Lunes, 6 de febrero de 2012 | Hoy
EL PAíS › COMIENZA EL JUICIO POR EL CRIMEN DE CARLOS MORENO EN 1977
Martín Moreno, hijo del abogado que representaba a trabajadores de Loma Negra, dijo que, además de “la reparación personal”, espera que el juicio pueda avanzar sobre la responsabilidad del sector empresario durante la dictadura.
Por Alejandra Dandan
La responsabilidad de dos civiles, dos hermanos que cedieron una quinta en Tandil y funcionó como centro clandestino, y el nombre de la cementera Loma Negra, de Amalia de Fortabat, son algunos de los ejes del juicio oral que empieza el próximo jueves en Tandil por el secuestro y asesinato de Carlos Alberto Moreno, un abogado que representaba a los obreros de la cementera y para abril de 1977 investigaba una enfermedad pulmonar que contraían los del sector de embolsado. Moreno era militante de la Juventud Peronista, representante de los obreros mineros de la zona y padre de Matías, de casi dos años, y Martín, que estaba en la panza de su madre.
“Dejaron trunca la relación con mi viejo”, dice Martín. “Pero sí llegó a enterarse (de que iba a nacer), y tuvo la oportunidad de pensar un nombre: en esa época se pensaba nombre de varón y de mujer. Eligió Martín si era varón y Guadalupe si era mujer. Fui varón.” Obviamente, dice, “con el juicio está la reparación personal, pero espero que esto sirva para empezar a destapar ciertas ollas y la complicidad civil que existió, que es evidente, pero que nunca fue juzgada en un tribunal. El juicio va a servir para entender que esto fue una dictadura cívico-militar, que para que ocurra debió existir un respaldo, un andamiaje civil que la sostenía”.
La preparación del juicio –que se hará en el aula magna de la Universidad del Centro (Unicen)–logró despertar un movimiento político que anticipó el comienzo del debate: ayer, una caravana recorrió Olavarría y terminó con un recital de Arbolito, y el jueves en Tandil habrá murgas, bandas, murales y un recital de la Bersuit (ver aparte). El proceso que movilizó a vecinos y a estudiantes de la Unicen articuló en realidad un escenario de fondo con el armado de una multisectorial, llamada Memoria, Verdad, Justicia y Alegría, estratégica para avanzar con los juicios pendientes. “Yo digo ‘Alegría’ para sacarle la carga de angustia –dice Martín–, de tantos años de no ver el avance, de que nos pisoteen, sin que alguien que tortura vaya preso.”
Carlos Moreno había elegido Olavarría para su familia y militancia. Conoció a su mujer en La Plata y en Olavarría representó a los obreros de la Asociación de Mineros Argentinos. Lo secuestraron el 29 de abril de 1977 a metros de su estudio y ya había iniciado una causa contra Loma Negra porque los trabajadores se enfermaban de silicosis, una enfermedad pulmonar, y morían antes de jubilarse. De Olavarría lo llevaron a la quinta de los hermanos Emilio y Julio Méndez, vecina al club de rugby Los Cardos, de Tandil. Intentó escaparse, llegó a la casa de un vecino y, deshidratado, logró decirle: “Avisá que soy el doctor Moreno de Olavarría”. Pero pronto lo encontraron. Lo apalearon. Y se cree que ahí o poco después lo fusilaron. La dictadura lo devolvió muerto a su familia el 10 de mayo y les exigió que no lo enterraran en Olavarría.
Entre esa ciudad y Tandil hay 120 kilómetros de distancia. En Olavarría estaba en esa época Monte Peloni, un centro clandestino donde estaban compañeros de militancia de Moreno, secuestrados y torturados. Martín cree que a su padre, sin embargo, se lo llevaron a Tandil por la revuelta que produjo el secuestro: “Creo que en Olavarría no lo podían dejar porque él representaba a los trabajadores e inmediatamente se armó una revolución. Al otro día estaban los tanques en la fábrica de Loma Negra, a la que no le fue ajena al secuestro de mi padre. A él podrían haberlo llevado a Monte Peloni, pero decidieron llevarlo a Tandil”.
En Loma Negra, Moreno investigaba las condiciones insalubres del trabajo: “Fallecían en muy temprana edad los que trabajaban el cemento. El logra avanzar demasiado y molestó a poderes económicos porque implicaba trasformaciones de producción y, como sucedía en esos casos, preferían directamente matar a alguien o hacerlo desaparecer, sobre todo si implicaba pérdidas económicas”.
El juicio será un escenario para avanzar con eventuales responsabilidades de la empresa: como sucede en la mayor parte de las causas del país con la responsabilidad del sector empresario en la dictadura, de momento, Loma Negra no tiene ningún acusado en el debate. Los que van a ser juzgados son dos civiles, los hermanos Julio y Emilio Méndez, que están en libertad. Y tres integrantes de fuerzas de seguridad: Julio Alberto Tommasi, Roque Italo Pappalardo y José Luis Ojeda. Van a declarar unos setenta testigos, entre ellos un vecino que vio el secuestro, el hombre que vio la fuga, una secretaria y trabajadores de Loma Negra que después de lo de Moreno sufrieron “aprietes, los expulsaron o los incluyeron en listas negras que hacían que no puedan conseguir trabajo en otra empresa”, dice Martín.
El viernes, un día después de la apertura, dará testimonio su familia. La mujer de Moreno y los hijos, Matías y Martín. “Se trata de humanizar la figura de mi viejo –dice Martín– después de 35 años de tratar de traerlo de vuelta acá; de eso se trata, y lo complicado que es eso: entender que fue un tipo hace 35 años. Son las dificultades de que se tarde tanto en hacer justicia.”
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