EL PAíS › REPORTAJE AL NUEVO EMBAJADOR DE PERú, NICOLáS LYNCH
El presidente Humala decidió relanzar las relaciones con la Argentina como si fuera vecino y el canciller Roncagliolo envió a Buenos Aires a un dirigente político de confianza. Lynch explica sus objetivos y detalla las virtuales retenciones a las empresas mineras.
› Por Martín Granovsky
A los 57 años, Nicolás Lynch, profesor de Sociología y ex columnista del diario La República, donde escribe Mario Vargas Llosa tras su ruptura con el monopolio de El Comercio por la campaña sucia contra Ollanta Humala, es un antiguo militante de la izquierda peruana que acaba de presentar sus cartas credenciales como embajador de Perú en la Argentina.
–Cuando entrevisté al canciller Rafael Roncagliolo poco después de la asunción del presidente Humala, me dijo que se fijaría especialmente quién sería el embajador en la Argentina. ¿Qué misión trae usted?
–Con la Argentina no tenemos frontera, pero casi. Haremos un reajuste de relaciones poniendo el tema político al mando y dándole prioridad a la relación bilateral. Nuestra prioridad son nuestros países vecinos y damos gran importancia a la Unasur. Tenemos que pisar fuerte acá para después pisar fuerte en el mundo. No es una discusión de conceptos. Tuvimos la experiencia práctica de que lo contrario no funciona.
–¿Por dónde empezaría el reajuste de relaciones, como usted la llama?
–Relanzar significa entender que somos socios en la necesidad de construir un bloque sudamericano y latinoamericano de naciones. Humala es consciente de que a la actual globalización uno no se puede integrar unilateralmente. Tiene que integrarse colectivamente. Solos, en el mejor de los casos podemos conseguir la indiferencia de los poderosos, si no el desprecio. Sabemos que tanto el gobierno del presidente Néstor Kirchner como el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se han jugado por ese proyecto.
–¿En qué le convendría a Perú una mayor integración?
–Nuestras democracias necesitan de la integración para desarrollarse. No se trata de buenas intenciones o caridad. La fragmentación fue una herramienta de los imperios para mantenernos pobres, atrasados y dependientes. Para tener un lugar bajo el sol hacen falta Estado, soberanía, legalidad, y también integración. Vamos a trabajar con el gobierno y con el pueblo de la Argentina. Para mi presidente, es básico. Lo como indispensable para un proyecto nacional popular. Lo nacional no sólo se juega en el territorio. Mire, en el territorio el objetivo es extender el Estado al conjunto del país. En el Perú tenemos una frase: “Al Estado la sierra le da soroche”. ¿Sabe lo que es el soroche, no?
–El mal de alturas.
–Bueno, el presidente quiere que al Estado no lo afecte. Hasta ahora, cuando se alejaba de la costa y se acercaba a los Andes le daba soroche y se regresaba a Lima. No le daba servicios al conjunto del territorio y no vigilaba los intereses del conjunto de la sociedad. Bien, con la integración sucede lo mismo. Para realizarse como tales, la democracia y la nación no pueden quedarse en los confines. Ahorita, frente a la crisis mundial sólo nos salvará la integración. El que juegue solamente con su pañuelo está muerto.
–El ex presidente Alan García firmó el Arco del Pacífico con Chile, Colombia y México. Fue un objetivo ideológico frente a la mayoría de los regímenes de América latina y sobre todo de Sudamérica.
–El presidente Humala tiene una perspectiva práctica. Por sobre el contenido ideológico están los intereses. Y la prueba es la actitud integracionista del gobierno de Juan Manuel Santos en Colombia. Incluso, en este tema, la actitud del propio Sebastián Piñera en Chile.
–¿Qué cambia en Perú con Humala, teniendo ya los primeros cien días de gobierno de perspectiva?
–Humala repitió mucho algo: queremos mantener el crecimiento económico. No queremos voltearlo. Nos hace falta para alcanzar la justicia. Hoy es una enorme fuente de divisas el negocio exportador minero. El 48 por ciento del impuesto a las ganancias lo dan las mineras. Pero el crecimiento no puede basarse exclusivamente en la renta minera y gasífera, que hasta ahora era el cimiento fundamental. Tiene que apoyarse obviamente en eso pero debe tener otra pata. Si no, no desarrolla trabajo productivo. Industrialización. Cadenas de valor. Es el camino del desarrollo en el mundo. Sin despreciarlas, ni mucho menos, nadie se desarrolló sobre la base de vender materias primas. En el largo plazo los metales bajan en relación con los productos industrializados.
–El 28 de julio, cuando asumió, Humala le dio mucha importancia a esos temas. ¿Qué decisiones tomó?
–Dos medidas fundamentales. Recuperó parte de esa renta minera y gasífera a través de un gravamen. En realidad es un concepto que surge en Texas en 1925, el de windfall tax, un gravamen a las ganancias extraordinarias para limitar a las petroleras. En la minería peruana, con el cambio, al Estado le ingresarán 1100 millones de dólares anuales. Es una cifra importante considerando que el presupuesto es de 35 mil millones de dólares.
