EL PAíS › MUSICOS Y ARTISTAS RESPONDEN AL MINISTRO
De Gieco a Nebbia, de Vitale a Calamaro, del rock al folklore, la reacción es de incredulidad: nadie puede creer estar discutiendo estas cosas otra vez.
› Por Cristian Vitale y
Eduardo Fabregat
“Don Abel Posse va a ser una bendición para la revista Barcelona.” Convocado por Página/12 para dar su visión sobre el ministro de Educación designado por Mauricio Macri, Andrés Calamaro prefiere la vía de la ironía. “No me parece necesario ampliar: la ironía y el barcelonismo son suficiente elocuencia”, cierra el músico, que acaba de despedir un gran año con shows en el Club Ciudad y el Luna Park. Como les sucede a muchos de los consultados para esta producción, como pudo pulsarse en conversaciones registradas en toda esta semana en el mundillo rockero (y no tanto), las declaraciones del funcionario sobre la dictadura, los jóvenes delincuentes, el rock, la educación sexual, lo ubican muy cerca del terreno del grotesco. Al cabo, también resulta un movilizador de ideas, un tester para mensurar el estado ideológico de una sociedad que a menudo parece partida. Aun contando a favor con cierto adormecimiento de las conciencias, Abel Posse generó un reguero de reacciones.
De eso habla Federico Gil Solá, ex baterista de Divididos, actual integrante de un trío junto a Gringui Herrera y Tito Losavio y un dúo junto a su pareja Laura Ros: “Mauricio Macri nos unió a todos”, señala. “A mí me llama mucho la atención, no puedo dejar de pensar en que es una provocación que busca volver a instalar ciertos discursos, ciertas ideas que tienen la ultraderecha y sus medios. Ya lo intentó con el Fino Palacios... no entiendo muy bien qué es lo que intentan hacer con esto, si es una cortina de humo para mientras tanto hacer otras cosas. Hay que reaccionar, claro, porque por momentos es casi gracioso, casi te da ternura las cosas que dice, o te hace reír porque parece un sketch de Peter Capusotto. Pero entonces recordás que es el ministro de Educación y ya no te hace tanta gracia”. El músico señala además una preocupante cuestión de fondo: “Uno termina volviendo a discutir reivindicaciones que se pensaba que ya estaban asumidas, en vez de empezar a hablar de tantas cosas que tendríamos que estar pensando y hablando. Hay un montón de cosas que quedan relegadas, es como una manera inteligente de distraer.”
Ariel Minimal –ex integrante de Los Fabulosos Cadillacs, cantante y guitarrista de Pez– llega a una conclusión que también ahorra palabras.
“No podemos esperar nada de la gestión de Macri... es como si le diéramos la oportunidad de gobernar a Ricardo Fort”, se ríe, y luego remacha: “A mí, y a mi generación, siempre los políticos nos parecieron muy desagradables, ligados a una cosa que no era en absoluto noble, ni sincera, ni mucho menos saludable. Fue la fuente y el origen de una forma delictiva que continúa hoy día”. Más allá de la visión nihilista, parece cierto que el “caso Posse” reactivó una célula dormida del rock como reacción ante lo conservador. Ante lo reprimido. Ante la idea del control, del cerco a la libertad. Palo Pandolfo lo profundiza: “Si el hijo no rebate, no discute, no enfrenta la imagen paterna, su ser no se desarrolla. No crece”. Pecho, de los combativos Las Manos de Filippi, también oprime esa tecla que el género parecía haber desactivado. Su visión es más política: “El odio hacia los jóvenes se explica en el odio del fascismo hacia cualquier movimiento que modifique el estado de las cosas. Estos guardianes del ‘orden publico’ temen profundamente cualquier idea, ya sea materializada por el arte o el discurso, que ponga en tela de juicio el andamiaje del régimen que defienden. Lo que nos queda hacer a los rockeros es unirnos para repudiar estos dichos y ponerle un freno a la política de criminalización directa del rock y la juventud, contra la brutalidad y el gatillo fácil”.
