EL PAíS › DECLARó UN SEPULTURERO EN EL JUICIO POR LA MASACRE DE MARGARITA BELéN
Daniel Aguirre, uno de los que cavó las tumbas de las víctimas del fusilamiento del 13 de diciembre de 1976, dijo que desde ese momento se hablaba de “la masacre”. Un integrante del EAAF explicó las lesiones halladas en cuerpos que fueron identificados.
› Por Marcos Salomón
La jornada pintaba tediosa con los testigos propuestos por la defensa. Pero Daniel Aguirre, un municipal jubilado que trabajó como sepulturero, disparó ayer un dato revelador cuando declaraba como testigo en el juicio por la Masacre de Margarita Belén, en el Chaco: mientras eran enterrados los cuerpos de los fusilados en la madrugada del 13 de diciembre de 1976, ya se hablaba de masacre.
El testigo que convocó la defensa terminó aportando datos más valiosos para las querellas y los fiscales que para el interés de los acusados. Es que cada vez que el sepulturero Aguirre hacía memoria, enterraba más la estrategia de los abogados de los ocho militares y el policía que están siendo juzgados en Resistencia. Comenzó dubitativo, con datos que fueron marcados como contradictorios a los de su declaración en instrucción. Finalmente, se quedó con la versión original: enterró 10 u 11 cuerpos traídos en dos tandas por la policía y el Ejército. Comenzó a la madrugada, cuando lo fueron a buscar hasta su casa.
Aguirre no sólo ratificó los datos periodísticos, como la sepultura en la Letra G sector 12, sino que además aportó el dato que bajó la persiana a la audiencia: “Me enteré ese día, porque cuando terminé ya se hablaba de masacre”, afirmó. Le preguntaron cómo se enteró de ese dato: “Es lo que hablaban los policías y la gente que estaba ahí” para visitar a sus muertos.
El jueves había declarado el licenciado en criminalística Miguel Nieva, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Nieva realizó una exposición contundente. Explicó las etapas del trabajo de investigación, exhumación y análisis de los restos óseos pertenecientes a cinco asesinados en la Masacre de Margarita Belén: Carlos Zamudio, Emma Cabral, Luis Díaz, Alcides Bosch y Carlos Duarte. El primero presentaba “una fractura de fémur izquierdo al momento de la muerte” y los dos últimos, “orificios de bala en el cráneo, con una trayectoria desde atrás hacia adelante y de arriba hacia abajo”.
Explicó el estado de los restos óseos y los distintos rastros de las heridas que encontró en ellos. Después de la exhumación se realizaron análisis en laboratorio: placas de radiografía y estudios de odontología, entre otros exámenes.
Zamudio tenía una fractura perimortem en el fémur izquierdo. “Este tipo de lesiones se producen en el momento circundante a la muerte, antes o muy poco después. El golpe tiene que haber venido desde adelante, se descarta que haya sido originado por un proyectil, y devela mucha energía”, precisó.
En el caso de Díaz, se encontraron con un esqueleto muy degradado por el paso el tiempo, por lo cual no pudieron constatar lesiones. Las de Duarte y Bosch presentaban el cráneo con orificios compatibles con el ingreso de un proyectil. Pudo reconstruirse la trayectoria, lo cual develó que ambos fueron ejecutados desde atrás y a muy corta distancia. “Este tipo de lesiones, producto de ejecuciones, es típica en las exhumaciones que realizamos en el EAAF”, contó Nieva.
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