–¿Cómo se establece la tasa exacta?
–Se hace un cálculo de la parte de la ganancia sobre la cual no había expectativas previas. Son fórmulas matemáticas muy complejas que tienen en cuenta variables como el mercado mundial o el mercado de metales. García hizo campaña prometiendo el gravamen a las superganancias, pero después lo cambió por un óbolo voluntario que en ningún caso pasó de 150 millones de dólares al año. Con García eso lo manejaba un cordón de organizaciones no gubernamentales. Humala dijo: “Señores, estamos hablando del Estado. El Estado no pide caridad sino que pone impuestos que son obligación”. La caridad es para el confesionario, no para el Estado. Al Estado le corresponde establecer mecanismos que garanticen mayor justicia.
–En su discurso de asunción Humala dijo con mucho énfasis que renegociaría los contratos sobre superganancias mineras. ¿Por qué estaba tan seguro de que la negociación rendiría frutos?
–Había tal carga popular tanto por el mismo triunfo de Humala como por la intensidad de los debates que ya era muy difícil oponerse. Incluso muchos políticos y medios de derecha decidieron mantenerse callados. Y en gas cambiamos la política de los gobiernos de Alejandro Toledo y de Alan García. Ellos introdujeron modificaciones que permitieron destinar el gas de una zona, el llamado Lote 88, a la exportación. Pero en el Perú hay enormes requerimientos de gas para entubar ciudades, dar energía al transporte público y satisfacer la demanda industrial. Sin embargo vino una gente y, con espíritu colonial como sucedía con la plata, dijo que el recurso iría solo al exterior. En la campaña Humala prometió la recuperación del gas mediante un espíritu negociador que terminaría plasmándose en el Congreso. Hay otra reserva, el Lote 56, con una capacidad de producción de 2,5 trillones de pies cúbicos. El 88 tiene 4,5 millones. Bien, la resolución es que el lote grande quede para el Perú y el chico abierto al negocio de la exportación.
–¿Fue dura la discusión?
–El consorcio privado ya había buscado fondos afuera y dijo que necesitaba los dos lotes como garantía para su préstamo. El presidente fue firme. El principal objetivo no es, ya, dar electricidad a California y México.
–La estrategia de Humala parece aprovechar su poder inicial para ganar poder de negociación.
–En general nuestra política es establecer un proyecto nacional, popular y de integración basado en la concordia. Pasa en la política de reservas monetarias, por ejemplo, y en la conducción de la economía, donde siguieron funcionarios ligados al manejo del gobierno anterior. Esa es una parte del cuadro. Lo que vale es completarlo con otros elementos en marcha: el desarrollo de las nuevas políticas fundamentales como las comentadas en gas y minería. En el nuevo presupuesto aprobado pusimos énfasis en las políticas sociales relacionadas con la emergencia, que necesita coordinación, y los derechos universales.
–¿Usted tiene trato con Humala?
–Lo conocí poco después de la campaña del 2006, luego de que perdiera la segunda vuelta. Me llamó. Asesoré a la comisión de educación. Fui el primer ministro de educación de Toledo, que comenzó en 2001 gobernando con una coalición y luego la fue achicando. Me fui de ese gobierno. Fui docente 32 años. En el 2009 me integré a la comisión de campaña de Gana Perú, alianza del Partido Nacionalista con grupos de izquierda.
–¿Qué lo atrajo de Humala?
–Tuve afinidad por las políticas nacionalistas y antineoliberales. Perú fue muy humillado en la escena internacional. Fue saqueado por el capital transnacional. El Perú necesita reivindicarse a sí mismo. La tarea de construir nación y de construir Estado-nación es esencial. La idea de los ‘80 de que podía haber democracia sin nación ni Estado-nación era una mentira para dominarnos.
–¿Cómo es Humala gobernando?
–Austero. Le gusta la acción más que el discurso. De decisiones firmes. De gran empatía con el pueblo. Eso lo llevó al triunfo electoral. Y para ganar en segunda vuelta no cambiamos de programa. Tratamos de formar una mayoría nacional. Nos acusaron de mentirosos y farsantes. En los primeros meses de gobierno Ollanta demostró que el monstruo no era tal. Humala quiere reparar las injusticias. Por eso también me dio instrucciones de acercarme con fuerza a la comunidad de peruanos en la Argentina. Tenemos el consulado peruano que procesa la mayor cantidad de trámites de todos los consulados del país en el mundo: 280 mil. Es una migración de características económicas, con carencias, con reclamos. El consulado es grande. Hay más personal diplomático en el consulado que en la embajada para cumplir con los requerimientos de los compatriotas. Ya estoy en una política de acercamiento, de reconocimiento, de acompañamiento y de promoción. Hay que agradecer la ley argentina de Migraciones, muy abierta y muy tolerante. Hay 2.700.000 peruanos en el mundo fuera del país con remesas individuales de 300 dólares, quizás. El que emigra lo hizo porque faltaba justicia. La justicia es el principal objetivo del gobierno de Humala.
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