› Por Mariana Carbajal
La cultura patriarcal y la misoginia no respetan duelo ni dolor ajeno. Se filtran por los poros sin disimulo. Peor aún, sin pudor ni freno. Ayer, varios editorialistas políticos hicieron gala de esa marca en sus columnas al empezar a introducir la idea de que la gobernabilidad está en riesgo, porque la presidenta Cristina Fernández no podrá conducir el país por su condición de mujer dependiente de las decisiones de su esposo, Néstor, ahora muerto.
Desde que llegó a la presidencia, Cristina Fernández fue blanco de críticas por su condición de mujer. Distintas voces y plumas buscaron descalificarla poniendo el foco en sus gustos por la buena pilcha y en su cuidado por la estética facial y corporal, aunque fueran rasgos que la caracterizan desde su juventud. La tildaron de gritona y mandona, dos adjetivos que refuerzan los estereotipos femeninos. Su incuestionable inteligencia y su brillante oratoria siempre quedaron, para algunos editorialistas, en segundo o tercer plano. O directamente invisibilizados.
“No se hizo esperar la misoginia rapaz, empezó a manifestarse como quien se relame frente al dolor ajeno. Rosendo Fraga ya pretende cambiar la agenda del gobierno de Cristina Fernández, desconociendo la capacidad política de la máxima autoridad de Argentina”, escribió ayer por la tarde, en su portal Urbanas en Red, la periodista pampeana Mónica Molina. Se refería a la columna del analista político, publicada poco después del mediodía en el diario La Nación, donde trató la figura de CFK como la de una esposa sumisa, sin poder de decisión, haciendo gala de machismo explícito. En el mismo diario, Carlos Pagni la trató casi de incapaz, de dependiente emocional y títere político de su marido. “Ella fue hasta ahora un inusual primer ministro, capaz de dotar de discurso, imágenes y hasta de algún control de calidad a una construcción política y económica que siempre estuvo en manos de su marido. La pregunta que está abierta es de dónde extraerá ella ahora ese insumo esencial que le era entregado llave en mano”, fue la pintura que hizo Pagni.
En un portal de noticias mendocino el editorial político, sin firma, replicó la misma idea: “Se ha muerto el hombre fuerte del Gobierno. El que le decía a Cristina y los ministros qué hacer... Cristina es la presidenta desde hace tres años aunque no ejercita todo poder por sí misma”.
Varios comentarios escuchados a lo largo de la jornada de ayer retomaron el concepto: “¿Podrá Cristina realmente gobernar?”, “¿sabrá manejarse sin él, teniendo en cuenta al PJ y a la oposición?”, “¿qué puede pasar en el país?”,”esta situación me recuerda a Isabelita Perón...”.
La descalificación, sin dudas, apunta a obturar su posible reelección, a acicatearle el poder, a reflotar el criterio misógino de que ganó las elecciones por ser esposa “de” y que apenas era una figura decorativa con buena labia.
“La misoginia fue el primero y más antiguo de todos los racismos”, escribió el jurista internacional Ney Bensadón. Ayer, quedó en primer plano. Se podrá compartir, acompañar o rechazar la gestión de CFK. Pero no se puede permitir que se golpee la investidura presidencial por machismo y misoginia.
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