EL PAíS
› OPINION
Demasiado simple
› Por Martín Granovsky
Puesta la fórmula en la calle, Néstor Kirchner y Daniel Scioli tienen la ardua misión de ganar algo más que el voto útil, pero a la vez nada menos que el voto útil.
En estas elecciones el voto útil será en sí mismo una gran simplificación: lo que se oponga a Carlos Menem, el mal mayor frente al cual servirían incluso variantes que no entusiasmen a todos los votantes. La idea utilitaria es que aunque esas variantes no les sacudan el corazón basta con que les dé la gloria de haber impedido la vuelta de Carlos Menem. A eso juega en buena parte el propio Kirchner. A eso juega, también, Elisa Carrió. No es el caso de Adolfo Rodríguez Saá, que no se enfrenta abiertamente a Menem sino que confía en morderle su base peronista en las provincias. Ni de Ricardo López Murphy, que critica a Menem desde el costado de quien se cree superior en pergaminos liberales. Tampoco es el caso de los socialistas, que por ahora apuntan a hacerse un lugar en el mundo. En el mundo porteño y, sobre todo, en el santafesino con Hermes Binner de candidato a gobernador.
En el juego del voto útil antimenemista, Kirchner tiene un punto a favor: va primero en las encuestas por encima de Carrió y Rodríguez Saá. Si mantiene la tensión respecto de Menem, al menos en los papeles podría ganar una porción del electorado de Carrió. (Si la presencia de Scioli es un espantapájaros para el voto útil, en especial de centroizquierda, es cosa que se verá en el futuro próximo). También está abierta la cuestión de si Scioli efectivamente amplía la llegada al corazón de los peronistas más humildes, para los cuales no alcanza, parece, el entusiasmo del aparato justicialista bonaerense.
Pero el escenario temido para la nueva fórmula es que Menem gane en primera vuelta. Los kirchneristas podrían decir que para la segunda se apoyarán en el hecho conocido de que el ex presidente es rechazado por tres de cada cuatro votantes, y por lo tanto tendría techo. Según ese cálculo, Kirchner sería el triunfador seguro. Sin embargo, en cualquier elección el ganador produce un efecto de exitismo que lo lleva no solo a sumar nuevos votos sino a multiplicarlos. Ese fenómeno es la esperanza de Menem.
Menem es así, por ahora, el único gran tema de la campaña. A Kirchner y Scioli les simplifica las cosas. Lo mismo a Carrió. Pero ser tema también es bueno para Menem. Por eso, el desafío para Kirchner-Scioli o Carrió-Mr. Incógnita será combinar el antimenemismo con una propuesta económica e institucional que los saque de una facilidad solo aparente, porque puede convertirse en cualquier momento en una trampa sin salida. Lo que falta no es un programa detallado sino una propuesta política que aún no está visible, y por eso es evidente la fragmentación del voto entre el pelotón de candidatos punteros. En el medio de todo este proceso, ya hay un primer perdedor: el centroizquierda llega a las elecciones sin haber podido articular nada duradero, ni para una victoria ni para la derrota.