Mar 15.11.2011

EL PAíS  › EL TESTIMONIO DE MARIANA ZAFFARONI ISLAS, SECUESTRADA Y APROPIADA CUANDO TENíA UN AñO

“Un proceso difícil, pero liberador”

Sus padres, uruguayos, fueron secuestrados en Automotores Orletti. De allí la apropió Miguel Angel Furci, quien llegó a llevársela a Paraguay. En la audiencia de ayer también declaró su tía, Lucía, quien dio detalles del secuestro.

› Por Alejandra Dandan

Hablaron las dos, en contraplano, de la misma historia. Primero entró en la sala de audiencias la tía Lucía, testigo del nacimiento de Mariana Zaffaroni Islas y de la pérdida de todas sus pistas. Luego entró Mariana, secuestrada en Automotores Orletti cuando tenía poco más de un año, robada por Miguel Angel Furci y luego sacada a Paraguay. Mariana dijo en la audiencia que recuperar la identidad fue liberador porque le permitió entender que tenía un espacio de pertenencia. Y cuando uno de los jueces volvió a preguntarle por sus miedos, ella volvió a una escena del baño.

–¿Cómo era eso? –le preguntó la jueza María del Carmen Roqueta.

–Toda la vida tuve miedo al botón del baño –explicó– y a las olas gigantes; eso era en los sueños, no más cuando soñaba con las olas gigantes, pero todavía no pude determinar de dónde vienen. O qué es.

Una nueva audiencia del juicio por el plan sistemático del robo de bebés en los Tribunales de Retiro. Los jueces del Tribunal Oral Federal Nº 6 y la voz de Mariana, que es parte de los 35 expedientes de niños apropiados en investigación. Los nombres de sus apropiadores, la relación con el centro clandestino que fue base del Plan Cóndor en Buenos Aires, el secuestro de sus padres que eran uruguayos y la intervención de un personaje que cobra cada vez más fuerza en los juicios: Eduardo Ruffo, que aparece nuevamente, esta vez como gestor o intermediario en la entrega.

“Una vez lo fui a ver”, dijo Mariana. “Un día le pregunté a Furci si había participado del operativo a mis padres; mi interés era porque en mi terapia aparecía que tenía mucho miedo al ruido del botón del baño. Con la terapeuta nos preguntamos si tendría que ver con las circunstancias del secuestro. Se lo consulté, pero me dijo que no había estado, que creía que Ruffo sí, y que por qué no se lo preguntaba a él. Y fui un día a la casa, me dijo que no se acordaba porque había participado de muchos.”

Furci se llevó a Mariana del centro clandestino. “Siempre la versión consiste en que fue a ese lugar porque lo mandaron a hacer una cosa y que me lleva de ahí. Me ve en una habitación con una mujer con los ojos vendados que supone que es mi mamá, con otros niños. Que vio que más o menos estaba bien y me llevó.” Cuando Roqueta le preguntó si le había preguntado a Furci por sus padres, respondió: “Me dijo que suponía que el final era el que habían tenido todos los desaparecidos, pero no pudo dar especificaciones. Me dijo que él hacía la custodia de una persona importante de la SIDE y por eso a él y a otro compañero los mandaban a buscar documentos y llevar cosas. Que iba a Orletti muy de vez en cuando”.

La historia

Mariana nació en Buenos Aires el 22 de marzo de 1975, cuando sus padres, Jorge Zaffaroni y María Emilia Islas, que tenían poco más de veinte años, estudiaban magisterio y estaban en el país escapados de la dictadura uruguaya. Lucía, la tía de Mariana, compartía su tiempo con ellos hasta junio de 1976 cuando la coordinación del Cóndor empezó a detener masivamente a los uruguayos que estaban de este lado del Río de la Plata. Jorge y María Emilia empezaron a inquietarse.

“Lo que me dicen –dijo Lucía en la audiencia– es que había compañeros de ellos que habían desaparecido, que algunos tenían niños. Luego, atando cabos, sé que se referían al primer vuelo y el niño era el hijo de Sarita (Méndez), pero en ese momento no lo sabíamos. Decidimos tratar de hacer con un escribano un poder para que yo pueda tener la tutoría de Mariana.”

Cuando uno de esos acuerdos falló, Lucía supo que tenía que esperar tres días y comunicarse con sus padres y los de María Emilia. A Jorge, María Emilia y Mariana los secuestraron el 26 de septiembre de 1976.

A comienzos de la democracia, la abuela de Mariana terminó reuniéndose con un espía en un bar de Río de Janeiro porque había hecho declaraciones sobre el destino de los niños robados. Ella le mostró una foto de Mariana y el hombre, del que no saben el nombre, les dijo que estaba muy bien. Con una solicitada en 1983 potenciaron la búsqueda. Un anónimo les dio el dato de Furci y la familia entonces empezó una investigación. Rodearon la casa y hasta contaron con la colaboración de una pareja de ex militantes que se acercaron al colegio donde estudiaba Mariana para sacarle una foto.

“El proceso fue bastante largo”, dijo Mariana después. “En el año ’84, más o menos, vino una señora, me preguntó si podía sacarme una foto y cuándo cumplía años, y me dijo que iba a mandarme la foto para mi cumpleaños. En casa se pusieron bastante alterados cuando les conté. Furci sobre todo, aunque yo no entendía por qué. Para esos años empezaron a aparecer fotos mías en televisión y en afiches de cuando yo era chiquitita, pero no sabía que era yo. Luego apareció la foto del colegio y había una familia que estaba buscando a esa nena, y en esa época empezamos a ir al juzgado de San Isidro. Me decían que había un error, que no era yo la de la foto, después nos fuimos a vivir a Paraguay y cuando volvimos se hizo una especie de acercamiento entre mi familia biológica y Furci.”

Para entonces se había iniciado una causa por apropiación y falsificación de documentos. De regreso en Buenos Aires, Furci y su mujer quedaron detenidos. Mariana tuvo el primer encuentro con su familia. “Fue un momento muy tenso: yo no quería estar ahí, me acuerdo de que lo único que les dije era por qué las cosas se habían hecho de esa manera. Me dijeron que era la única manera que se había podido hacer, pero no para dañarme. Fue muy breve y muy tenso. Después no me acuerdo más de qué se habló, me acuerdo de que yo no tenía ganas de escuchar a nadie.”

Casi al final de la audiencia, luego de recorrer nombres, de hablar de Paraguay, el fiscal Martín Niklison le pidió una “reflexión” sobre el proceso de reencuentro. “Este es un proceso difícil, pero a la larga muy liberador”, dijo Mariana. “Porque uno realmente encuentra el lugar al que pertenece. Se siente cómodo, como en casa. Y digamos que esa sensación de pertenecer yo no la había sentido nunca, a pesar de que tuve excelente relación con Furci y con Adriana, tuve una infancia feliz, esa sensación de pertenecer al lugar donde uno tiene que estar no la había tenido y sí la tuve cuando tuve a mi familia.”

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