Algunos de los entrevistados no evitan la analogía entre este Ministro y los educadores de The Wall, de Pink Floyd, donde los jóvenes eran sometidos a una máquina de picar carne. A Tomás Sussman, guitarrista de Las Pelotas, el paralelo le parece inevitable: “No sé por qué extraña que Posse opine así. Es natural que piense eso, lo raro sería que dijera otra cosa”, dice, y mete el dedo en la llaga: “Más de un rockero, yo diría que varios –por desgracia– votaron a Macri, y más de un conductor de radio y TV, y más de un músico de rock también lo votó. Ya es hora que cada uno se haga cargo de lo que decide. Estoy bastante cansado y asqueado de todo esto, hay que terminar con la hipocresía. Me preocupa más de Posse su apoyo a la dictadura, que es infinitamente mas grave que su opinión sobre el rock, que hasta suena ridícula e ingenua al lado de su opinión sobre los crímenes de los milicos. Se esperaba que Macri haga lo que está haciendo, no hace más que demostrar su verdadera esencia... pero hay errores que se pagan muy caro, y los pagamos todos. Parece que es una lección que no terminamos de aprender como sociedad”.
Las definiciones del ministro sobre el rock y la juventud despiertan preguntas en la integrante de un célebre clan dedicado a la música. “¿Será que a Posse le molestan los vientos de libertad, amor al prójimo, igualdad, camaradería y tantas otras cosas que sin prisa y sin pausa se pretende quitarle a la juventud?”, inquiere Marián Farías Gómez y continúa: “Señor, sepa que el rock produce músicos excelentes que nos enorgullecen: Gieco, Nebbia, Charly, Nito, Lebon, Aznar, Porchetto, Lizarazu, Spinetta, Cerati y tantos más que llenarían un periódico completo y le aseguro que lo llenarían de música, alegría y amor por el otro. ¿Dónde estaba este señor cuando desde Woodstock miles de jóvenes clamaron por el cese de envío de soldados a Vietnam, cuando el mayo 68 de París –también con la música rock como estandarte– gritó por la libre expresión y el protagonismo cultural? ¿Dónde en los 80, en la vergonzosa guerra de Malvinas, cuando los rockeros tomaron la posta de los folkloristas –prohibidos por la dictadura– y gritaron por los pobres soldados que en condiciones infrahumanas eran enviados a pelear sin la mas mínima seguridad de volver? Qué lástima que un individuo con esa filosofía sea quien dirigirá los destinos de los jóvenes estudiantes de la Ciudad”.
“Puedo estar en contra del fast food y no por eso voy a cerrar los McDonald’s”, declaró Posse cuando este diario lo consultó sobre la continuidad o no del programa “Vamos las bandas”. Lito Vitale, su coordinador y productor, tiene su visión al respecto (ver aparte). Pero el concepto de la respuesta anida en la vieja idea del rock como “foráneo”. Beto Satragni, bajista uruguayo fundador de Raíces, dice que “ese pensamiento es exactamente igual al que tenían los dictadores militares de ambas márgenes del Plata. Para empezar, el rock fue un fenómeno internacional y acá en el sur gente como Moris, Litto Nebbia, Javier Martínez o Spinetta le dieron mucho más que un carácter local. ¿Acaso tantos temas del rock argentino no son el fiel reflejo de una generación pensante, de un movimiento cuya sensibilidad marca el principio de una filosofía de vida que habló de la ecología cuando nadie ni la mencionaba, o del amor al prójimo, o de los problemas sociales?” El músico, que acaba de compartir escenario con Spinetta en Vélez, señala que la visión de Posse “tira por la borda mas de 40 años de historia musical, intelectual y riquísima culturalmente. Por suerte quedan muy pocos que opinen este tipo de barbaridades”.
Otro planteo es el de Palo Pandolfo. La mirada del cantante está puesta en una paradoja de vieja data. “El sector que él representa es históricamente quien más mira lo foráneo: el objetivo principal son las inversiones extranjeras, hay un complejo de inferioridad con respecto a Inglaterra y Estados Unidos y, remontándonos al siglo XIX, quienes masacraron a los pueblos originarios de la Araucania para repartirse las tierras entre hijos y nietos de españoles... ¡América toda está colonizada por entes foráneos!” Luis Borda, tanguero de ley radicado hace años en Francia, aporta su mirada. “Si el rock fue o es foráneo, no tiene importancia. El tango y el folklore también lo son”, dice e ironiza: “Si Posse cree que el rock fue la fuente de ‘una forma juvenil que ha terminado muy mal’, bueno, habrá que buscar una solución: propongo que las nuevas generaciones de argentinos/as opten por incorporar como música nacional al Gamelan de Nueva Zelanda y ver si tienen mejor suerte... no comparto la opinión imprecisa del ministro, tampoco su tendencia ideológica”.
