EL PAíS
› DETALLES DE UNA NOCHE UNICA
Argentinos entre Lula y Fidel
› Por Eduardo Tagliaferro
Más de mil personas esquivaban la llovizna para dejar su saludo al flamante presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Fue el 1 a la noche en el Palacio Alvorada (el equivalente brasileño de la quinta de Olivos). Sentados a una pequeña mesa, el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, el intendente de Rosario, Hermes Binner, la diputada nacional Alicia Castro y el secretario general de la Central de los Trabajadores Argentinos, Víctor De Gennaro, alzaron sus copas y brindaron por el triunfo de Lula y “por la unidad”. Algo que en la Argentina no se consigue.
“Ayudarlo a usted es también ayudarnos a nosotros”, fue la respuesta de Estela de Carlotto a Lula cuando llegó su turno de saludarlo. El abrazo del presidente brasileño conmovió a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, que recuerda que “en los ‘80 solía participar en un morro de San Pablo de reuniones clandestinas con gente del PT para tener algunos datos de la represión ilegal”. Por eso buscó, sin poder encontrar, a Luis Eduardo Grinhal, un defensor de los derechos humanos que participaba de la organización no gubernamental Clamor. “Mi gratitud con el Brasil solidario, mi corazón, quedaron en esas reuniones”, recuerda Carlotto.
Los que estuvieron en la recepción nocturna del primero de enero recuerdan su elegancia. También dan cuenta de su alegría y de que luego del afectuoso abrazo y del mutuo reconocimiento, Lula le dijo: “Gracias por haberme ayudado; ahora tengo que empezar a gobernar y espero hacer realidad el hambre cero”. “Todos esperamos lo mismo”, fue la respuesta que le devolvió Hebe de Bonafini. También le dijo que por cierto no siempre es posible hacer todo a la vez y concretar todo lo que se proponen. “Lula es un hombre de nuestra clase. No se guardó nada, expresó todo lo que sentía, la alegría y el llanto. Fue una fiesta popular. No hay muchos que asuman con un pueblo vibrando al lado suyo”, señala Hebe de Bonafini ante Página/12 para resumir sus impresiones.
“¿Hay posibilidades de que surja en la Argentina un hombre como Lula?”, preguntó Fidel Castro a Bonafini. “Por el momento es muy difícil”, cuenta ella que le respondió. “No, por favor”, fue la exclamación de Fidel cuando luego de preguntar por las próximas elecciones, Bonafini le comentó que “ante la gran indiferencia de la población y con el ausentismo casi seguro de muchos votantes, quizás Carlos Menem pudiera ser el futuro Presidente”.
“Jamás pensé que lo podría ver”, fue una de las frases que los dirigentes históricos del PT repetían con frecuencia. Víctor de Gennaro, secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos, la escuchó y agregó algo que Lula le dijo antes, en uno de sus encuentros: “No solamente llegamos sino que vamos a poder gobernar y hacer cosas”. “Los invitados internacionales estábamos entre los presidentes y la gente. Era fantástico escuchar a esa multitud acompañar a su líder”, relata. Y dice que la invitación de Lula fue así: “Los amigos tienen que estar al lado de uno, en esos momentos”. A la noche, el brindis tuvo un tono latinoamericanista. “Ese brindis tiene que ver con la esperanza. En ese instante yo necesitaba que hubieran estado al lado mío muchos tipos que lucharon mucho y que sonimportantísimos. Está la deuda con nuestro pueblo, pero también están las ganas”, señala De Gennaro.
La alegría de estos argentinos contrastaba con la formalidad de la delegación oficial. Igual que entre los uruguayos, donde un serio Jorge Batlle era la contracara de la emoción que exhibían los miembros del Frente Amplio, entre los que sobresalían Tabaré Vázquez y el intendente de Montevideo, Mariano Arana, además de Alberto Couriel, vocero económico de los frentistas. Estos analizaban que la crisis tal vez lo empuje a Batlle a dar un giro a la izquierda. Lejos de estar preocupados por ello, sostenían que “eso sería un triunfo de nuestros reiterados planteamientos”.
