EL PAíS › REPORTAJE A HECTOR TIMERMAN ANTES DE SU ASUNCION COMO MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES
En diálogo exclusivo con este diario, Timerman dijo que “la Argentina no es un país antisemita”, definió una política de acercamiento a Uruguay, afirmó que profundizar la unión con Brasil es una prioridad y habló de Irán y los Estados Unidos.
› Por Martín Granovsky
Héctor Timerman llegó pocas horas atrás en avión desde Washington. Sentado en un sillón de su departamento, recibe a Página/12 delante del cuadro de un pintor uruguayo. Muestra a un hombre grande leyendo el diario en un bar. Muy cerca, dos enormes bibliotecas exhiben ficción, en inglés y en castellano, historia y política internacional. Timerman anuncia qué hará como canciller del gobierno que integra desde 2004 y hasta cuenta por qué se hizo peronista.
–Soy peronista por dos hechos –dice a Página/12–. Uno, haber escuchado a Jorge Taiana en mi casa hablar sobre el peronismo cuando yo tenía 14 años.
–¿Taiana, el ministro de Juan Perón, o Taiana hijo, que acaba de ser canciller?
–Jorge hijo. Era amigo de la familia. Y me marcó mucho.
–¿Y la segunda causa?
–Haber escuchado a Goyo Peralta, el boxeador, que en la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse le dedicó una pelea al general Perón porque le había dado el primer par de zapatos. Eso me llegó mucho. También comprendí a los procesos populistas y su modelo de construcción política para llegar a una sociedad con una justicia social más amplia.
–Por influencia familiar no debe haber llegado el peronismo. Fui discípulo de Jacobo Timerman. No lo recuerdo precisamente cantando la marchita.
–(Sonríe). Decía que algo habría hecho mal para que le saliera un hijo peronista, religioso y de Boca. Sin embargo, ninguna de las tres cosas impidieron que durante toda la vida yo tuviera una extraordinaria relación con él. Además, tuvo la gentileza de regalarme una foto autografiada que recibió del general Perón. Mi padre no era peronista, pero con Perón se respetaban.
–¿Cuáles serán los principales objetivos de Timerman canciller?
–Profundizar la presencia argentina, principalmente en los aspectos regionales y en la construcción de los lazos con América latina. Abrir nuevos mercados. Consolidar los mercados existentes. Colaborar en la colocación no sólo de productos industriales sino en productos agrícolas con trabajo añadido. Defender los intereses nacionales en todos los órdenes, incluyendo la soberanía sobre las Malvinas.
–¿Qué orden ocupará Brasil en el ranking?
–Brasil es prioritario. La relación dio sus frutos. Vamos a seguir profundizándola en la misma senda. Con Brasil estamos construyendo una unión basada en una fuerte coincidencia de intereses, en posiciones comunes en los foros internacionales y en la integración económica del Mercosur. Para la Argentina, el Mercosur es el núcleo de la política integradora tanto a nivel político como económico.
–¿Y los Estados Unidos?
–La Argentina tiene con EE.UU. el vínculo que deseamos tener con la primera potencia mundial. Nos falta lograr la apertura de los mercados agrícolas, cerrados desde hace varios años, y al mismo tiempo profundizar los buenos lazos que tenemos, por ejemplo en la lucha contra el narcotráfico y la seguridad nuclear. La Argentina es reconocida como un líder de América latina en investigación y desarrollo de energía nuclear y por lo tanto tenemos un buen nivel de intercambio de opiniones con los Estados Unidos. Con los Estados Unidos, igual que con el resto de la comunidad internacional, la Argentina basa su política en la defensa a ultranza de los derechos humanos y el principio de resolución pacífica de los conflictos internacionales.
–¿Hasta ahora cuál es el obstáculo para mejorar comercialmente la relación con Washington?
–En los temas políticos ellos aceptan nuestras posiciones y nosotros las de ellos. Pero en los temas comerciales hay mucho condimento de política doméstica: el gobierno federal ve reducido su potencial de maniobra por los intereses de los Estados. Volviendo a la política internacional, tenemos una muy buena coordinación en el trabajo dentro del G-20. Ahora, por ejemplo, estamos elaborando juntos un proyecto de lucha contra la corrupción que se verá plasmado seguramente en la cumbre de Corea en noviembre de 2010. La relación que tenemos es la que queremos tener.
