EL PAíS › LA PRESENCIA DE LOS JOVENES EN LA DESPEDIDA A NESTOR KIRCHNER
Llamaron la atención en la Plaza de Mayo, en la fila para entrar en la Casa Rosada. Adolescentes y sub-30 con ganas de participar. Sus testimonios y el análisis de un fenómeno que la muerte del ex presidente hizo visible.
Federico Poore y Werner Pertot
Se los vio en la Plaza. En el velatorio. Corriendo detrás del cortejo fúnebre. Lloraban, cantaban, hacían pogo, coreaban consignas contra Cobos. Los jóvenes fueron protagonistas de los tres días de vigilia por la muerte de Néstor Kirchner. ¿Se trata de un resurgimiento de la participación política en los sub-30? ¿Se volcarán a la militancia o a otras formas de participación? ¿Cuándo empezó este fenómeno? Algunas pinceladas para empezar a descifrar lo que se vio en la despedida del ex presidente.
Josefina observó con sus ojos verdes cómo partía la caravana, el viernes al mediodía. No lloró, a diferencia de una de sus hermanas, con las que viajó desde Rosario a despedir a Kirchner. Tiene 29 años y es docente de primaria. “No milito, bah, estoy en el sindicato docente”, afirma. “En la secundaria, en los noventa, empecé a militar en la agrupación Venceremos. Fue a los 16 años”, relata. Luego tuvo una impasse, hasta que en el 2000 se sumó al Equipo de Investigación por la Memoria Político-Cultural. “Hicimos un trabajo sobre un centro clandestino de detención de Rosario, El pozo (ex Servicio de Informaciones)”, detalla.
“¿Y tus viejos cómo veían tu participación en política?”, pregunta Página/12. “Bueno, mis viejos son dos militantes de los setenta. Mi viejo ahora está en el Movimiento Evita y mi vieja, en Proyecto Sur”, sorprende. “Con mi mamá ni hablé antes de venir a Buenos Aires”, aclara. “Mi papá está ahí”, completa, y señala a Horacio Baster, ex militante del Movimiento Revolucionario Peronista (“ahí estaba cuando hicimos el Rosariazo”). “En los noventa nos sentíamos desahuciados con Reutemann y el peronismo trucho. Cuando llega Kirchner, nos juntamos varios ex montos y nos metimos en el kirchnerismo. Ahí andamos desde 2003”, cuenta. Su hija no siguió ese camino, sino que hizo el propio. Mientras se acomoda el impermeable improvisado, Josefina advierte: “Una siempre pensó que los gobiernos estaban para robar. Yo no lo voté a Kirchner. Me identificaba más con Pino Solanas. Pero a partir de lo que pasó con el campo, se empezaron a generar cosas en mi generación que yo realmente no esperaba ver. Empecé a encontrarme con gente que nunca estuvo en nada y se te acercaba a hablar de lo que estaba pasando en el país”, detalla, antes de alejarse con sus dos hermanas y su padre por una Plaza de Mayo cubierta de pancartas y bañada por la llovizna.
Alto, de impermeable naranja, Diego se acercó hasta Aeroparque junto a su novia para despedir a Kirchner. Tiene 26 años, vive en Caballito y se define como “independiente”. Minutos después de que despegara el avión rumbo a Río Gallegos, intenta explicar su repentino interés: “Pasé de todo en este país”, suspira. “Cuando fue la hiperinflación, con mi mamá hacíamos huevitos de Pascua y alfajores de maicena que vendíamos en el edificio para sobrevivir. Sufrí mucho los noventa y a los dieciocho años, con De la Rúa, me quedé sin mi carrera y sin mis amigos: todos se fueron a vivir afuera.” En retrospectiva, Diego piensa que “con Kirchner y el gobierno pude volver a recuperar mis proyectos. Por eso estoy acá. Porque en nueve años volví a creer en la mística que puede llegar a tener un gobierno”. “No milito en ningún lado, pero sentí que tenía que estar”, sostiene. ¿De dónde viene su interés por la política? “De mi familia, de mi mamá más que nada. Ella siempre militó, me inculcó y me enseñó”, dice.
