EL PAíS › RANDAZZO SE MOSTRó ANTE LOS DIPUTADOS OPOSITORES DISPUESTO A DISCUTIR LA REFORMA POLíTICA
El ministro del Interior abrió el debate por la reforma política con un informe ante las comisiones de Asuntos Constitucionales, Justicia y Presupuesto de Diputados. La oposición cuestionó varios puntos, pero se mostró dispuesta a discutir.
› Por Miguel Jorquera
No hubo preguntas al ministro del Interior, pero sí cuestionamientos sobre varios aspectos del proyecto oficial de reforma política que Florencio Randazzo fue a explicar ante el plenario de las comisiones de Asuntos Constitucionales, Justicia y Presupuesto de la Cámara de Diputados. Desde los bloques opositores más duros hasta los aliados del kirchnerismo mostraron predisposición a discutir la iniciativa del Gobierno, pidieron la implementación de la boleta única y reclamaron que el debate no esté acotado por “los apuros del oficialismo”. Randazzo respondió diplomáticamente que “los tiempos los marca el Congreso”, aseguró que el proyecto está abierto a las modificaciones y admitió que se podría formar un organismo autárquico que organice, controle y fiscalice los comicios, pero no resignó la convocatoria a internas abiertas simultáneas y obligatorias para que los partidos políticos elijan sus candidatos.
“No hay buenos tiempos para discutir la reforma política, reiterada en todos los procesos electorales. Por eso elegimos un año no electoral. Lo central es que no nos mueve ningún interés, mezquindad o propósito que no sea tratarlo de la mejor manera posible para fortalecer y prestigiar la política”, arrancó Randazzo ante los diputados. El ministro destacó la decisión presidencial lanzada el 9 de julio en Tucumán y la convocatoria al diálogo para diseñar el proyecto que recogió las opiniones de los partidos que acudieron, así como parte de los 111 proyectos que desde los distintos bloques se presentaron en el Congreso.
Luego defendió la iniciativa. Remarcó la importancia de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias para dirimir las candidaturas partidarias con “la participación de siete millones de argentinos”, la imposibilidad de que se conviertan en candidatos quienes cometieron delito de lesa humanidad o tengan procesamiento firme por delitos tipificados en el Código Penal, la eliminación de las listas colectoras y espejo, que “las personas de existencia ideal (empresas y asociaciones)” no puedan financiar a los partidos y el reparto “equitativo” a cargo del Estado de la publicidad en las campañas.
Sin embargo, el ministro le cerró el paso a la boleta única. “Con un sistema de 685 partidos políticos (nacionales y provinciales) es imposible realizarlo”, sentenció Randazzo. Luego volcó sus argumentos a favor de “sincerar” el sistema de partidos y defendió las exigencias de la nueva norma para que los partidos alcancen su reconocimiento electoral, a los que evaluó más laxos que en Chile y Brasil.
El primer opositor en tomar la palabra fue Adrián Pérez, de la Coalición Cívica. Pérez advirtió que el debate “no debe estar atado a ningún plazo” y propuso que para “terminar con el clientelismo político” la incorporación de “la universalización del subsidio a la niñez”, como había acordado con el grueso de las bancadas opositoras (UCR, PS y PJ disidente). Pérez criticó el piso que se impone a los partidos para no perder la personería electoral (sacar menos del dos por ciento en dos elecciones consecutivas) con una advertencia: “No hace mucho el PJ en Capital (con Granillo Ocampo) no sacó el dos por ciento y la UCR en una elección nacional (con Moreau) tampoco superó ese porcentaje”.
Las intervenciones más esperadas era las del radicalismo. Había expectativa por conocer la opinión del otro partido mayoritario sobre un proyecto que –de acuerdo con los restantes bloques– “consolida el bipartidismo”. El jefe de la bancada, Oscar Aguad, adhirió a lo dicho por Adrián Pérez y atacó el “clientelismo que liquida las internas” con un sinceramiento: “Por mi experiencia radical, el que maneja los planes sociales gana la interna partidaria”. Después reclamó la boleta única “aunque nos perjudica, porque se pierde el efecto arrastre de los partidos con mayor expansión territorial”.
“Por ahí no nos ponemos de acuerdo sobre Boca y River, pero debemos saber si el otro puede hacer goles también con la mano y nosotros sólo con el pie”, dijo el macrista Federico Pinedo, quien le apuntó al oficialismo por no acordar “reglas de juego limpias”. Silvia Augsburger, del PS, afirmó que “hay coincidencia unánime en no apurar los tiempos parlamentarios” y señaló las diferencias sobre las internas que propone el proyecto oficial del que se aplica en Santa Fe: “Allí no hay pisos para los partidos que pueden acceder a los cargos legislativos”.
Desde el centroizquierda, las críticas llegaron por las exigencias que la iniciativa impone a los partidos chicos. “No se puede matar a los partidos emergentes antes de que nazcan, porque no todos los partidos nacen con vocación de mayoría, como los ecologistas, que apuntan a incorporar a la agenda legislativa temas puntuales y concretos”, sostuvo Vilma Ibarra, del Encuentro Popular y Social, que cuestionó las internas abiertas con una pregunta: “¿Qué se quiere fortalecer? ¿A los candidatos o a la ideología y las ideas de los partidos?”. El fueguino Leonardo Gorbacz aseguró que “se puede legitimar a los partidos por sus afiliados o por los resultados electorales pero no se puede pedir ambas cosas”.
“Empecemos de nuevo, no de un pasado que ya no existe”, dijo Carlos Raimundi, del SI, para reclamar una “reafiliación partidaria para sincerar la fuerza de cada partido” y afirmar que el oficialismo “sólo insiste en la interna pero no en su contenido”. “Es un chaleco a medida para restituir el bipartidismo”, agregó Claudio Lozano, de Proyecto Sur, sobre el proyecto oficial, al que consideró como “un conjunto permanente de obstáculos para que las nuevas fuerzas no se puedan desarrollar”.
A esa altura del debate, casi todos coincidieron con los límites que establece la iniciativa sobre el financiamiento político “para que los millonarios no saquen ventaja con su dinero”. El empresario Francisco de Narváez, que siguió el debate pero no intervino, sonreía nervioso ante cada discurso que lo tenía como blanco, aunque el color de su cara se confundía con el de su pelo.
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