EL PAíS › OPINIóN
› Por Norberto Alayón *
Cáritas es un organismo de la Iglesia Católica, dependiente del Equipo Pastoral Social del Episcopado Argentino. Lleva a cabo una intensa actividad asistencial en todo el país, recibiendo aportes diversos del Estado nacional y de los Estados provinciales, además de contribuciones de sus fieles y particulares en general.
Su logo apareció en una “solicitada” de una página, publicada a principios de mes en un importante matutino, de un extendido grupo mediático, exasperadamente crítico del gobierno nacional. La aparente justificación del logo de Cáritas radica en el hecho de que les piden “a quienes asistan (a un acto) su contribución con alimentos no perecederos para Cáritas Buenos Aires, que estará presente para recibirlos”.
La solicitada convocó a un acto en Palermo, organizado por la Sociedad Rural, Confederaciones Rurales, Federación Agraria y Coninagro. Se trata de un poderoso bloque político-económico, que representa prioritariamente los intereses de los sectores de mayor concentración de riqueza, que se resisten con reciedumbre a reducir las ganancias extraordinarias que en estos tiempos les proporciona el cultivo de soja, mostrándose reiteradamente insensibles a la necesidad del mejoramiento de la sociedad toda.
Aunque empleando en esta ocasión un lenguaje cuasi celestial, organizaron un claro acto opositor (lo cual es legítimo), con argumentaciones hilarantes, si no fuera por la pérfida hipocresía con la que intentan confundir y violentar la más elemental memoria de sus comportamientos históricos en perjuicio de toda la sociedad.
Así mencionaron que “debemos recuperar como país nuestra capacidad de generar riqueza y de distribuirla con justicia y equidad, interrumpiendo la lógica del capitalismo de amigos, que sólo conduce a una mayor desigualdad”. Pero esta propuesta “socializante”, ¿cómo cuadra con los tradicionales intereses oligárquicos, de ayer y de hoy, de la Rural? Lo que sí es cierto es que son expertos en el tema del “capitalismo de amigos”: mantienen sus obscenos privilegios tanto en democracia como en dictadura. Quienes también deben saber algo de este tema del capitalismo de amigos deben ser Francisco De Narváez, el Grupo Macri, algunos grupos mediáticos. Durante el gobierno de Menem, la Rural mantenía muy buenos vínculos con el ex presidente pero, obvio, en esa época no se quejaban.
Y destacaron, con cinismo, que el día 10 en que realizaron el acto “se cumplen 26 años del retorno de la democracia”. Pero resulta que José Alfredo Martínez de Hoz, genuino exponente –al igual que su padre– de la Sociedad Rural, representó objetivamente a esta entidad en la dictadura de Videla, desempeñándose como poderoso ministro de Economía, mientras se desplegaba el más oprobioso genocidio que debió soportar la Nación. Y también la cúpula de la Iglesia Católica apoyó esa y anteriores dictaduras en el país.
La loable iniciativa de solicitar alimentos habilita a preguntarse si Cáritas también estaría presente, autorizando a la vez el uso de su logo institucional, en un acto de alguna otra orientación política. Por ejemplo, en un acto de la CGT, o de Libres del Sur, o de Madres o de Abuelas de Plaza de Mayo. Ahí también podrían recolectar alimentos y además exhibir su logo. Tal vez en esta ocasión Cáritas apeló a la caridad cristiana de los ricos, lo cual evidencia aún más la situación privilegiada de los organizadores del evento.
Claro que es necesario recordar que las acciones filantrópicas, caritativas, benéficas, asistenciales, mantienen y naturalizan los privilegios y las desigualdades. Además, las organizaciones que se dedican a estas actividades siempre son portadoras de determinadas concepciones ideológicas, políticas, religiosas. Sólo se trata de poder identificarlas con precisión, evitando las mistificaciones. La relación entre la acción social y la política es inevitable. La histórica Sociedad de Beneficencia expresaba su modo de entender y de actuar sobre la realidad de manera distinta al posicionamiento que asumió luego la Fundación Eva Perón. El marino Francisco Manrique, fervoroso antiperonista, fue ministro de Bienestar Social del dictador Onganía. El abogado Santiago de Estrada, prominente cuadro de la Iglesia Católica, se desempeñó –durante la dictadura de Onganía– como secretario de Promoción y Asistencia de la Comunidad y, posteriormente, como secretario de Seguridad Social en la última dictadura militar. También fue embajador de Alfonsín ante el Vaticano y secretario de Seguridad Social de Menem, presidente del PAMI y subsecretario de Desarrollo Social; más tarde se transformó en un destacado referente de Unión-PRO, ocupando la vicepresidencia primera de la Legislatura porteña.
¿Será que Cáritas no llegó a percibir el carácter intrínsecamente político del acto en cuestión o bien se dejó llevar por el buen deseo de receptar alimentos para los pobres? ¿Y no calibró el perfil histórico y presente ni la orientación política de las organizaciones convocantes?
En cualquier caso, siempre es bueno reparar en aquellos versos de la tradición española que decían: “El señor don Juan de Robres, con caridad sin igual, hizo hacer este hospital y primero hizo los pobres”. Y también tener presente que los filántropos necesitan más a los pobres que los pobres a los filántropos.
Es que en nuestras sociedades polarizadas, con sectores de altísima e impúdica concentración de riqueza y en consecuencia con sectores de extrema concentración de pobreza, está visto que los ángeles no existen, ni siquiera para los que creen en los ángeles.
Profesor y ex vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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