Este mismo reconocimiento generacional aparece en el blog El Buen Salvaje (las redes de microblogging son uno de los principales lugares de discusión de los jóvenes). “Para los que oscilamos en torno a la frontera de los treinta años, el kirchnerismo y Néstor Kirchner representaron la posibilidad de ver con nuestros propios ojos que era posible torcer el rumbo que el país seguía desde, probablemente, el fracaso del proyecto alfonsinista”, escribe Mariano, el autor del post. “Nos incorporamos al mercado laboral cuando no existía un mercado laboral. Nuestra educación sentimental se dio entre las ruinas de un país asolado, y así, precarizados, desempleados, descreídos, con la piel curtida malamente, vimos llegar a Kirchner a la presidencia”, recuerda.
“Kirchner nos hizo, en estos años, más difícil el ejercicio libre de nuestro cinismo generacional y eso es algo que le vamos a agradecer para siempre. ¿Qué carajo es la Anses? ¿Qué son las retenciones? ¿Qué significan las paritarias? Nosotros crecimos mirando a Chacho y Graciela en el estudio de Hora Clave, repitiendo ‘corrupción’ como santo y seña del mal argentino. La pedagogía de Lanata y compañía nos enseñó a buscar el origen de la crisis nacional en las declaraciones juradas. El 2001 voló en mil pedazos todo eso”, reflexiona el joven blogger.
Para el psicólogo Sergio Balardini, titular del programa de estudios sobre juventud de Flacso, la crisis del 2001 fue, en efecto, un punto de inflexión en la participación juvenil. “Produjo una suerte de fin de la infancia para muchos: la ilusión del uno a uno, del país del ‘primer mundo’ y otras sandeces”, sostiene. “De su mano, muchísimos jóvenes de clase media y sectores populares expresan una voluntad de acompañar, sin llegar a la militancia. Vimos encuestas que nos hablaban de sus ganas de intervenir y de su cuestionamiento a la política partidaria. Allí aparecía la brecha: participación sí, pero no en partidos”, precisa.
“Ahí es donde surge la figura de Kirchner y adquiere relevancia. Con él, viene a recuperarse la dimensión de la política como lucha de intereses y herramienta de transformación de la sociedad y mediante sus peleas con las corporaciones, los militares, la Iglesia, los organismos internacionales de crédito, los medios de comunicación concentrados, fue ampliando la frontera de lo que se aceptaba como posible. Generó una agenda con fuertes debates, sumamente atrayente, en especial para los jóvenes”, explica Balardini, rememorando la descripción de Jean-Paul Sartre del Mayo del ’68 como ampliación del campo de lo posible. Para Balardini, esta repolitización que empezó en 2001 se acentuó a mediados de esta década.
Lo que se vio esta semana contrasta con un cierto imaginario del joven de los noventa. “Se pone en escena nuevamente a los jóvenes como protagonistas de la política, a diferencia de la generación de los años noventa que aparecían como identificados con el modelo antipolítica y competitivo individualismo propuesto por el neoliberalismo”, compara Ana Wortman, socióloga e investigadora del Instituto Gino Germani. “A pesar de que la consigna era ‘que se vayan todos’, no quería decir que no exista la política sino que impugnaba los principios antipolíticos de los noventa, fuertemente economicistas”, analiza. Advierte que la militancia juvenil se despliega tanto en el kirchnerismo como en la CGT, la CTA, el PO y el PRO.
Wortman también señala matices entre la militancia de los años setenta y la actual: “El interés por la política hoy recupera un nuevo tono emocional irónico de la cultura, menos trágico y sacrificial, en búsqueda de nuevos fundamentos”, considera la socióloga y pone como ejemplo las tomas de los secundarios en Capital y Córdoba. “Son jóvenes de clase media los que toman los colegios obligando a los políticos a hacerse cargo del fundamento de sus discursos y promesas incumplidas: piden educación de calidad, no socialismo. Pero tampoco sólo estufas y tizas”, indica.
¿Por qué se percibe este revival de la participación política en torno de la muerte de Kirchner? “Lo que se manifiesta estos días se vincula con la necesidad de recuperar la creencia como factor que constituye el sentido de nuestra vida, y en algún punto Kirchner tuvo algo que ver –estima Wortman–. Estos jóvenes están lejos del escepticismo y la indiferencia de los noventa. Por suerte.”
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