–Con Estados Unidos siempre hubo frases para nombrar la relación: “Relaciones carnales”, “relaciones intensas”...
–Prefiero ser más concreto. A veces se utilizan criterios de amistad. Y eso no define nada. Confunde, porque no vamos a ceder cosas vitales en pos de una amistad que no traiga beneficios para la sociedad argentina. Los países mejoran su relación en la medida en que sus intereses sean convergentes. Entonces, las relaciones serán más fluidas o menos fluidas.
–¿Cómo son de fluidas las relaciones con los Estados Unidos?
–Son muy fluidas.
–¿La actitud ante Irán es uno de los ejes de esa fluidez?
–El caso de Irán es sencillo. La Justicia argentina pidió la extradición de funcionarios iraníes porque dice tener indicios de su participación en el atentado a la AMIA y quiere indagarlos. Interpol aceptó el pedido de la Justicia argentina. Le queda a Irán extraditarlos para que sean sometidos al debido proceso en la Argentina. Siempre apostamos al camino de la justicia y del respeto por los derechos humanos. Pero Irán tiene que entender que mientras nuestra Justicia lo reclame, la Argentina no dejará de insistir en que quiere llevar a esas personas a juicio. Hemos sufrido dos atentados, primero contra la Embajada de Israel y luego contra la AMIA. Desde 2003, el Gobierno decidió que acompañará los pedidos de la Justicia. No apelamos a ningún otro camino. No vamos a apoyar ningún otro camino.
–Brasil y los Estados Unidos no coinciden en el caso de Irán.
–Ya definí qué lugar ocupa Brasil y qué lugar ocupan los Estados Unidos en la política exterior argentina. Son lugares importantes. Y también expliqué nuestros objetivos en relación con los atentados y la investigación judicial. La Argentina respeta la política exterior de todos los países y, de la misma manera, exige respeto por la política exterior de nuestro país.
–Está de moda usar la palabra chavista como elogio o acusación. ¿Hay un Timerman chavista?
–No. Soy peronista. Si hablamos de Venezuela, nadie puede dejar de reconocer que el presidente Chávez está legitimado por más de 14 elecciones. No hay ningún otro líder en América latina que haya recibido tanta legitimación en procesos democráticos. Y Chávez jugó un rol muy importante en la unión regional.
–Al mismo tiempo, hay un editor preso.
–Creo en la libertad de expresión. Los medios tienen que tener todas las garantías para poder expresarse. No estoy de acuerdo en que los medios usen la libertad de expresión para obtener beneficios económicos o políticos.
–¿Por qué no? ¿Cuál sería el problema?
–Que entonces la expresión se utiliza no para informar sino para otros objetivos.
–¿No es mejor que esa diferencia la establezca el público y no el Estado?
–Quiero dejarlo bien claro: fundé organismos de derechos humanos y a favor de la libertad de expresión y estoy orgulloso de haberlo hecho. No cambié de forma de pensar. No estoy a favor de ningún tipo de censura. Lo que digo, a la vez, es que el Estado tiene responsabilidades y no puede estar ausente. Cuando el Estado se ausenta su lugar lo ocupan las grandes corporaciones y la política termina generando un efecto contrario a los intereses de la sociedad. Los medios no deben ser guardaespaldas de los intereses económicos de sus dueños.
–¿Qué puede hacer el Estado?
–La nueva ley de medios democratizará el acceso a la información y el acceso a brindar información.
–Lo primero está claro.
–Lo segundo es así: hay grupos de la sociedad que carecen de la posibilidad de expresar sus opiniones. La centralización de medios, el monopolio o los oligopolios impiden, por dar sólo un ejemplo, que los pueblos originarios o las comunidades pequeñas tengan cómo expresarse. Bueno, eso será subsanado. Por eso se oponen los medios concentrados: quieren ser los únicos que emitan información y opinión.
–Ya que hablamos de medios, ¿cuál es el sentido de las apelaciones directas a los redactores de Clarín?
