Plantear que el Gobierno bloquea al Congreso parte de un análisis basado en una óptica binaria, no inocente, que ve a la política bajo un esquema amigo-enemigo, reduccionismo que configura al oficialismo y a la oposición como bloques homogéneos, sin comprender las fisuras y los intereses cruzados de cada sector, grupo o referente político.

Para salir del juego schmitiano, es mejor pensar la política desde el TEG (Táctica y Estrategia de la Guerra), donde hay múltiples jugadores y, si bien todos pueden tener el mismo objetivo general, cada actor tiene su objetivo particular. Algo más acertado al ver el movimiento de la política argentina, donde las articulaciones del oficialismo tratarían de anular las de la oposición.

En este marco, comprender que los intereses de Duhalde y De Narváez son cruzados a los de Macri, y a su vez, los del peronismo disidente son diferentes del esquema Cobos, con su respectiva interna con Morales y Sanz, y éstos a su vez con sus aliados socialistas... y sin saber qué hacer con Carrió. En definitiva, un combo que no es una cajita feliz.

El oficialismo tiene por desafío recomponer un bloque de gobierno, diferente del esquema de redistribución por retenciones, que lo dejó subordinado a la rebelión fiscal de los agronegocios, algo difícil por cierto, más cuando al seducir al peronismo sindical, municipal y provincial, genera ruido en sus aliados progresistas, que se ven atraídos por Pino Solanas.

Recomponer la agenda política, y con ella la parlamentaria, es todo un trabajo cuesta arriba si no hay recuperación económica, que debe encarar con cautela, pero también con osadía, para desafiar y operar sobre las contradicciones del arco opositor, sumar aliados y al menos mantener los marcos encarados desde 2003: nueva inserción internacional, rol activo del Estado, políticas inclusivas y redistribución de ingresos.

* Politólogo UBA/Unsam; Centro Debate y Cultura Socialista.