EL PAíS › OPINION
El pronunciamiento popular. Sordos que no quieren oír. Alboroto y poca data en Palacio. Recuerdo de la otra transición de Cristina. Los nuevos ministerios, creados y virtuales. Las leyes que están en preembarque, las que vienen, las que esperan. Idas y vueltas con Hugo Moyano.
› Por Mario Wainfeld
La Polis se expidió de modo contundente: muchos más votos que en 2007 para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Seguramente ganando terreno entre los jóvenes, sin duda recuperando en las clases medias y en importantes centros urbanos. Si se compara el desempeño con el 2009, el gap es sideral y se sustenta en los sectores más necesitados de la clase trabajadora: la Asignación Universal por Hijo mejoró sus vidas. Los beneficiarios registran y, racionalmente, eligen en consecuencia.
Los grandes medios y la dirigencia opositora alertaron a los ciudadanos de Atenas y el Peloponeso: el Congreso debía ser preservado del aluvión electoral. La decisión popular ignoró el consejo, lanzado por emisores devaluados: victoria en 23 de las 24 provincias, en “el campo” y en casi todas las grandes ciudades. Quien quiera oír, oirá. Claro que hay sordos obstinados, en minoría decreciente.
En el Agora hay de todo. Los que tratan de explicar el fenómeno dando cuenta de la gestión del gobierno, comparándolo con los anteriores o con sus alternativas realmente existentes. Tras esa lectura, es válido y lógico que cualquiera pueda acomodarse en el oficialismo o en la oposición. Sin ella, cualquiera navegará sin brújula.
En otro rincón quedan quienes se encierran en la bronca y se entretienen con divagaciones sobre el luto, la sutileza de la campaña, la naturaleza del peronismo. Hay quien piensa que basta con aseverar que el peronismo es indescifrable para quedar eximido de adentrarse en la lógica del veredicto popular. Para esa vertiente de pensamiento, cada día menos dominante, los datos son un incordio que se relega sin rubores. Los números son mersas o grasas o kitsch... para qué tomarlos en cuenta. Los críticos encerrados se permiten hacer una excepción: son las cifras que revelan dificultades o zonas de nubarrones, la fuga de divisas lleva el galardón en esta categoría que hace excepción a la regla.
En la semana misma de la celebración y el duelo, irrumpe la sentencia en el megajuicio
ESMA con condenas ejemplares a 16 represores que lleva a 262 el número de genocidas sentenciados. La cuestión es cualitativa, no “apenas” cuantitativa (ver asimismo nota aparte).
Los indicadores cualitativos sobre el humor ciudadano fueron menoscabados uno a uno durante años: los festejos masivos del Bicentenario, la reacción colectiva ante el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, los discursos, la empatía y el dolor de presidentes de países vecinos en sus funerales, el cambio de humor colectivo, la crispación menguante.
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El Palacio: En Palacio se suceden los rumores, los paliques en voz baja, las especulaciones. La resultante es clavada, para el estilo decisionista de la Presidenta: nadie sabe qué cambios habrá en el Gabinete o quiénes serán autoridades y presidentes de bloque en el Congreso. Las disquisiciones abundan, muchas son razonables, lo que no equivale a certeras. Los diálogos con protagonistas relevantes desembocan en precedentes cercanos: Amado Boudou se anotició de su candidatura sobre la hora, otro tanto les sucedió a Daniel Filmus y Carlos Tomada respecto de la fórmula capitalina que integraban. La reserva, el unicato, la sorpresa son recursos consabidos de la Presidenta. Nadie se priva de especular, de hacer cuentas. Saber, lo que se dice saber... nadie sabe.
La comparación con lo sucedido cuatro años atrás carga con cien relatividades pero, de cualquier manera, es el ejemplo disponible más aproximado. Cristina Kirchner designó a los ministros del primer gabinete el 14 de noviembre de 2007. Pasaron varios días más hasta que se conoció el destino de varios secretarios de Estado pimpantes: los más resonantes eran Guillermo Moreno y Ricardo Jaime, que fueron ratificados. Se creó, entonces, un nuevo Ministerio: el de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva. En los años siguientes, la mandataria creó otras carteras: Industria, Agricultura y Ganadería, Seguridad. En los cuatro casos el mensaje político fue nítido, cada ministerio implicaba una prioridad reforzada. Un ministerio conlleva más recursos económicos (o “caja”, con perdón de la palabra) tanto como potencial simbólico y una señal a la sociedad: hay ahí nuevas tareas por cumplir, jerarquías acrecentadas. En los pasillos de Palacio se cruzan apuestas sobre si habrá nuevas carteras, aquí y ahora. Juventud por un lado, Comunicación y Cultura por otro (con un surtido de nombres que se ahorra para no meter ruido) son los favoritos en las ventanillas. Dado que opinar es válido, el cronista se enrola entre quienes creen que un ministerio que englobara áreas conceptualmente vinculadas como la comunicación, el sistema de medios estatales y la administración cultural conjugaría con objetivos a cumplir en el cuatrienio próximo.
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El Honorable: En el Honorable Congreso, diputados y senadores elongan como cuadra a quien viene de una relativa inactividad y va en pos de una carrera de fondo. La Presidenta emitió las primeras directivas no bien hablaron las urnas.
La ley de leyes, honrando su apelativo, ocupa el primer peldaño del podio. El Presupuesto, vaticinan en la bancada del Frente para la Victoria, esta vez será aprobado. La duda es si ocurrirá (si se intentará) durante el actual período de sesiones y con esta Legislatura o si se esperará a diciembre, con la nueva integración apelando a la prórroga de las sesiones Ordinarias o convocando a Extraordinarias. La consigna de la Casa Rosada es apurar todo lo que se pueda sin correr riesgos, develar su traducción en el rectángulo de juego no es tan sencillo.
