› Por Gerardo Halpern *
La muerte del ex presidente Néstor Kirchner trasciende su figura personal y política. Trasciende la Argentina y se inscribe, mal que les pese a muchos, dentro de un marco regional. He ahí una virtud de su gobierno. Especulo que –motivado por el involucramiento que cada uno vive con su época y con aquello sobre lo que trabaja– cada investigador podría escribir alguna línea acerca de la relación entre la gestión de Kirchner y el área específica de indagación académica: salud, educación, geopolítica, trabajo, justicia. Para bien, para mal. A favor, en contra. Como sea, la gestión de Kirchner se fue constituyendo en significativa en muchísimas áreas, incluso en materia migratoria.
Es cierto que, al respecto, el gobierno de NK no fue revolucionario. Pero no es menos cierto que fue la piedra angular del gobierno de Cristina Fernández, continuación y superación de lo iniciado en 2003. Fue la gestión de Cristina Fernández, el primer gobierno en la historia del país que decretó asueto para los trabajadores migrantes (paraguayos y uruguayos) para que pudieran vivir las elecciones nacionales en su país de origen: aquellos países que impiden el voto desde el lugar de destino de una parte de su población encontraron en el gobierno argentino la convicción por el fortalecimiento y ampliación de sus limitadas democracias y sus limitadas definiciones de ciudadanía. No es poca cosa. El gobierno argentino favoreció lo que dos Estados, desde su conservadurismo, le impiden a parte de su sociedad.
En este mismo momento, el sombrío parlamento paraguayo está enmendando el artículo 120 de su Constitución Nacional, que restringe el ejercicio de la ciudadanía política a la radicación efectiva en su país. Esta enmienda posee una historia de la que el gobierno de NK no ha sido ajeno. Fue ese gobierno el que contribuyó al enfrentamiento contra el artículo 120, no sólo con un tren desde Buenos Aires a Posadas totalmente gratuito en las elecciones presidenciales paraguayas de 2008, sino también generando las condiciones políticas para que fuera imposible el cierre de las fronteras como solía ocurrir ante cada elección nacional del Paraguay.
Esas decisiones estuvieron antecedidas por un cambio de rumbo de la Argentina respecto de la región. Y ésa ha sido una de las características distintivas del gobierno de Néstor Kirchner. De hecho, su giro regionalista no se limitó a las vinculaciones comerciales. En contraste con los criterios del neoliberalismo su gestión se inició con una reclamada mirada social: derogó los decretos retrógrados que habían regulado la cuestión migratoria desde mediados de los ’90, como la imposibilidad de cambio de categoría del migrante y las órdenes de expulsión. Además, extendió la residencia temporaria de los inmigrantes hasta que entrara en vigencia el Acuerdo sobre Residencia de los ciudadanos del Mercosur. Nada revolucionario. Pero un contraste impresionante con lo anterior... con varias décadas de violencia contra los inmigrantes.
En ese marco se definieron los lineamientos del Plan Nacional de Regularización Migratoria, poco tiempo después rebautizado como Plan Patria Grande. Este posibilitó el acceso a la documentación a más de 400 mil migrantes. Esos 400 mil que le molestan a cierta derecha, que fuerza datos para reinstalar discursos xenófobos.
Durante el gobierno de Néstor Kirchner se sancionó la nueva ley de migraciones, lo que puso fin a la vergonzosa y vergonzante ley de la dictadura. La primera normativa en la región que considera la migración como parte de los derechos humanos; la primera en la Argentina que protege la igualdad de los migrantes y su derecho al acceso a la ciudadanía social.
Durante el gobierno de Néstor Kirchner desaparecieron las manifestaciones xenófobas desde el Poder Ejecutivo Nacional. Contraste con la década del ’90 y su legislación y gestión antiinmigratorias. Giro discursivo que marcó un antes y un después en la relación entre ciertas esferas del Estado, la discriminación y la población migrante.
Fue durante el gobierno de Kirchner que, aun con sus limitaciones, el Inadi pasó a significar algo importante dentro de la población migrante. Fue una de las primeras veces que el Estado no fue una maquinaria represiva. Durante el gobierno de Néstor Kirchner muchos migrantes regionales “volvieron” a la política. Porque para muchos de ellos fue convertirse en sujetos legítimos, en parte de la sociedad argentina, tras décadas de oprobio. Y muchos jóvenes migrantes empezaron a militar en organizaciones sociales, pero ya no como mera resistencia ante la xenofobia, sino también como parte del crecimiento ciudadano de alguien que empezaba a “dejar de ser extraño entre nosotros”.
Por ello, la muerte de Kirchner impacta en la migración, en la región, en los derechos de una parte de la población que históricamente fue expulsada de la Argentina y que ahora ingresó en la Plaza de Mayo a llorar por la muerte de Néstor Kirchner detrás de, entre otras, banderas peruanas, paraguayas y bolivianas.
* Investigador UBA y Conicet.
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