–Suelo hablarles públicamente por distintos motivos. Por lo pronto, ninguno de ellos es responsable de lo que sucedió durante la época de la dictadura. Pero adoptaron en muchos casos una defensa férrea de la empresa donde trabajan en el caso, por ejemplo, de Papel Prensa. Mi temor es que de alguna manera queden moralmente como parte de temas que han sido y son muy cuestionables. Sería bueno que tengan un diálogo fluido con las víctimas, que averigüen y que se pregunten si están de acuerdo con lo que pasó. Pueden no escribir sobre el tema, por supuesto. Pero si escriben, deberían tener una opinión basada en los hechos concretos. En este punto me llamó la atención que un accionista de Papel Prensa y de Clarín haya estado presente en una entrevista con una de las víctimas del caso Papel Prensa, como Rafael Ianover. Nunca escuché ni leí sobre una situación similar, en la cual un accionista se sienta a monitorear una entrevista. El diario puede publicar o no, pero no estar presente.
–¿Fanático ultrakirchnerista?
–No soy fanático. Pero soy lúcido, y creo que este proyecto de transformación social que comenzó en 2003 atenta contra muchos intereses de la economía y la política acostumbrados a regular y regir los destinos del país. La pelea con esos grupos me llevó a defender al gobierno del que soy parte, porque hay una política de desestabilización. No quiero que nunca más un gobierno elegido por el pueblo termine por presión de los lobbies. Contra eso es que me rebelo y acreciento mi identificación con las políticas del gobierno.
–¿Qué es exactamente desestabilización?
–No hay militares dispuestos a una intentona golpista, obviamente. Lo que algunos hacen es mostrar como un fracaso permanente justo lo que algunos creemos que son las mejores políticas de este gobierno.
–¿Por ejemplo?
–Me cansé de escuchar que la Argentina está aislada y que nos iban a expulsar del G-20. Leí y vi muy poco otro dato: entre los miembros del G-20 hay tres países con superávit, que son Chile, Indonesia y la Argentina. Hay una ofensiva permanente contra el ministro Julio De Vido. Responde únicamente a tratar de debilitar la férrea defensa de los intereses nacionales y de la sociedad argentina ante empresas que históricamente recibían más ayuda del Estado que los más pobres.
–¿No es peligroso hablar de desestabilización? Puede sonar a una descalificación del derecho a criticar.
–Defiendo a rajatabla el derecho a expresarse. Y con el mismo derecho digo que cualquiera que lee los diarios o que tiene algo de experiencia sabe distinguir la información de la desinformación. En dos días, nada más, Jorge Taiana pasó de ser el canciller de un país aislado a una especie de conductor de la política exterior. Es tan falso lo uno como lo otro. La Argentina no estaba aislada. Y la estrategia de política exterior la fija la Presidenta.
–¿Es un anuncio de que no habrá cambios?
–¿De estrategia? Claro que no habrá cambios. Puede haber matices en la ejecución. Me alegro de que algunos ahora rescaten el trabajo de Jorge. Lástima que antes lo denostaran.
–¿Hablar de desinformación no es cuestionar el derecho a la opinión divergente?
–No, nada que ver. Que cada uno opine lo que quiera. Este gobierno promulgó la ley eliminando la querella por injurias y calumnias de funcionarios contra periodistas. No coincido con la línea editorial de La Nación, pero ahí está. Defiende los mismos intereses desde el 4 de enero de 1870. Eso es conducta. Leer La Nación es como hablar con un miembro del Jockey Club.
–¿Habrá una política especial para los diplomáticos de carrera?
–Sí. Quiero incorporar a los niveles más altos a una nueva generación. La Cancillería tiene que estar al servicio de la política exterior del país. Los funcionarios que sirvan al Estado argentino no van a tener ningún problema conmigo. Quienes no tengan esa actitud y no crean o no puedan defender la política exterior que fija la Presidenta, que es la jefa del Estado, tendrán que dar un paso al costado. Confío en la gran capacidad del diplomático que será mi vicecanciller, Alberto D’Alotto, quien era jefe de Gabinete de Taiana.
–¿Por qué la elección de D’Alotto?
–Es un gran profesional que ha resuelto de una manera muy satisfactoria problemas importantes de nuestra política exterior. Es uno de los profesionales más inteligentes que hay en la Cancillería y tiene experiencia en la resolución reservada de situaciones complejas, con grandes beneficios para el país.
–Ya que hablamos de situaciones complejas, la crítica habitual es que para Venezuela hubo una Cancillería paralela.
