EL PAíS › OPINIóN
› Por Claudio Villarruel *
Señor Néstor Kirchner: “Usted cerró sus ojos para abrir los de millones”.
Así rezaban unas líneas escritas por uno de los cientos de miles de ciudadanos que fueron a despedirlo. Yo también fui uno de ellos, y aclaro que no soy peronista. No importa de qué lado de la privilegiada burguesía progresista se encuentre mi ideología. Lo que hoy nos importa es que usted con su lucha por una Argentina más inclusiva, justa, equitativa, soberana, latinoamericana y solidaria nos devolvió a muchos la esperanza de construir un país distinto. Un país con la dignidad de tener justicia, un gobierno que entendió que sólo con la plena vigencia, los derechos humanos, económicos y sociales se puede construir una verdadera democracia.
Un gobierno que hizo muchos esfuerzos para incluir a los millones de argentinos que fueron expulsados del sistema “democrático” por reiterados e inescrupulosos gobiernos, que prefirieron no entender que mientras haya un solo niño que se muera de hambre la democracia es la más peligrosa de todas las mentiras.
Hoy no hay nadie que pueda negar su compromiso con los más pobres, como tampoco el trabajo que queda por hacer. Le criticaron sus formas, sus desplantes, su terquedad, su obstinación, en definitiva, su estilo: una alquimia de loco lúcido que sabe que para cumplir los sueños la política es el camino más largo. Y usted con la Presidenta apuraron el tranco porque el corazón apuraba y tenía sus razones. Mire si no las tenía. Animarse a romper estructuras enquistadas en el inconsciente colectivo. Animarse con el 22 por ciento de los votos a enfrentar a los poderes concentrados. Revalorizar la política para que deje de ser un manual del capital para ser una guía del trabajo. Enfrentar a los advenedizos de siempre que por un mango transan sus principios y a lidiar con los creadores de realidades virtuales. Bancarse la incomprensión y la descalificación por mantener sus convicciones, cuando la mayoría de los argentinos hemos entendido que debemos respetar todas las opiniones, porque sabemos que cuando las críticas son bien intencionadas y no esconden intereses espurios o destituyentes nos ayudan a crecer.
Su “incorrección” política fue lo que más me deslumbró. La vida sólo merece ser vivida cuando el miedo no es la guía de nuestros actos, sino el enemigo de nuestra pasión. Ojalá que su partida nos deje pensar a todos los argentinos que el futuro llegó hace rato y es un palo, como dice el Indio Solari.
Por eso debemos comprometernos y demostrar que ese futuro previsible, pronosticado por los encuestadores de la nada, por los opinólogos del sinsentido, por los “hombres de negocios”, por los futurólogos de su propia mezquindad no es real.
Sabemos que en todos los sectores de nuestra sociedad y de la clase política hay gente con buenas intenciones. Espero que todos comprendamos el mensaje del destino: si no somos capaces de construir un país más democrático, justo e igualitario para todos nuestros compatriotas, el mañana será una triste mueca del pasado. Aprovechemos este presente, que es el mejor que pudimos tener en muchos años. No lo desperdiciemos. Encontrémonos ya en la esquina de las coincidencias, porque mientras estemos entretenidos en disputas banales dejaremos escapar una oportunidad única. Está en todos nosotros la decisión, la historia está cansada de esperarnos. Miremos a los ojos a nuestros hijos y construyamos junto a ellos el presente continuo que es el único futuro que existe.
“Sólo quien ensaya lo absurdo conquistara lo imposible”, decía Unamuno. Néstor, siga ensayándolo donde esté. Porque los argentinos de bien, del signo político que sean, acompañaran a Cristina en estos días tristes.
Llueve en Buenos Aires. Y el dolor transita por sus calles.
Descanse en paz.
* Sociólogo, productor de TV y ex gerente de programación de Telefe.
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