EL PAíS › OPINIóN
› Por Fortunato Mallimaci *
La aprobación de la asignación universal por hijo realizada el jueves por la presidenta Cristina Fernández es quizás el derecho más importante implementado en las últimas décadas. La historia lo recordará como un avance cualitativo en derechos ciudadanos que muestra la necesidad continua de resolver el conflicto entre capitalismo y democracia con más y mejores políticas universales. He aquí el doble desafío: restablecer mejorados derechos que las dictaduras habían eliminado y promover nuevos según las necesidades ciudadanas del siglo XXI. ¿Cómo se pudo ser insensible o impotente durante décadas a una situación y relación en que la mayoría de los pobres son niños y que la mayoría de los niños son pobres? Cuando en el Frenapo, allá por el 2000, comenzamos a tratar de hacer masivo el reclamo societal con la consigna “Ningún hogar pobre en la Argentina”, pocos decisores de la sociedad política, empresarial, mediática y religiosa lo consideraban necesario y viable. Sólo la convicción y la terquedad de movimientos sociales y referentes significativos lo mantuvo en el largo plazo. Esto demuestra una vez más que las relaciones sociales pueden transformarse para beneficiar a mayorías si se articulan Estado, sociedad política y organizaciones sociales. Quiero resaltar que un periodista de Página/12 hace años que viene reclamando este derecho en voz alta y contra viento y marea a presidentes, funcionarios, ministros y políticos: Mario Wainfeld ha hecho un aporte significativo para mantener la necesidad de políticas universales en la agenda pública. Todos se lo agradecemos.
* Sociólogo (UBA/CEIL-Conicet).
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