–No, hubo una Cancillería paralela en la imaginación de algunos periodistas.
–¿El ex embajador en Venezuela, Eduardo Sadous, irá a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados?
–Voy a hablar con Sadous. Estoy convencido de que sabe, como profesional que es, que por ley los embajadores no pueden revelar información confidencial. En caso de hacerlo estarían cometiendo un delito.
–¿Y ante la Justicia?
–Un funcionario tiene la obligación de llevar a la Justicia toda información sobre un presunto delito.
–Y ahí no hay trabas.
–Nunca hay trabas para la soberanía de la Justicia. Pero estamos hablando del Congreso. Como canciller, voy a evitar que se revelen secretos confidenciales que lleven a Sadous a violar sus responsabilidades legales. En lo que a mí respecta también trataré de evitar, con todo respeto por la división de poderes, que el Congreso transforme en un escándalo político algo que no lo es.
–En 2007 y 2008 el plácet en Washington se demoró por el caso de Guido Antonini Wilson...
–Bueno, después quedó claro que Antontini buscó un refugio en Estados Unidos y actuó de la manera necesaria para inculpar al gobierno de Chávez. Ya están todos en libertad. Siempre me llamó la atención que si Antonini trabajaba para Chávez buscara refugio en los Estados Unidos.
–¿Tiene un significado especial ser el primer judío que llega a canciller en la Argentina?
–Sí. Muestra un avance de la sociedad argentina. Es un producto de lo que aprendimos desde el fin de la dictadura. La sociedad argentina sabe que algunas minorías, como la judía, fueron perseguidas con una intensidad especial. Con los años de democracia los prejuicios fueron desapareciendo. Tenemos que avanzar mucho todavía, pero quien haya venido a la Argentina predictadura y quien venga posdictadura se dará cuenta de que somos uno de los países más abiertos y más respetuosos de las minorías. Por eso me parece importante que se apruebe la ley del matrimonio para personas del mismo sexo. Así la sociedad irá resolviendo más temas a favor de la diversidad. Tal vez algún día también tengamos un jefe de Estado Mayor de alguna de las Fuerzas Armadas que sea judío.
–¿La Argentina es un país antisemita?
–No, no es un país antisemita. Hubo sectores antisemitas en círculos muy poderosos durante las épocas dictatoriales. Pero no encuentro en el pueblo argentino elementos antisemitas. Al contrario: creo que el hecho de que las dictaduras militares siempre hayan tenido prejuicios contra los judíos hizo que se construyera una buena relación entre la comunidad judía y los sectores populares. Ambos fueron, a su vez, perseguidos por esos gobiernos autoritarios.
–¿Llega un canciller de la comunidad judía?
–No. El martes asume el canciller del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
–Cuando conversamos en 2004, frente a la designación como cónsul en Nueva York, registré una comparación entre la política económica de Néstor Kirchner y el New Deal de Franklin Delano Roosevelt. Hoy, frente a la crisis, la discusión vuelve a ser si reactivar o ajustar.
–Son erróneas las políticas de ajuste urbi et orbe. Creemos, con varios de los países del G-20, que las políticas de ajuste deberían ser moderadas y de ningún modo perjudicar a los sectores más desprotegidos. Para nosotros una política correcta implicaría una reprogramación de la deuda combinada con generación de trabajo digno y protección a los más desprotegidos. Esto es lo que plantean muchos de los economistas más importantes del mundo, entre ellos Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Estados Unidos comprendió que el descontrol que reinaba en Wall Street fue uno de los desencadenantes de esta gran crisis que estamos atravesando. La creación de productos financieros que los consumidores ni siquiera entendían ni en su funcionamiento ni en sus efectos fue una catástrofe. Es bueno que Barack Obama coloque otra vez la regulación sobre el sector financiero, que estuvo regulado desde Roosevelt hasta que políticas conservadoras abrieron la puerta a la economía del casino, la gambling economy. También nos preocupa en el G-20 el control sobre los paraísos fiscales y las agencias calificadoras de riesgo. Ambas son herramientas que no ayudan a los países, pero son utilizadas por financistas sin escrúpulos para atacar las economías. Antes se contentaban con atacar a la Argentina o a algún otro país emergente. Hoy, más lanzados, lo están haciendo en la propia Europa. La responsabilidad la tiene la desregulación financiera, del mismo modo que la tuvo en 2001. No fueron los pueblos de América latina, en aquel caso, los culpables de la crisis. Por eso en el G-20 vamos a acompañar toda política que reduzca el riesgo financiero y que coloque al capital al servicio de la industria y la economía real.
