Lun 09.12.2002

EL PAíS  › HOMENAJE A LAS VICTIMAS DE ASTIZ EN LA PARROQUIA DE LA SANTA CRUZ

Cuando las Madres desaparecían

Hace 25 años, un grupo de tareas de la ESMA secuestró a la monja francesa Alice Domon y a un grupo de familiares de desaparecidos en la puerta de la iglesia donde se reunían. Astiz, infiltrado entre las Madres, fue el encargado de identificar a los que serían secuestrados.

› Por Laura Vales

A Esther Careaga la dictadura le secuestró a su hija menor. La joven fue liberada después de cuatro meses, pero Esther, que se había sumado a las Madres de Plaza de Mayo, siguió yendo a sus reuniones. Las otras le decían: “No vengas más, no te arriesgues, tu hija ya apareció”, pero ella contestaba que no iba parar hasta que no encontraran a los hijos de todas. El 8 de diciembre de 1977, un grupo de tareas de la ESMA se la llevó, junto a la monja francesa Alice Domon y otras cinco personas, a la salida de la parroquia Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal. En los dos días siguientes, los marinos secuestraron también a Azucena Villaflor, la primera presidenta de las Madres, a la hermana Léonie Duquet y a otros tres integrantes de la agrupación. Ayer, cuando se cumplieron 25 años, los doce desaparecidos fueron recordados en el mismo lugar de donde se los llevaron.
El acto de homenaje, que se realizó en el Calvario de la parroquia, reunió a familiares de las víctimas, organismos de derechos humanos, fieles y vecinos. Estuvieron las dos sobrevivientes de aquella tarde, María del Rosario Cerrutti y Nélida Chidicimo; ambas participaban de las reuniones que las Madres hacían en un salón de la iglesia de los curas pasionistas en los inicios de la dictadura.
En aquel grupo que buscaba a sus parientes desaparecidos se había infiltrado el ex teniente naval Alfredo Astiz. “Decía que tenía a un hermano desaparecido. Ese día estaban juntando dinero para publicar una solicitada y él los fue marcando uno a uno”, señaló Taty Almeida, de Madres, Línea Fundadora. “Aquella tarde, él usó la excusa de que tenía un billete grande y necesitaba cambio para hacer su aporte. Así, fue preguntando a los que quería marcar si tenían cambio, saludándolos, identificando a la gente ante el grupo de tareas.”
Chidicimo recordó lo que pasó después: “Yo estaba en la parte de adentro de la iglesia cuando escuché que una de las chicas gritaba, entonces salimos y vimos que un grupo de hombres se llevaban a las personas que estaban en el patio. Entre ellas estaba una de las monjas”. Los cargaron en varios autos. En ese momento casi nadie sospechaba de Astiz. “Nosotros confiábamos en él, lo vimos de nuevo a los ocho días y fue como si nada, si hasta le dijimos que tuviera cuidado, que el lugar estaba lleno de policías.”
La jornada de homenaje comenzó con una procesión desde el Hospital Ramos Mejía hasta la iglesia, en la que la memoria se mezcló con la celebración religiosa (el catolicismo festejó ayer el Día de la Inmaculada Concepción) y el reclamo por salud, educación y trabajo. Una vez que la marcha llegó a la puerta de la parroquia, se descubrió una placa recordatoria. Luego se realizó el acto central, en el que hablaron los familiares de las víctimas.
“Nuestra abuela fue una de las personas que desaparecieron esa tarde”, dijo Ana, nieta de Esther Careaga, que hoy tiene 25 años y está esperando a su primer hijo. “Ella pudo conocer solamente a uno de nosotros, pero todos nosotros conocemos su lucha. Hace 25 años, cuando mi abuela entraba hacia la muerte, yo estaba naciendo; ahora viene en camino su bisnieto. El es la prueba de la continuidad de la lucha y de la vida.”
Carlos Oviedo recordó a su hermana Patricia, también secuestrada el 8 de diciembre del ‘77. Cerrutti quiso destacar a sus compañeras como ejemplo de lucha.
“Solas no hubieran podido hacer nada, pero peleando juntas fueron un obstáculo para la dictadura”, señaló. “Por eso destaco la propuesta inicial de las Madres: cuando el peligro es tan grande, hay que enfrentarlo con unidad y solidaridad.”
La comunidad de la parroquia, convocante del acto junto a Madres - Línea Fundadora, reclamó la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. “Hace 25 años la falsedad, el engaño y la traición dieron su fruto en este mismo sitio”, dijo un integrante de la comisión de derechoshumanos del lugar. “Alfredo Astiz, prototipo de lo peor del ser humano, quedó libre por imperio de las leyes de impunidad como tantos de su misma condición. Por eso hoy, en la conmemoración de aquel hecho, sentimos la ineludible obligación de denunciar otra vez el daño casi irreparable que las leyes de Punto final y Obediencia debida, y los indultos ocasionaron a la Nación. Desde este lugar reclamamos a la Corte Suprema un pronto despacho de la causa que debe determinar su inconstitucionalidad y nulidad.”
Junto a las Madres participaron del homenaje las Abuelas de Plaza de Mayo, el Serpaj, Familiares de Detenidos-Desaparecidos, la Asociación de ex Detenidos y el Centro de Estudios Legales y Sociales, entre otros organismos. Por la noche, la jornada cerró con una misa en recordación de los desaparecidos.

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