Aníbal Ibarra también tuvo sus diálogos con Fidel Castro. El presidente cubano le preguntó al jefe de gobierno porteño datos políticos e informaciones de todo tipo. Hasta si “la Argentina ya había solucionado el tema de la aftosa”. Los presidentes estaban en un palco especial. Los invitados, a 10 metros del palco. Fidel fue el último en bajar de ese escenario. La multitud se le acercó al grito de “Fidel sí”, uno de los cánticos más repetidos durante casi toda la ceremonia. Una vez en la barandilla, la gente arrojaba camisetas, gorras, fotos y pañuelos que Fidel devolvía previamente haber autografiado.
“¿Cómo está el tema de la educación que tanto te preocupaba?”, fue la primera pregunta que Castro le hizo a Ibarra, recordando las charlas que había mantenido con el jefe de gobierno porteño hace cerca dos años. En aquella ocasión Fidel había agasajado a Ibarra y su esposa con una cena que terminó en desayuno. Y al día siguiente le tenía preparado una reunión con su equipo de pedagogos. “Pregúntales siempre por todos los detalles, así se verán obligados a estar bien informados”, le aconsejó Castro en aquella ocasión. Sobre la actualidad le preguntó: “¿Cómo te encontró parado esta crisis? Y ¿Cómo se encuentran tus finanzas?”. Ibarra contestó también al venezolano Hugo Chávez si él no había echado a Carlos Chacho Alvarez del gobierno. Chávez le prometió: “Voy a comenzar a seguirte. Porque yo creo que algo importante va a salir de la Argentina..
“Estas colas no van a ninguna parte”, le comentó luego de mucho esperar en las filas armadas para saludar a Lula el presidente del BID, Enrique Iglesias, al director de Estudios Brasileños de la Universidad de Tres de Febrero, Alberto Ferrari Etcheberry. A esa altura muchos habían desistido y se retiraron de la fiesta. Raúl Alfonsín tuvo la fortuna de ser uno de los primeros que pudo saludar a Lula. Se lo cruzó cuando el nuevo presidente recién llegaba a la recepción.
Ferrari Etcheberry, un buen conocedor del PT y el primer argentino que invitó a Lula a Buenos Aires, en 1999, estaba impresionado con el discurso del nuevo secretario general de la Presidencia, Luis Dulci, que viene de ser secretario general del partido. Luego de señalar que “el realismo noes un fin sino un instrumento”, Dulci desgranó un interrogante que en la Argentina no muchos encaran. “¿Qué quiere decir que somos un gobierno de centroizquierda?”, se preguntó. “¿Significa que nos transformamos en centro?”, continuó. “No, quiere decir que seguimos siendo de izquierda pero ahora se nos sumó el centro.”
“Todos los festejos fueron muy a la brasileña”, resume Ferrari Etcheberry. “La Plaza era roja y verde amarilla”, recuerda De Gennaro. Todos los invitados resaltan la paz que transmitía esa multitud en sus festejos. Al punto que cuando le tocó pasar a la comitiva que acompañó a Fernando Henrique Cardoso, ésta fue aplaudida irónicamente por un grupo, mientras otros, con las manos les hacían las señas del adiós. Por si faltaran detalles, cuando un grupo de argentinos, entre los que estaban Ferrari Etcheberry y Elisa Carrió, se aprestaba a embarcar de regreso, unas 200 personas de traje y corbata avanzaban hacia ellos cantando el Ave María. Eran miembros del grupo ultracatólico y anticomunista Tradición, Familia y Propiedad, de importante predicamento en Brasil.
“Venga para aquí”, le dijo el comandante cubano a Miranda, la hija de la diputada del Frente para el Cambio, Alicia Castro, cuando la chica le estiraba su mano para saludarlo. Dos besos y un abrazo fue el saludo de Fidel, que momentos antes, hablando con la candidata a la presidencia le había dicho: “Castro, yo sabía que tenía familiares en la Argentina”.