EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
En el estudio sobre los argentinos y la política de Ibarómetro se destaca un cuadro: el que mide los valores sociales sobre temas concretos.
El 76,5 por ciento de los consultados quiere un rol activo del Estado en la economía, el 66,8 está de acuerdo en establecer alianzas con naciones de América latina, el 65 por ciento cree que deben continuar los juicios por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, el 63,7 por ciento valora la igualdad y el mismo porcentaje apoya la Ley de Matrimonio Igualitario y más de la mitad respalda una despenalización del aborto.
Salvo la cuestión del aborto, en la que aún no hay posición oficial del Gobierno favorable a quitar el castigo del Código Penal, aunque tampoco hay opinión desfavorable, el resto de los temas integran la batería de estrategias oficiales y forman parte de la comunicación diaria de Cristina Fernández de Kirchner.
Pero en las elecciones del 23 de octubre la fórmula Cristina Kirchner-Amado Boudou obtuvo el 54,11 por ciento de los votos. Si se compara esa cifra con las del estudio, la conclusión es que el consenso sobre el rol del Estado o los juicios es amplio y excede a los votantes del Frente para la Victoria.
En el capítulo de los valores, el sondeo coincide en el grueso con otros dos trabajos anteriores.
El último lo publicó este diario el 25 de octubre último y fue producido por el Centro de Estudios de Opinión Pública de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Estaba de acuerdo con los juicios el 80 por ciento. Con la presencia de los gendarmes en la calle, el 79. Con la entrega de netbooks a estudiantes, el 74. Con el matrimonio igualitario, el 71. Con la Asignación Universal por Hijo, el 67. El 59 por ciento dijo apoyar la estatización de las jubilaciones, el 54 la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la misma cifra las retenciones, el 52 los subsidios a los servicios públicos y un porcentaje idéntico el plan Fútbol para Todos.
El sociólogo Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, una consultora no contratada por el oficialismo, escribió en La Nación el 19 de agosto, cinco días después de las primarias obligatorias, que jugaron a favor del Gobierno “ocupación, salario y consumo, tres factores que inciden en la vida cotidiana del votante”. También señaló que “existe evidencia inequívoca de una identificación, relativamente extendida, con algunos temas del discurso oficial referidos al papel del Estado, la política de derechos humanos, las relaciones internacionales y la respuesta a la protesta social”. Agregó que “junto con eso hay que computar la fuerte adhesión que despiertan medidas clave como la estatización de los fondos de pensión y Aerolíneas, la jubilación de las amas de casa –denominada por muchos beneficiarios de sectores populares ‘la jubilación de Cristina’–, la Asignación Universal por Hijo y otros planes sociales”.
El 11 de julio este diario publicó una encuesta del Cedop sobre el voto porteño para jefe de Gobierno del día anterior. Había consultado a una muestra de votantes a la salida del cuarto oscuro. El 56,4 por ciento de los sondeados contestó que su voto sí serviría seguro para algo, a lo cual habría que agregar un 20,6 por ciento que, más tímidamente, esperaba que fuera útil el voto.
Convendría recordar que la asistencia fue cercana al 80 por ciento tanto en las primarias como en las elecciones nacionales. En éstas queda por analizar el 3,5 por ciento del voto en blanco en la categoría candidaturas a la Presidencia de la Nación, un porcentaje superior al 2,3 del Frente de Izquierda y de los Trabajadores y al 1,82 por ciento de la Coalición Cívica. Los votos nulos representaron el 0,98 por ciento. Una comparación tentadora es tomar las elecciones legislativas de octubre de 2001, cuando la suma del voto en blanco y del anulado alcanzó el 27 por ciento para senadores y el 28 por ciento para diputados en la Capital Federal, el 21 y el 24 por ciento en la provincia de Buenos Aires y el 40 por ciento en Santa Fe, donde superó a los candidatos del radicalismo y el peronismo.
Un año y medio después, en la primera vuelta de las presidenciales del 27 de abril de 2003 el voto en blanco fue de 0,99 por ciento y el anulado de 1,73, un 2,72 por ciento notoriamente inferior a las cifras de 2001. No hubo segunda vuelta el 18 de mayo porque el ganador, Carlos Menem, huyó del ballottage al descubrir que las encuestas daban un piso del 65 por ciento para el número dos, Néstor Kirchner.
Mayor participación electoral, menor nivel de rechazo, aprecio por el voto incluso para legitimar al vecinalismo macrista, consenso mayoritario sobre valores, identificación superior al 50 por ciento con políticas del gobierno nacional: allí parecen residir algunas pistas para comprender la relación amistosa entre los argentinos y su percepción de la política.
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