La ironía también resuena en la apreciación de Juan Quintero, notable guitarrista y cantante del trío Aca Seca, señalado por muchos como una de las revelaciones de este tiempo en el folklore joven. “Interesante opinión la del señor Posse, de la que se puede deducir, de una manera un poco vaga, que el rock no se cuenta entre sus preferencias musicales. En realidad, tampoco debe disfrutar del tango ni de ninguna de las distintas vertientes de la música popular argentina, que comparten, sin excepción, su raíz foránea, su ligazón a cosas que no son muy saludables (intuyo que se refiere al alcohol, las drogas y la vida nocturna), y el haber sido propiciadas en su oportunidad por movimientos juveniles. Seguramente le habrían parecido igualmente amenazantes los compadritos del arrabal que se meneaban al son de un ritmo que años después devino uno de los símbolos más relevantes de la Argentina, el tango.”
Nito Mestre, en cambio, no oculta su preocupación: el ex Sui Generis apunta que “no quiero volver a perder una generación más”, y que la sugerencia de que el rock estupidiza a los jóvenes “es una falta de respeto a la juventud y también a nuestra generación. Me produce una extraña sensación de temor en el estómago”. Suna Rocha –¿quién podría dudar de su vena criolla?– recurre a la metáfora de Silvio: “Creíamos que con todo lo que nos pasó no existiría nunca más este tipo de mentalidades. Es evidente que, como dice Silvio en ‘Sueño con serpientes’, la mato y aparece una mayor. Me parece una opinión temeraria y reaccionaria. También escuché al Sr. Posse reivindicar la figura de Julio Roca, el asesino más grande de nuestra historia, que mató sin piedad a los pueblos originarios. Basta con ir al sur para ver en históricas fotografías color sepia a los hombres y mujeres mapuches colgados de un palo, y atados de pies y manos, cual animales. No estoy de acuerdo con este señor, pero como suele decirse, la culpa no la tiene el chancho, sino quien le da de comer”.
Al filo del cierre, los testimonios se amontonan: Pepe Céspedes, ex bajista de Bersuit Vergarabat, prefiere no darle demasiado “cartel” al funcionario, porque “cualquier respuesta es darle más prensa a un señor que es de otro tiempo, al igual que los bigotitos de Macri”. Para Adrián Barilari, cantante de Rata Blanca, la cuestión central es el estado de la educación y su vínculo con los gobernantes: “Me parece que la educación en los últimos veinte años estuvo despreciada y abandonada por los que nos gobernaron y nos gobiernan. Fue la fuente y el origen de una forma insalubre de educar”, afirma. Juan Carlos Tordó, baterista de La Mississippi, se une a esa consigna que disparó un grupo de resistencia en Facebook (“Abel Posse NO puede ser Ministro de Educación”) que, al cierre de esta edición, llegaba a 25.483 adherentes: “La gente que no tiene sensibilidad para captar los cambios sociales no debería tener cargos tan ligados a la formación”. Walas, cantante de Masacre, arranca de la realidad cotidiana y aterriza en la Biblia: “Existen dos tipos de fascistas: los amateurs y los profesionales. Unos son los tacheros con el cerebro lavado por Radio 10, que votan a Macri y a los quince días se arrepienten y se la pasan puteándolo. Los otros, como en este caso, son los que estudiaron en la Sorbona. No sé cuáles son los más peligrosos, pero es la obligación de los artistas y de los que amamos la libertad combatirlos y, en este caso puntual, tratar de que Abel no nos haga pasar las de Caín”.
El moño, al cabo, lo pone Gil Solá, con la misma contundencia que suele tener detrás de la batería: “Está todo tan polarizado, tan enrarecido, y en el medio aparecen estas cosas... Pero desde cierto lugar lo ‘respeto’ a este tipo, de un modo muy relativo, más que a los que se hacen los progres y ocultan sus verdaderas creencias. Abel Posse está expresando muy claramente un pensamiento. O, quizás, un no pensamiento”.
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