Hablar de Política 2.0 puede resultar tan paradigmático como irreal. Es que vivimos en la trama online de la sociedad. El mundo vive hiperconectado. Las nuevas tecnologías de la comunicación e información hacen su despliegue en la vida pública y esto traspasa por default a la política.

La Política 2.0 encierra definitivamente nuevos modos de comunicarnos. Antes, hablar de web 1.0 era pensar en una comunicación estática, verticalista y unidireccional, no había “diálogo” entre los usuarios. Hoy, la web 2.0 propone una comunicación horizontal, bidireccional e interactiva, y en esto tienen mucho que ver las redes sociales, donde la información y la divulgación de contenidos se retroalimentan.

Estamos hablando de un cambio social y cultural profundo que atraviesa aspectos vitales de la sociedad. El paradigma 2.0 encierra nuevos modos de comunicarnos y debemos comprenderlo como un producto de la nueva era digital.

El eje del cambio que propone la red es su instrumentación masiva. Las herramientas son “usadas” en su máximo potencial. Hoy, los adolescentes que aún no cumplieron los 18 años ya votaron más que todos los adultos del siglo XIX. Esta es una práctica de todos los días. Internet los desafía a debatir, opinar, consultar, explicar, contar, participar. Desde los temas propuestos por su red de amigos “virtuales”, hasta los que sugieren los diarios.

Las herramientas digitales en la construcción de la Política 2.0 provoca cambios de forma y de fondo que simplemente reinventan la democracia. El ciudadano es mucho más participativo y el candidato se entera mucho antes que las encuestas de opinión de lo que la gente verdaderamente quiere o necesita.

La e-democracia comienza su camino de consolidación cuando emplea las herramientas digitales en dos direcciones. Por un lado, permite que el político, desde todas las instancias posibles, se comunique con la ciudadanía y por el otro, hace posible que el vecino deje su opinión, interactúe, proponga, divulgue, construya y de esa manera se comprometa con la vida cívica y política de la comunidad a la que pertenece. Esto genera no sólo un feedback, también redunda en eficiencia y rapidez en la comunicación, dos requisitos esenciales para eliminar la democracia endémica y la falta de participación.

Hoy a ningún político que le interese construir un proyecto de coparticipación ciudadana puede quedar al margen de los cambios impuestos por el paradigma 2.0. Las nuevas tecnologías redefinen y crean nuevas formas de interrelación con la ciudadanía.

Las redes sociales comienzan a ser el espacio público de debate, interacción e influencia política y ofrecen nuevas formas de ejercer la dirección política donde se requiere un estilo diferente de participación. También cambia el electorado. Las nuevas generaciones, con capacidades cognitivas diferentes (multitasking) que nacieron con la tecnología y la televisión les parece vieja, huyen de la secuencia lineal de información y quieren intervenir en el proceso. No son consumidores pasivos y tienen consumos en simultáneo de varios medios de comunicación. La política no sólo debe reinventar el mensaje sino también la forma de comunicarlo.

Barack Obama modificó la forma de hacer política. La campaña tomó no sólo principios de fortalecimiento individual, sino que empleó las nuevas tecnologías de comunicación para transformar a los seguidores online en activistas offline. Obama entendió la presencia del nuevo votante: el ciudadano 2.0. La verdadera política y militancia está en no sólo decir sino fundamentalmente en escuchar y dar participación.

La participación política va mucho más allá de las fronteras de la comunicación vertical. Todos hablan y todos debaten. Las nuevas plataformas abren oportunidades únicas para la transparencia y la divulgación. Además no sólo permite proponer ideas o estrategias, también se comparte la resolución de problemas. Esto definitivamente nos impulsa a rediseñar el mundo en el que vivimos y este es un proceso profundamente político.

* Autor del libro Vivir conectados y concejal de San Martín.