¿Qué vuelve tan excepcional este momento en Latinoamérica?
–La etapa final de la quiebra de la dominación norteamericana. La última batalla que Estados Unidos disputó en Latinoamérica fue en Mar del Plata en 2005. Allí se rompió el proyecto del ALCA, que no hay forma de que pueda ser revivido. En ese sentido, el fortalecimiento del Mercosur es fundamental y hoy el continente está creando un bloque cada vez más centrado en su expansión. Todo esto, en el marco de un contexto internacional particular. En veinte años China va a superar a los Estados Unidos por lejos como la principal potencia económica. Se van a formar bloques continentales de poder y la única posibilidad de América latina de contar en la esfera internacional es consolidar un bloque internacional, cuyos ejes deben ser el Mercosur y otra serie de instituciones paralelas, como el proyecto del Banco del Sur. En lo que menos se ha avanzado es la integración política. Por eso es urgente que la Unasur empiece a definir formas institucionales cada vez más precisas.
–Sin embargo, este proceso encuentra algunas resistencias, como las de Perú y Colombia, más alineados con los Estados Unidos.
–Van a cambiar con el tiempo. También hay algunas resistencias más débiles. El gobierno de Tabaré (Vázquez), por ejemplo, se resistió enormemente a la integración del Mercosur, incluso llegó a viajar a Estados Unidos para tratar de hacer un arreglo comercial que rompía con todas las reglas del bloque. La presión interna dentro de su propio partido impidió que esa política prosperara. (Ricardo) Lagos, como presidente de Chile, también votó a favor de Bush en Mar del Plata.
–¿Los modelos políticos chileno y uruguayo se acercan más a los de una socialdemocracia europea?
–Esa es justamente la cuestión. Son los dos países que establecieron una ruptura menos firme con el pasado. La mayor ruptura ha sido la de la Argentina. Los modelos socialdemócratas en América latina, como los de Europa, son una combinación de una política suavemente redistributiva con una aceptación global del modelo neoliberal. Por algo el Consenso de Washington ha sido comprado absolutamente por el laborismo británico y la socialdemocracia alemana, y en esa medida hay una resistencia a todo lo que sea poner en cuestión las bases de ese mismo modelo. La resistencia europea al kirchnerismo, ni qué hablar a Chávez y otras fuerzas similares, viene de allí. Ellos no pueden digerir el nuevo modelo que se está implementando en América latina.
–Los medios internacionales insisten con que la Argentina “tiende hacia el chavismo”. ¿Esto es así?
–El chavismo responde a una experiencia societaria muy particular que no se da en la Argentina de la misma manera. El proceso que encabeza Chávez ha contemplado masas vírgenes que habían sido débilmente integradas al sistema político a través de mecanismos clientelistas, además de una falta total de movilización de base. Lo que allí se trataba de impulsar desde el Estado era la organización de la sociedad civil muy débil. La Argentina cuenta con una sociedad civil mucho más organizada, donde el Estado tiene que negociar con elementos de diversa índole. El modelo político, por ende, va a ser distinto del modelo chavista.
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