EL PAíS › OPINIóN
› Por Rubén Dri *
Los partidos de izquierda y semiizquierda, llamados de centroizquierda, se sienten en su propia salsa cuando el Gobierno presenta rasgos reaccionarios y represivos. La contradicción aparece entonces con absoluta claridad, sin peligro alguno de confusión. La realidad se enturbia cuando el gobierno de turno presenta rasgos populares o, en todo caso, que benefician a los sectores populares. Dichos partidos necesitan que el Gobierno sea reaccionario. De esa manera, piensan que tienen espacio para su crecimiento, sin ningún tipo de confusión. Los hechos del presente gobierno desmienten esa pretendida realidad. ¿Cómo hacer entonces para que esa necesidad se transforme en realidad, o sea creída como tal? Es allí donde viene en su auxilio Kant, ese gran filósofo de fines del siglo XVIII. Dice Kant al inicio de Fundamentación de la metafísica de las costumbres: “Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad”, es decir, una buena intención. No se trata de hechos sino de intenciones. Son éstas las que cuentan. En consecuencia, todos los hechos deben ser juzgados según sus intenciones.
Para cortar por lo sano, representantes de esos partidos de izquierda directamente afirman que la única intención o voluntad de los Kirchner es “robar”. Con ello, no hay hecho que se salve, pues todos ellos tienen como única intención el robo. El asunto queda así plenamente clarificado. Todos los hechos del Gobierno serán pasados por este tamiz. La política de los derechos humanos en la realidad, independientemente de las intenciones, ha producido hechos que los sectores del campo popular, con los movimientos de derechos humanos a la cabeza, reclamaban insistentemente. Los genocidas están siendo juzgados y condenados, la jefatura del Ejército fue desmantelada, la Corte Suprema de la ignominia fue descabezada y, en su lugar, fueron elegidos miembros de intachables antecedentes. ¿Qué dicen al respecto nuestros kantianos? Todo eso lo hace el Gobierno para tapar sus negocios, para cooptar a los movimientos populares y, en especial, a los de derechos humanos. Además, el juicio a los genocidas ya estaba “en la corriente” (sic!). Mientras practica una política de derechos humanos del pasado, los derechos humanos del presente son pisoteados.
Latinoamérica vive una nueva etapa de su historia. Por primera vez, desde las luchas de Felipe Varela contra la política genocida de Mitre, se habla de la Patria Grande Latinoamericana. El proyecto del ALCA de Bush naufraga en las aguas de Mar del Plata; el Mercosur, con todas sus contradicciones, experimenta verdaderos avances, se forma la Unasur. Por primera vez se unen todos los presidentes latinoamericanos para rechazar el golpe de Estado contra uno de ellos. ¿Qué dicen nuestros kantianos? Por ahí va la corriente y, en todo caso, se trata de “negocios”. Para algunos es peor, pues afirman que la Argentina es el freno para estos avances latinoamericanos.
Viene luego el movimiento “golpista” de las corporaciones agrarias, denominado “del campo”, que sometió al país a un feroz lo-ckout comandado por la “democrática” Sociedad Rural y protagonizado por los Panzers de la Federación Agraria. El problema giró alrededor de la 125. ¿Qué opinaron nuestros kantianos? Que toda la culpa del conflicto es del Gobierno porque las retenciones eran para pagar la deuda externa y, por otra parte, no propuso “retenciones segmentadas”. En realidad todas las propuestas del Gobierno haciendo concesiones a los pequeños productores fueron rechazadas, lo que indicaba a las claras que no se trataba de segmentar las retenciones. Finalmente, se llega a las votaciones en ambas cámaras. En Diputados es donde se lucen los kantianos. El hecho, no la intención, era votar a favor o en contra de la 125. Si se votaba a favor se estaba con el Gobierno; si, en contra, con la Sociedad Rural y sus socios. La intención de nuestros kantianos desmintió el hecho: votaron por las retenciones segmentadas. Lo único bueno, como afirma Kant, es la “buena voluntad” o la pureza de intención. Los hechos son despreciables. Tuvo que ser el jefe de los Panzers de la FA, Eduardo Buzzi, quien finalmente aclarase la naturaleza del conflicto que en vano muchos habíamos denunciado. “La consigna es –afirmó en una reunión de productores agropecuarios– desgastar a este gobierno.”
Viene ahora otra ocasión brillante para que un partido de centroizquierda como Proyecto Sur muestre definitivamente que ha incorporado la buena voluntad a su política de desgaste del Gobierno, con lo que piensa acrecentar su espacio político. Se trata de la votación del 82 por ciento a los jubilados. Como partido de izquierda, Proyecto Sur está a favor de la medida. Por otra parte, sabe, y lo ha dicho su jefe, que aprobar tal medida sin proponer la fuente de financiamiento es una irresponsabilidad. ¿Qué hace entonces? Da el quórum para el debate. Presenta la propuesta de financiamiento. Con ello, su buena voluntad ha sido plenamente demostrada. Ha salvado sus principios. Ahora sabe que si da quórum para la votación se aprobará la propuesta del 82 por ciento que había declarado como “irresponsable”. El dar el quórum está en los despreciables hechos. No tiene importancia. Su buena voluntad está a salvo.
* Filósofo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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