Por Ernesto López *

Durante sus 10 años de gobierno se sentaron las bases del vaciamiento económico y de la catástrofe social de la Argentina. Seguramente se recuerda que entre serpentina, cotillón, champagne y otras yerbas, prometió un paraíso primermundista, pero terminó sembrando el país de indigentes. Ahora, brega por culminar su “obra”: pretende la criminalización de la cuestión social mientras flirtea con los militares.
¿Qué otra cosa podía esperarse del responsable máximo del agobio argentino? Definitivamente alejado de cualquier tradición peronista –ganado, se diría, por el más aberrante de los neoliberalismos– azuza sin vergüenzas contra “los encapuchados con garrote que están en las calles”, e invoca el estado de sitio. ¿Hay algo más que palo y palo en la imaginación del campeón de la revolución productiva y el salariazo? Sí, convocar a que los militares intervengan en asuntos de seguridad interior –algo que Brinzoni viene proponiendo desde hace algún tiempo–, lo que está prohibido hoy por la legislación vigente. “Vamos a cambiar las leyes si es necesario”, anuncia, con total desprecio –como corresponde– por la consideración de que esas leyes (la de Defensa Nacional y la de Seguridad Interior) constituyen el plexo normativo que ha sostenido exitosamente, hasta ahora, la subordinación militar a los poderes públicos. Y que meterse con ellas pondría en entredicho un andamiaje que hasta el momento ha sido eficaz.
Es evidente, me parece, que la cuestión social, la seguridad pública y la estabilidad política le interesan bastante menos que recobrar protagonismo. Demasiado bien conocemos, además, su afición por el poder y la estrechez de sus reparos en esta materia. Por eso digo, corto y directo, como “para no dar por el pito más de lo que el pito vale”, que lo suyo no resiste el menor análisis. Es apenas algo más que un mamarracho, pero peligroso.

* Sociólogo.