EL PAíS
“Malvinas es una causa noble usada por bastardos con fines bastardos”
Aunque se cuidó de criticar abiertamente a Brinzoni, su antecesor Martín Balza dijo a Página/12 que la última fue la peor de las dictaduras y no un simple momento de “desencuentros” y opinó que en Malvinas el heroísmo y lo táctico no podían subsanar el error estratégico.
› Por Martín Granovsky
Martín Balza, jefe del Ejército antes de Ricardo Brinzoni, habla con mucho cuidado de su reemplazante pero se diferencia de él al opinar sobre Leopoldo Fortunato Galtieri. Balza ubica al ex presidente entre los dictadores.
–¿Coincide con el discurso de Ricardo Brinzoni en Chacarita?
–Cuando fijé la posición del Ejército, en 1995, creo haber interpretado el sentir institucional de la fuerza. Brinzoni lo compartía. No sé si ha habido un cambio.
–Por lo pronto, despidió a Galtieri.
–Reglamentariamente le correspondía despedirlo. Es algo protocolar. Cuando fue indultado en 1989, Galtieri no había perdido el grado, lo mismo que los otros miembros de la junta Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya, y muchos otros generales de la dictadura militar, como Santiago Riveros, Genaro Díaz Bessone o Cristino Nicolaides. Por la guerra de Malvinas, los tres miembros de la junta fueron procesados por el Consejo Supremo y luego por la Cámara Federal, que dispuso 12 años de reclusión más la accesoria de destitución y baja. Ellos apelaron a la Corte Suprema y antes de que la Corte se expidiera fueron indultados por el Presidente, con el grado que tenían. Eso los diferencia de Jorge Videla y Emilio Massera, destituidos después de un fallo de la Corte Suprema. Entonces, si no perdieron el grado tienen todas las prerrogativas de cualquier teniente general. De cualquiera menos yo mismo, le aclaro.
–¿Por qué?
–Yo tengo estipulado por escrito que no quiero honores. Que estén mis chicos, mis amigos y los veteranos de Malvinas.
–¿Lo trató a Galtieri cuando ambos estaban en actividad?
–No.
–Pero cuando usted era jefe del Ejército su arma lo invitó al chocolate del 25 de Mayo.
–Sí, fue en 1999. La única vez. Yo asumí la responsabilidad por el protocolo. Era obligación invitarlo.
–¿Otras veces no cumplió con esa obligación?
–A veces en la vida uno no cumple con ciertas cosas.
–Es decir que Brinzoni podía no cumplir.
–Brinzoni procedió de acuerdo a los reglamentos. Le digo, sin descargar responsabilidades de nadie, ni siquiera mías, que también hay hipocresía en el medio civil. Galtieri participó en cenas de camaradería de las Fuerzas Armadas con presidentes, senadores, ministros de Defensa y de otras áreas, jueces e incluso miembros de la Corte Suprema. Y cuando asumió en la Marina el almirante Molina Pico, a la ceremonia fue Massera, que estaba destituido. Lo peor es que esto podría resolverse.
–¿Cómo?
–Con una decisión del poder político. Por ejemplo, una ley podría excluir de las ceremonias oficiales a los jefes de la dictadura.
–Más allá de los reglamentos, Brinzoni usó su libertad.
–Sobre el texto no quiero ser imprudente.
–¿Por miedo al calabozo?
–No, por favor. Sobre un hecho puede haber diferencia de opiniones, pero el que conduce la fuerza hoy es el general Brinzoni.
–¿Qué hubiera dicho usted en un caso similar?
–No hagamos hipótesis. Cuando tuve que hablar hablé, y cuando tuve que obrar obré.
–¿Usted calificaría a la dictadura de “época de convulsión y desencuentros”?
–Todos los golpes son injustificables. Los del ‘30, del ‘43, del ‘55 y del ‘66. Pero la dictadura militar de 1976 no se puede comparar con las anteriores porque implantó el terrorismo de Estado con robos, secuestros, tortura, asesinato, desaparición forzada de personas... Alguien escribió que la última dictadura fue inepta, cobarde y sádica. Coincido. No asumió ni siquiera las responsabilidades. Inclusive en los juicios los jefes trataron de diluir culpas en los subordinados. Fue inepta también en lo militar.
–¿En Malvinas?
–Sí. Y no solo Galtieri, que fue el símbolo de la guerra pero no su mentor, porque la responsabilidad fue de la junta. Los tres decidieron una guerra improvisada, jamás pensada, contra toda lógica. Una aventura triste conducida por incapaces e incompetentes. Dentro del Ejército fueron corresponsables de la aventura Nicolaides, que mandó una brigada sin instruir; Juan Carlos Trimarco; el subjefe del Estado Mayor, Antonio Vaquero... Después del fracaso todos ellos se hicieron los malos. Dijeron que los habían arrastrado sin consulta. Pero la verdad es que en su momento ninguno de ellos le dijo nada a Galtieri, que era un jefe de mando firme. Tomó una determinación y todos la aceptaron. Malvinas fue una causa noble en manos de bastardos. Y el objetivo fue bastardo: profundizar la alicaída dictadura para continuarla. Dejo de lado el respeto que siento ante el dolor de la esposa y los hijos de Galtieri, pero los hombres que actuamos públicamente tenemos que responder por nuestros actos ante la sociedad. Acá no se está juzgando al hombre o la familia sino a las conductas públicas de quienes han tenido responsabilidades. En este sentido Galtieri fue jefe de Estado Mayor, y un jefe de ese nivel no cumple órdenes, las genera. Salvo que cumpla órdenes del Presidente, claro, pero el Presidente también era él.
–Usted estuvo en Malvinas. ¿Recuerda hoy lo que pensaba entonces?
–Sí, lo tengo fresco porque estoy escribiendo un libro sobre la guerra. Como profesional me daba cuenta de que si íbamos a combatir en unas islas aisladas del continente –porque a 700 kilómetros de distancia de la costa no hay defensa–, no controlaríamos ni el aire ni el mar, que sería británico. Nunca dudé de la reacción británica y jamás pensé que los Estados Unidos serían neutrales. Además, había herido el orgullo británico una dictadura desacreditada por las violaciones a los derechos humanos. Hubo hechos heroicos, por supuesto, a pesar de la falta de preparación. El Informe Rattenbach nombra a varias unidades, como el Regimiento de Infantería 25, o la mía, el Grupo de Artillería 3. Pero el heroísmo no es suficiente para ganar una guerra contra tantos enemigos. Lo táctico nunca puede modificar los errores estratégicos. Pero además, cuando empezó la guerra, el 1 de mayo, de 1982, no hubo nadie de los mandos del continente y de los generales de división que pisara Malvinas. Cuando empezaron las balas se borraron. Obviamente no me siento consustanciado con Galtieri. Y tampoco me siento junto a él en la falta de respuestas de los que se van yendo de este mundo. Lo único que piden los familiares es saber dónde están sus seres queridos. Algunos dicen: “No, eran subversivos”. ¿Y? ¿Quiénes éramos los militares para decidir quién tenía que vivir y quién tenía que morir?
–Usted dejó el Ejército sin dar una respuesta.
–Siempre dije que lamentaba no darla. Y a mí los familiares que encuentro ahora mismo, en Mar del Plata, me saludan. ¿Quiénes conocían lo que ocurría? A veces la gente se confunde. Yo no fui toda la vida jefe del Ejército. Los que sabían todo eran los que tenían las máximas responsabilidades en la dictadura. Y los que tenían acceso a la información y podrían dar respuesta actualmente no son muchos. Galtieri era uno de ellos.