EL PAíS › HOMENAJE A ESTUDIANTES DESAPARECIDOS EN EL INSTITUTO DAMASO CENTENO
La comisión de ex alumnos del colegio descubrió en el patio de la escuela una placa que recuerda a Alejandro Martín Almeida y Eduardo José Vega. “El homenaje fue muy fuerte porque estaba todo el colegio”, contó Taty Almeida.
La comunidad del Instituto Dámaso Centeno se reunió a terminar lo que había empezado en 2006. La comisión de ex alumnos descubrió en el patio de la escuela una nueva placa de los estudiantes desaparecidos: los nombres de Alejandro Martín Almeida y Eduardo José Vega se sumaron a los seis nombres que se habían colocado aquella primera vez, hace cinco años, como parte de lo que apareció como una renovación del Instituto que depende del Ejército (una decisión autorizada por la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, que derivó en la renuncia del director de la escuela). Los ocho jóvenes desaparecieron después de egresar de la escuela, dos de ellos no habían sido denunciados como desaparecidos hasta los primeros homenajes.
En la celebración participaron todos los que tenían que estar: Oscar Leguizamón, de la comisión de ex alumnos, hermano de Eduardo, quien cursó el secundario en otro colegio y todavía está desaparecido. Taty Almeida, mamá de Alejandro, que hizo séptimo grado en esa escuela, además de primero y segundo año. Las autoridades del Instituto, las del Ejército con la rama de Educación, el viceministro de Defensa, Alfredo Forti, hijo de desaparecida. Las Madres de Plaza de Mayo, integrantes de la Iglesia de la Santa Cruz, de la Secretaría de Derechos Humanos, una asamblea del barrio, pero también estaban los estudiantes: 400 alumnos de una matrícula de 1300 participaron del acto.
La escuela que alguna vez tuvo en su matrícula casi exclusivamente sólo a hijos de las Fuerzas Armadas o de las fuerzas de seguridad, es una escuela mixta que aún depende de institutos militares y mantiene esa presencia en un 22 por ciento.
“Hablé, y yo le hablé a Alejandro”, dice Taty Almeida, que pertenece a Madres - Línea Fundadora. “Le dije qué me iba a imaginar yo, Dios mío, que tantos años más tarde iba a volver a esa escuela, pero ahora con un pañuelo blanco en la cabeza, como Madre de Plaza de Mayo.” Taty estuvo con su hija y sus nietos. Descubrió la última placa que se colocó al lado de la que ya estaba puesta desde 2006: la que recuerda a Juan Eduardo Estévez, María Luz Vega, Eduardo Giorello, Alejandro Capobianco, Sergio Nocera y Juan Carlos Cubas. “El homenaje fue muy, muy fuerte porque estaba todo el colegio: o sea, los cambios que se dieron, uno los está viendo ahí”.
Su hijo Alejandro dejó la escuela cuando Oscar Leguizamón estaba entrando. A su vez, Leguizamón vivía en la parte de atrás de donde estaba la casa de Eduardo José y María Luz Vega. La mayoría de los ocho desaparecidos del Instituto egresaron en el ’75 y desaparecieron en el ’77. La escuela aparece como un territorio común, el lugar donde cohabitaron con docentes que daban clases en el Liceo San Martín y profesores como el de Derecho Comercial que, alguna vez, cuando Oscar Leguizamón citó al “imperialismo”, le aseguró que eso no existía, que era una construcción bolchevique. “A partir de ahí me obligó a sentarme todas las clases al lado”, dice y marca presencias en contraste como las del capellán del Ejército, “que en esos años ayudaba armando campamentos como una cosa social, muy movilizantes para los alumnos del colegio”.
En el acto habló Forti. También Leguizamón. Pidió ver como parte del calendario escolar los homenajes del 24 de marzo y el 16 de septiembre –La Noche de los Lápices–, actos que deberían, dijo, estar organizados por alumnos. “Las veces que el pueblo y el Ejército estuvieron separados fueron las etapas más sangrientas de la historia argentina y cuando no, fueron momentos gloriosos.” También dijo que esperaba “que nunca más volviéramos a dividirnos, que la peor democracia es mil veces mejor que una dictadura.”
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