EL PAíS › EL JUEZ IDENTIFICó A DOS PERSONAS QUE ARMARON LA TOMA DEL CLUB ALBARIñO
Ambos están prófugos. Uno es un habitante de la villa 15 y el otro es un puntero que ya tiene una condena por lesiones. Hay otros dos identificados. Nilda Garré se reunió con algunos vecinos de Lugano que se oponen a la toma.
› Por Emilio Ruchansky
Ya lo había sugerido el martes pasado la flamante ministra de Seguridad, Nilda Garré: la toma del predio Club Albariño estuvo armada. Ayer, el juez federal Daniel Rafecas libró dos órdenes de captura tras “una rápida y eficaz” investigación policial. Se trata de Guillermo Ramón Ferreira, residente de la villa 15, acusado de ser el autor intelectual de la usurpación, y Regino Abel Acevedo, un supuesto puntero de la zona que vive en Villa Fátima. “Ambos se encuentran prófugos de la Justicia, no están en el predio usurpado y son intensamente buscados por la policía en las inmediaciones de Ciudad Oculta”, afirmó el magistrado. Además, el juez identificó a otros dos cabecillas de la toma.
La sospecha de una organización criminal destinada a la usurpación y venta de tierras ocupadas ilegalmente en la zona merodeó en el tribunal federal durante los últimos días. Por eso se hicieron tareas de inteligencia, entre otras la instalación de cámaras ocultas en el predio. Mientras se reúne más información sobre los otros dos implicados sin orden de detención aún, en el juzgado federal todavía se analizan los datos de algunos de los vehículos de los implicados. De Ferreira nada se sabe aún, de Acevedo sólo que fue echado del Ministerio de Medio Ambiente porteño en marzo de 2007.
Según la resolución 177 de ese ministerio, prestaba servicios en el Ente de Higiene Urbana y fue condenado en agosto de 2004 por el Tribunal Oral en lo Criminal 3 de Capital Federal a cumplir una condena de un año de prisión por resultar “coautor penalmente responsable del delito de lesiones leves, agravado por concurso premeditado de tres personas”, en una causa en la que no se defendió y “la imputación enrostrada resulta fehacientemente probada con el fallo condenatorio”.
Ayer por la tarde, y con todas las reservas posibles, la ministra Garré se reunió con un grupo de vecinos de Villa Lugano para dialogar sobre la toma. Una parte de los vecinos pidió el desalojo inmediato, otros aceptaron esperar a que avancen las negociaciones e incluso comprendieron las demoras en establecer un cerco policial más rígido alrededor del predio. De hecho, desde el juzgado federal admitieron que el cerco llevará su tiempo, por lo que no pusieron plazos específicos. “Es un problema técnico que tiene que resolver la policía”, dijeron fuentes judiciales.
Sin embargo, pocas horas después de la reunión en el Ministerio de Seguridad nacional, en Villa Lugano los vecinos cortaron la autopista Dellepiane y varias calles aledañas, incendiaron gomas, contenedores de basura y maderas. Nuevamente, una enorme cortina de humo negro cubrió al barrio.
Antes del corte, mientras transcurría el día más largo del año, en las esquinas cercanas a la toma se juntaron los vecinos pro desalojo para ultimar los detalles de la protesta. Uno de ellos arengaba a un grupo de señores mayores: “Hoy vivir en la villa tiene sus facilidades. Tienen agua, cloacas, luz y encima cobran subsidios. Es el colmo”. Los señores inclinaban la cabeza sin meter bocado, uno relojeaba el cordón de 19 policías sobre la avenida Argentina, frente al predio tomado.
A una cuadra, en la esquina de Rucci y Santander, se juntaron los pibes del barrio frente a las vallas policiales. La presencia de la prensa motivó un silencio inmediato. “Desconfían más que la policía”, dijo una señora parada con su hija en la esquina contraria. “¿Son parte del cerco?”, preguntó Página/12. “No le voy a mentir. Yo no pasaría por acá si fuera un ocupa”, respondió. En Crisóstomo Alvarez, una de las entradas a la villa 15, conocida como Ciudad Oculta, hay dos patrulleros y un vallado. A 200 metros está el terreno ocupado. Allí también reinaba la intransigencia.
“No queremos comida ni baños químicos ni tarjetas para el súper ni planes de vivienda ni promesas. Nosotros trabajamos. Lo único que queremos son los terrenos. Sabemos que si nos vamos, vienen otros y lo ocupan”, dijo Daniel en medio de una ronda de 30 personas que se acercaron a charlar. La mitad votó a Mauricio Macri y ahora simplemente lo detestan. “El otro día recibió a los vecinos de Lugano... ¡Nosotros también somos vecinos! Macri nunca apareció pero nos mandó a los barras bravas. Mejor que no aparezca”, agregó Fernando, otro de los ocupantes.
Sobre el césped amarillo de la cancha no hay arcos, sólo las líneas de tela que dividen los terrenos y dejan paso a potenciales pasillos. La mayoría de las casillas fue armada con pallets y bolsas negras como techo y pared. Mientras los chicos disfrutaban de la tarde soleada jugando en las calles de Ciudad Oculta, los adultos diferenciaban esta toma y la del Parque Indoamericano, a principios de mes.
“Esto es algo chiquito. Y no lo hacemos para protestar, lo hacemos para vivir. A mí me dan pena los del Indoamericano porque no les van a dar nada, acá hay gente que viene de otras tomas, los censaron y todavía están esperando el plan de vivienda”, dijo Daniel, el más conversador, que retó a un muchacho que pasaba por el campo por llevar una gomera encima. “Piden que la policía venga armada, pero nosotros no nos vamos porque ya estamos jugados. Tenemos miedo de que ocurra una masacre”, aseguró más tarde, cuando ya se veían, a lo lejos, las primeras señales de humo negro.
Eran las 20 y en la bajada de la autopista que se dirige al Club Albariño una mujer detuvo a un auto que quería pasar por un costado de la goma en llamas. “No somos negros, somos vecinos”, le dijo al automovilista. Hugo, un jubilado que pedía “perdón” a un costado del corte, repartía un volante con la frase “Desalojo ya”. “No somos piqueteros, no tenemos palos. Hacemos esto porque el día de mañana nos van a poner una carpa en la puerta”, dijo Hugo, que recibía el afecto y el apoyo de los automovilistas.
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