–Se levantó el corte en Gualeguaychú.
–Me alegra que estemos en vías de solucionar un conflicto tan largo y por el que recorrimos tantos caminos. Y que lo hagamos sin víctimas. Entre el tiempo y la sangre, el tiempo. Ahora, una parte de la política exterior consistirá en resolver la cuestión del monitoreo del río Uruguay, tal como lo firmaron la Presidenta y el presidente uruguayo, teniendo en cuenta que del otro lado hay un país hermano. No concibo una política exterior que no tenga en cuenta que con Uruguay somos hermanos. De esto surgirá una política ambiental moderna, que sea ejemplar y que favorezca a los dos pueblos.
–¿Habrá una estrategia para impedir nuevos desarrollos petroleros en el área de las Malvinas?
–Con este caso, la Argentina no dejará nada de lo que tenga que hacer para defender los intereses nacionales y proteger nuestros territorios, tanto en el continente como en la plataforma continental marítima. Hemos dado muestras de que queremos resolver el conflicto de las Malvinas pacíficamente y sentados a una mesa de negociación. Si en esa mesa no estamos sentados, no ha sido por la Argentina.
–Una parte de la culpa la tiene Leopoldo Galtieri. Resolvió el desembarco cuando venía dándose un proceso de negociaciones.
–Estaba hablando del período democrático. ¿O acaso hay alguna duda, en casi 27 años de democracia, de que la Argentina tiene vocación pacífica? Las Malvinas son una buena prueba para las Naciones Unidas: las resoluciones deben ser cumplidas por todos. Como diría George Orwell, no puede hacer algunos más iguales que otros.
–¿El canje fracasó?
–No, de ninguna manera. Estamos haciendo el canje más grande del momento durante la peor crisis económica desde 1930. A pesar de eso la Argentina tiene la fortaleza de resolver esta situación porque fue consecuente con su política económica y no cedió ante los intereses de los fondos buitres y sus representantes locales.
–¿Qué instrucciones habrá desde la Cancillería para fortalecer Unasur?
–La llegada de Kirchner es un reconocimiento al rol que ocupa la Argentina en América latina y al liderazgo de Cristina en política exterior. El mandato de Néstor Kirchner como secretario de Unasur le va a dar fluidez y dinamismo. Es lo menos que podemos hacer por el sueño de nuestros padres fundadores de una América latina unida, progresista y democrática. Por supuesto Kirchner contará con todo mi apoyo y con todo el apoyo que necesite para llevar adelante esta función, que es un honor para él y un honor para la Argentina.
–¿Habrá canciller twittero?
–Sí, con Twitter y con Facebook.
–¿No está contraindicado para un canciller?
–Yo antes que canciller soy un ciudadano. Y como ciudadano ejerzo mi derecho a opinar sobre cualquier tema que desee. El Twitter y el Facebook son dos herramientas imprescindibles para la política moderna. Permiten que me comunique con miles y miles de personas sin pasar por el filtro de los medios. Así dialogo, no sólo transmito. Voy a seguir militando en las redes sociales, que son a la actualidad lo que fueron las paredes para los militantes políticos durante muchos años.
–¿No es contradictorio que hable del filtro de los medios alguien que hasta 2004 fue periodista?
–No, porque no estoy hablando contra los medios. Los medios ejercen su derecho de elegir la noticia que debe ser publicada. Y yo quiero tener un diálogo con la gente sobre los temas acerca de los que la gente y yo queremos dialogar, y no sobre la agenda que nos marcan los medios, incluido este medio con el que estoy hablando en este momento. Las preguntas que estoy contestando ahora no reemplazan el Twitter y el Facebook. Este reportaje no me da la posibilidad de dialogar en forma directa con cada uno.
–¿Cuál será la fórmula de juramento, el martes?
–Sea cual fuere, voy a tener en mi corazón la memoria, la verdad y la justicia y mi compromiso formal de trabajar para consolidar la democracia y la representación popular.
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