El presidente del cabizbajo y meditabundo bloque radical, Ricardo Gil Lavedra, le aseguró a su par kirchnerista, Agustín Rossi, que los correligionarios allanarán el camino del Presupuesto. Acompañarían en general y dejarán hacer al oficialismo híper legitimado en la discusión en particular. El flamante bloque del Frente Amplio Progresista (en verdad un interbloque) es menos preciso en sus designios. El Chivo Rossi hace cuentas y maquina el cuándo.
La prórroga de dos normas esenciales para la nueva administración, la Emergencia Económica y el impuesto al cheque, seguramente esperarán su hora para después de que asuma la nueva camada de diputados y senadores. Los kirchneristas, sobre todo aquellos que entraron en 2009 y vivieron colgados del travesaño y rechazando centros, hacen precalentamiento con euforia.
La ley que restringe la extranjerización de propiedades rurales es otra de las prioridades resaltadas por la Presidenta.
Los diputados confían en dinamizar pronto la aprobación del régimen laboral de los trabajadores rurales, una larga deuda de la democracia. Completarían así tres leyes reparatorias de viejas desigualdades, impulsadas desde el Ministerio de Trabajo: los trabajadores a domicilio, las empleadas domésticas y la peonada para la que, como ya cantó el payador, las vaquitas (ahora se añade la soja) son ajenas.
El Ejecutivo no emitió aún directivas sobre el régimen de producción de papel para diarios que cuenta con dictamen favorable en la Cámara baja. En el bloque kirchnerista se salen de la vaina por llevarla al recinto aunque esperan la venia presidencial. En el principal multimedios del país, se descuenta lo que ocurrirá: algunos suplementos se tiran con menos páginas, el acopio de papel está a la orden del día. La seguidilla de títulos de tapa de Clarín referidos al dólar demuestra que hay contendientes que no bajan la guardia, ni contemplan un lapso de transigencia con la gestión de la mandataria plebiscitada.
El proyecto de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, aunque ninguna voz calificada lo sincere, está subsumido en el reacomodamiento de la relación entre el Gobierno y el secretario general de la CGT, Hugo Moyano. En la Rosada hay malestar con la gestualidad reciente de Moyano, sus tan recurrentes como sonoros reclamos respecto del mínimo no imponible, sus rezongos respecto de las investigaciones judiciales a gremialistas. Funcionarios de alto nivel, que conversan a diario con “el Negro”, puntualizan que no hay una avanzada sobre la interna de la CGT, que por lo demás, tiene su juego, sus vaivenes y sus poderes propios. Para los teóricos de escritorio, el Gobierno podría poner o sacar secretarios generales de taquito. Las realidades corporativas son más densas, menos penetrables.
En torno de Cristina Kirchner resaltan que ella es la conducción indiscutida del peronismo y que Moyano no termina de internalizar esa realidad. La controversia, entonces, trasciende el marco del movimiento obrero. En octubre hubo una reunión bastante reservada entre ambos, donde primó el buen trato pero que no bastó para subsanar los cortocircuitos. Valga evocarlo: empezaron a chisporrotear cuando llegó el sonado exhorto desde Suiza y el líder de los camioneros amagó con una huelga, con movilización a la Plaza de Mayo. La relación es estratégica, atraviesa una impasse importante, necesitará reajustes para seguir funcionando.
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Lo que fue, lo que vendrá: Ni los festejos, ni la recordación con dolor, ni los preparativos para la Cumbre del G-20 eximieron a la Presidenta de las urgencias de la coyuntura. Las medidas para controlar la fuga de divisas son tácticas y revelan que el Gobierno está pendiente de los retos más acuciantes.
La urgencia está lejos de ser una exclusividad de la aldea argentina. En Europa la política corre detrás de los hechos: de ordinario llega mal y tarde. Cuatro años atrás Nicolas Sarkozy era una estrella emergente, Silvio Berlusconi un dirigente imbatible, Barack Obama comenzaba a insinuarse en el horizonte. José Luis Rodríguez Zapatero se encaminaba a una tranquila reelección, ahora va en pos de una derrota histórica, con record de “parados”.
El vértigo es connatural a la etapa. La presidenta argentina lo sabe. El 2011 no fue ni el mejor ni el peor de los años de su mandato. Mayormente, fue un período de gestión sin innovaciones, una rara avis desde 2008. Por eso, entre tantos otros motivos, será irrepetible.
La perspectiva de un acuerdo social, cualquiera fuera su envase y su contenido, se recoloca en el radar. La legitimidad presidencial es un catalizador importante, la multiplicidad de intereses en juego y la irreductibilidad de muchos participantes, un escollo a considerar.
El futuro es impredecible, el espejo retrovisor ayuda a comprender cuánto. Para defender los mismos objetivos es imprescindible valerse de herramientas novedosas: el kirchnerismo (con sus más, sus menos, sus errores y contradicciones) lo comprendió y lo emprendió en dos mandatos.
La Polis jamás otorga cheques en blanco y muy eventualmente, revalidaciones fastuosas. La del domingo pasado fue una de ellas. Determinó a su primera mandataria, lo que incluye también un veredicto sobre el rumbo elegido. Los instrumentos, los cuándos, los cómos, los cuántos son partes de un desafío que se construirá, como todo lo que vale la pena, colectivamente.
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