EL PAíS › OPINION
› Por José Pablo Martín *
Nos debe hacer pensar la referencia de Jorge Videla al clero castrense que publica Cambio16: “Mi relación con la Iglesia fue excelente, mantuvimos una relación muy cordial, sincera y abierta. No olvide que incluso teníamos a los capellanes castrenses asistiéndonos y nunca se rompió esta relación de colaboración y amistad”. A continuación Videla hace una referencia a su buena relación con “el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Primatesta”. ¿Quiénes son estos capellanes que merecen una mención que precede a la Conferencia Episcopal? Son los que trabajan en un cuasi Obispado, el Vicariato Castrense, que se regula según un Acuerdo de 1957 entre el Vaticano y la Argentina “para atender al cuidado espiritual de los militares de tierra, mar y aire”.
Nótese que este acuerdo se refiere a militares como personas, no como instituciones, y menos como Estado. No se asisten las “necesidades espirituales de la Nación”, concepto que no tendría asidero en nuestro orden constitucional actual. A esta idea, sin embargo, se acerca Videla al decir “teníamos a los capellanes militares asistiéndonos” y más específicamente “en relación de colaboración”. Entre el militar y el sacerdote puede darse una fusión de roles, cuando el sacerdote piensa que se deben redimir no solamente personas, sino esencias sociales en peligro, y el militar piensa que no son enemigos solamente agresores armados, sino principalmente culturas extrañas. Cuando estos dos roles se encuentran, puede uno entender el paso que da Videla: “Relación de amistad”.
Así, me acuerdo de ciertas ideas de la Cristiandad medieval, cuando según Juan de Salisbury, en su Policraticus, el soldado no tiene criterio para castigar si no está ordenado por el príncipe y éste no tiene visión para mandar si no está iluminado por el sacerdote. Esto, que parece tan lejano y que asomaba cercano en algunos testimonios de la represión, ahora lo vemos expresado cartesianamente por quien la comandaba. Y no sorprenda que el Vicariato Castrense aparezca antes que la Conferencia Episcopal, porque en ésta se encontraban algunos miembros que no merecían confianza en ese punto crucial en el que lo teológico, lo político y lo militar confluyen.
En 1969 se hizo público el enfrentamiento del obispo de Neuquén con el Provicario Castrense por cuestiones de jurisdicción. En 1971 ocurre un enfrentamiento entre el diocesano de Goya y el Provicario Castrense, interpretando este último que las “jurisdicciones son cumulativas” pero que la castrense “es primera y principal cuando se ejerce en favor de las Fuerzas Armadas”, lo que quiere decir que el Vicariato tiene una jurisdicción universal sobre el territorio argentino, allí donde se constituya un militar.
No es delito si algún militar piensa que éste es un país enfermo que necesita la ayuda de Dios acompañada por la fuerza, o que algún sacerdote pueda pensar que sin los mecanismos del Estado difícilmente pueda cumplir con su función sagrada, pero ellos no tienen otro camino que exponer estas ideas en el juego democrático y parlamentario. No creo conveniente que el Estado mantenga una institución en la que, por inclinación ideológica, los que así piensan van a encontrar una “relación de colaboración y amistad”, para “asistir” al Estado.
* Teólogo y filósofo. El ex sacerdote salesiano Martín es autor de un libro legendario, El movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo. Un debate argentino. Publicado en 1992, fue inhallable hasta su reedición el año pasado por la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde es investigador del Conicet.
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