los convencidos es un menester menor, si no superfluo.
La salida de Santiago Montoya del gobierno bonaerense aconteció como vértigo, en un frenesí de operaciones cruzadas. El recaudador provocó mucho, se le replicó doblando la apuesta. Con el tiempo se podrá evaluar si Montoya quería saltar el charco e irse como una víctima. En el corto plazo, su salida es una mala noticia para el oficialismo. Histriónico a carta cabal, hiperactivo, vistoso en sus acciones mediáticas, dispuesto a pegar dos martillazos en el clavo y dos en los propios dedos, Montoya puso al menos en vidriera a los evasores y exhibió voluntad para perseguirlos. En plena competencia electoral, se va por disidencias políticas, un bajón para el oficialismo
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Nos habíamos desconfiado tanto: Las mejores nuevas para el kirchnerismo llegan de las tiendas opositoras. La entente PRO-neoduhaldista, un emprendimiento que tiene rentable prospectiva en dos distritos muy relevantes, cruje por demás. Son ostensibles las malas ondas entre Felipe Solá y Francisco de Narváez. Por lo pronto, el empresario no cumple el pacto de poner “la fórmula” en las marquesinas. La frondosa publicidad sale de su bolsillo y, como la caridad bien entendida, queda en su casa. Los candidatos no consiguen pautar un desembarco conjunto en programas de cable que los esperan como a estadistas.
Los macristas refunfuñan por las compañías de “Felipe”, los duhaldistas que son el núcleo del dispositivo del ex gobernador son mala publicidad para el electorado porteño. Su estética podría resentir el romance entre los capitalinos, “Mauricio” y “Gabriela”. Michetti, la vicejefa de Gobierno, hace públicas sus cuitas personales y sus dudas, lo que suscita la fértil ironía de Solá, hace enrojecer aún más al “Colorado” De Narváez y genera palidez en torno de Macri. Su salida pondría en jaque la preeminencia distrital, casi un suicidio. Pero la falta de partidos y hasta de espíritu orgánico propaga consecuencias por doquier. Las ambiciones personales (que son divergentes a partir del 29 de junio), los vaivenes de las personalidades empiojan un proyecto que a corto plazo parece redituable para todos.
La interna del Frente del Rechazo para el 2011 ya está lanzada, aunque todos aleguen inocencia y candor. El sentido común impondría frizarla hasta julio, en el ejercicio de un avance conjunto. Es el horizonte más verosímil, aunque los protagonistas lo erosionan con acciones cotidianas, que trasuntan su falta de respeto mutuo, su desconfianza y sus ambiciones no confluyentes en el mediano plazo.
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El carisma y la herencia: De lado del panradicalismo fue una semana mejor, aunque los ruralistas los dejaron con un palmo de narices. Los presidentes de las patronales agropecuarias no serán candidatos, porque (con tino) calculan que es más redituable su poder corporativo. Mario Llambías, además, tabuló encuestas que daban a su coalición en un distante tercer puesto. A su vez, Eduardo Buzzi sabe que, si se corriera de la cúpula de la Federación Agraria, Alfredo de Angeli, el verdadero líder de la revuelta chacarera por carisma e ideología, podría desplazarlo por muchos años.
La pragmática decisión fue criticada por Elisa Carrió. Los popes de la Mesa de Enlace fueron críticos con ella frente a los micrófonos y despiadados en coloquios menos sonoros: todos recordaron cuando se quiso subir al palco en el acto del Monumento de los Españoles. Y encontraron analogías entre ese momento fulgurante y el actual armado de las listas.
Carrió resolvió ser candidata en Capital, nadie en la Coalición Cívica asumirá que era preocupante el bajo nivel de intención de voto de su paladín, Alfonso Prat Gay. El carisma no se trasvasa ni se hereda, detalle –que Max Weber conocía al dedillo– quizás olvidado cuando se jugaron todas las barajas al ex titular del Banco Central. Los aliados de Lilita, los radicales en especial, sí conocen ese paño, por lo que encarecen que encabece la lista. La opción parece dura para la referente de la CC. O persiste en una jugada que podría llevarla a una derrota con magra cosecha parlamentaria o se expone ella, que obtendrá mejor resultado pero que (según indican las encuestas) no llegaría a doblegar a Michetti. La lógica política, otra vez, sugiere que ése debería ser el método elegido, máxime si se pondera la labilidad de Michetti y su (confesa) falta de garra para la campaña, terreno en el que Carrió tiene más espolones.
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Pastillitas y cierre: Los intendentes del conurbano rezongan contra Néstor Kirchner, que los sitió con colectoras de todo pelaje en 2007 y ahora les pide que expongan el pellejo. De cualquier modo, da la impresión de que la mayoría irá en las desprolijas listas testimoniales.
Martín Sabbatella va consiguiendo en su armado aunar a toda la CTA y otros movimientos sociales: él será cabeza de boleta, la dirigente de ATE Graciela Iturraspe sería su segunda, con la silente bendición de Víctor de Gennaro, el “Huevo” Jorge Ceballos sería tercero por Libres del Sur. En la Capital en cambio, hay dirigentes de CTA cercanos al kirchnerismo y otros trabajando con Fernando “Pino” Solanas.
Todo lo que se cuenta en esta nota es provisorio: sin internas ni instancias partidarias que les den cierre y coherencia, las jugadas políticas se dirimen, zurcen y deshacen en las respectivas cúpulas, priman la individualidad y el liderazgo sobre la orgánica.
La política luce más enrevesada que la economía. Podría ser buena noticia para el oficialismo si encontrara un discurso que describiera su control de timón y si conservara audibilidad en amplias franjas sociales. Los dos aspectos están puestos en duda: sólo se disipará en la noche del 28 de junio, para la que faltan dos meses que dan la sensación de ser décadas.
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