Eran las cinco en punto de la tarde. La hora señalada. De repente, desde las tres avenidas principales que confluyen en el Congreso de la Nación, comenzaron a llegar las columnas que pronto poblaron el lugar. Aunque los primeros grupos ya estaban ahí desde poco después del mediodía, con banderas que identificaban a cada delegación con un partido del conurbano, hasta pocos minutos antes de las 17 la Plaza del Congreso estaba semivacía. Pero a la hora en la que estaba previsto el comienzo de la jura de los nuevos diputados, una marea de más de 10 mil militantes oficialistas se movilizó para dar la bienvenida a los nuevos diputados y, en particular, al ex presidente Néstor Kirchner.

Por la avenida Entre Ríos bajaban los grupos que llegaban desde el conurbano: luego del traspié en las elecciones de junio, ninguno de los intendentes K quería dejar que su presencia en esta manifestación pasara inadvertida. Cada columna llevaba más de una bandera y entre todas competían por ver quién golpeaba más fuerte el parche de los bombos. Florencio Varela, José C. Paz, Berazategui y Almirante Brown eran algunos de los municipios con una participación más fuerte. Al frente de este grupo, ocupando un lugar de privilegio en el reparto de la plaza, estaba la Central de Movimientos Populares de Luis D’Elía, quien pronosticaba en cada micrófono que le ponían delante que Kirchner volverá a ocupar el sillón de Rivadavia en 2011.

Desde Callao llegaban los sindicatos y los trabajadores de Anses y AFIP, además de los intelectuales de Carta Abierta. Allí, un grupo de cuatro trompetistas completaba el repiqueteo de tambores, mientras dos viejos militantes del Partido Obrero Revolucionario festejaban el triunfo del Frente Amplio uruguayo y manifestaban su apoyo a la presidenta Cristina Fernández. Otro hombre era la atracción de la tarde gracias a su remera, que decía “Yo sí la voté”. No faltaba el vendedor de cerveza ni el que, por cinco pesos, ofrecía un brilloso póster con el retrato del General, o de Evita, o con la imagen de ambos asomados al balcón de la Casa Rosada.

Pero la principal de las columnas es la que llegó marchando por Avenida de Mayo desde 9 de Julio. Allí, repartidos en una caravana irregular casi trescientos metros, venían los organizadores de esta jornada: las diversas vertientes de la Juventud Peronista, La Cámpora, el Movimiento Evita y el Movimiento de Unidad Popular. Muchos chicos y chicas agitaban banderas y hacían algo que se parecía a un pogo mientras cantaban la marchita. Las remeras de Bombita Rodríguez se mezclaban con las camisetas de fútbol. Al frente, una gran bandera negra con la frase que empapelaba las paredes del barrio: “Néstor va a volver, con la JP”. Y daba toda la sensación de que no estaban pensando en el Congreso.

“No es que sean geniales, pero ¿qué vamos a hacer, esperar que vuelvan los radicales?”, reflexionó Ariel, un militante que llegó “desde Lomas, en bondi”. Aunque, dice, desconfía del Gobierno porque “si llegaron hasta acá, algo seguro que transaron”, para él la ecuación es sencilla: “Ahora tengo trabajo, puedo mantener a mis hijos, mal no me va –asegura–. Acordate el quilombo que era antes”. A su lado, un compañero que no quiso dar el nombre “para no salir escrachado” sostuvo que este gobierno “por lo menos piensa un poco en los pobres”, pero hizo una aclaración: “A Cristina la banco mucho más que a Néstor, que ya está muy quemado”.

Alrededor de las siete de la tarde, cuando en el recinto terminaban de jurar los diputados entrantes y se iniciaba el primer cuarto intermedio para intentar llegar a un acuerdo entre el oficialismo y los opositores, las columnas comenzaron a desconcentrar. El centro porteño era un caos y no faltaron algunos encontronazos entre taxistas y conductores con los manifestantes que interrumpían el tránsito en su retirada. Antes de que el sol se pusiera, ya casi no quedaba gente afuera del Congreso. Adentro, seguían las discusiones.

Informe: Nicolás Lantos.