EL PAíS
Hoy va el “Pato” a la Corte
Como premio a una carrera atípica que lo llevó de los “jóvenes brillantes del peronismo” en 1983 a la presidencia del Senado, el cordobés Juan Carlos Maqueda cumplirá hoy su sueño de ser ministro de la Corte Suprema de Justicia. El prestigio jurídico, los líos con las mujeres y la habilidad para que nadie le cuestione su declaración de bienes.
› Por Mónica Gutiérrez
Los que lo conocen aseguran que Juan Carlos Maqueda, en el día de su cumpleaños número 53, está cumpliendo el mayor de sus sueños: ocupar un sillón en la Corte Suprema de Justicia. El acuerdo entre Eduardo Duhalde y José Manuel De la Sota les vino como anillo al dedo a sus aspiraciones personales, que hizo crecer a la par de su prestigio como constitucionalista de consulta obligada en la provincia. Su ambiente predilecto son los pasillos legislativos y su hobby la rosca política; hace años es el preferido de De la Sota cuando de asesoramiento técnico se trata y la relación entre ambos sólo fue alterada por la interferencia de la esposa del gobernador, cuando Maqueda integraba el gabinete.
El desde hoy juez supremo no es de confrontar ni asumir posturas contundentes, pero ha logrado ubicarse en los lugares más expectables de la política desde el ‘83 hacia acá y construir una imagen casi pulida con el correr de los años. Aunque fue cuestionado ante su polémico doble voto en la derogación de ley de subversión económica y por el aumento de viáticos a los senadores.
Maqueda no hizo carrera judicial sino política y, más estrictamente, legislativa. Fue diputado provincial y nacional, constituyente municipal cuando la ciudad de Córdoba reformó su carta orgánica, convencional provincial dos veces y miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1994. Se recibió de abogado en la Universidad Católica de Córdoba, donde también dio clases y trabajó como secretario técnico de la Facultad de Derecho.
Líos de mujeres
El flamante ministro de la Corte nunca militó en el sentido estricto de la palabra. “No vamos a recordarlo precisamente por su entrega al partido, ni trabajando en las internas, ni pegando afiches”, dijo de él un viejo dirigente. Desde su imagen pública, el cordobés siempre cultivó un perfil intelectual. Integraba el grupo de “jóvenes brillantes del peronismo” de Córdoba del ‘83, junto a nombres como Alejandro Mosquera y Julio Badrán. En ese primer período democrático llegó a ser diputado provincial con la lista del peronista ortodoxo Raúl Bercovich Rodríguez, enfrentado políticamente a De la Sota, quien lideraba la renovación. En aquellos tiempos vivía una tumultuosa relación de pareja con la entonces diputada peronista Nora López, quizás el único suceso de la vida privada de Maqueda que trascendiera públicamente, al punto de ser recordado como una época de escándalos dentro del PJ cordobés a causa de las desavenencias que derivaron en serias discordias partidarias.
En el ‘86 se pasó a las filas renovadoras y la Convención Constituyente de 1987 lo encontró junto a De la Sota integrando el bloque del Justicialismo Renovador-Democracia Cristiana. Desde ese lugar se opusieron a la reforma que le permitió a Eduardo Angeloz su tercer mandato como gobernador. Pasó por la Cámara de Diputados de la Nación y cuando el PJ triunfó en Córdoba, recaló nuevamente en la provincia en 1999, esta vez como ministro de Educación. En el equipo de De la Sota fue siempre un componedor, pero el poder que ostentaba Olga Riutort lo sacó de quicio en una reunión de gabinete y su intervención terminó mal: la mujer del gobernador le habría propinado una cachetada tras la discusión. Aunque más tarde lo negaran, la anécdota le valió ser el centro de las bromas por varios meses en la Casa de Gobierno. En esa reunión se debatía la reducción de los subsidios estatales a las escuelas confesionales, con lo que Maqueda estaba en desacuerdo.
Cuestiones de dinero
No fue protagonista de grandes sobresaltos en el Ejecutivo, salvo cuando se lo acusó de favorecer a la empresa Chrysler en una compra millonariaque la provincia y la Municipalidad realizaron para equipar con camionetas cuatro por cuatro a los gobiernos y a la policía.
La hermana de Maqueda, gerente de Relaciones Públicas de la firma automotriz, había sido el vínculo para la operación según la investigación que realizo la Fiscalía Anticorrupción y que terminó con una denuncia penal, finalmente desestimada en la Justicia.
Maqueda nunca integró el círculo íntimo del delasotismo, pero siempre fue el comodín del gobernador y una pieza clave en su lanzamiento nacional. Fue el hombre ideal para no exponer a su mujer como cabeza de lista de senadores nacionales y, aunque por un margen menor al esperado, para ganarle al radical Ruben Martí en las elecciones de octubre del año pasado. Antes había presidido la Convención Constituyente con la que De la Sota concretó la primera etapa de su publicitada reforma política en Córdoba.
La negativa de los bloques opositores a jurar la nueva Constitución y los agudos cuestionamientos al nuevo sistema que terminaron en la Justicia empañaron la fiesta; igual, Maqueda fue el artífice de la unicameral cordobesa que se estrenó en diciembre pasado.
Desde 1983 hasta hoy, el Pato Maqueda vivió siempre de la política. En la declaración de bienes que les presentó a los medios el año pasado no quiso responder sobre depósitos en el exterior ni otras inversiones y solo aseguró tener un departamento en Buenos Aires, dos en Córdoba y una casa en un coqueto barrio cordobés. El corralito, según su declaración, sólo le habría afectado una caja de ahorros en el Banco de Córdoba con 14 mil pesos.
Pocos tachones tiene para explicar Maqueda en su legajo. El fiscal federal Carlos Stornelli le promovió acción penal por haber emitido un doble voto que hizo posible la derogación de la ley de subversión económica, tal como lo exigía el FMI. Según el fiscal, Maqueda cometió delito cuando el 30 de mayo votó en su condición de senador y luego provocó el desempate como presidente de la Cámara alta. También debió sortear el escándalo por el aumento de viáticos a los senadores. En marzo pasado, firmó un adicional de 1200 pesos por desarraigo para los 65 legisladores que viven a más de 200 kilómetros de la Capital Federal, aunque trató de explicar la medida en un “blanqueo” de los gastos de movilidad.
En marzo del 2001 el entonces presidente Fernando de la Rúa reconoció haberle ofrecido, a través de De la Sota, el Ministerio de Educación de la Nación que dejaba vacante Hugo Juri. Pero los acontecimientos políticos le tenían reservado otro papel: formó el grupo fuerte de los senadores que socavaron el poder de la Alianza en el Congreso, junto a Ramón Puerta, José Luis Gioja y Marcelo López Arias. “Debemos tener la presidencia en las dos cámaras, eso nos da más compromiso”, declaró cuando todavía era ministro de De la Sota. Ya en noviembre de 2001 la mayoría justicialista colocó a Puerta y a Maqueda como presidente y vice del Senado, lo que fue leído como un golpe institucional en el gobierno delarruista. Cumplió un rol protagónico al frente de las dos últimas asambleas legislativas que designaron presidentes, primero a Adolfo Rodríguez Saá y luego a Eduardo Duhalde. Desde el 4 de enero se convirtió en la segunda autoridad del país cuando el Senado lo nombró presidente provisorio en lugar de Puerta.
Ahora recibió el premio final.
Subnotas