Jue 05.04.2012

EL PAíS  › OPINION

Seguirá guiándonos

› Por Ciro Annicchiarico *

Superada la etapa adolescente del compromiso sólo intelectual, inicié mi militancia política en 1970 en el Peronismo de Base. Mis referentes máximos en el compromiso y la acción, al igual que de cientos de compañeros, eran entre otros Envar El Kadri, Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Ortega Peña. Máximos e inaccesibles en la labor cotidiana para los jóvenes militantes. Los últimos fueron también ejemplo para mí en el ejercicio de la abogacía. Ortega Peña llevó el derecho a su estado más alto de combate, el de ponerlo en crisis desde una banca de diputado y mostrar que legislador y ley pueden estar del lado de los oprimidos. Mi estudio jurídico está presidido, guste o no a las visitas, por una foto de Ortega Peña, con la transcripción al pie de su potente máxima: La muerte no duele. Lo que duele es no estar a la altura de las circunstancias. Lo que duele es no hacer lo que nuestros defendidos esperan de nosotros.

“Duhalde, el Bueno” llevó adelante, como pocos, el compromiso del abogado consciente a favor de los perseguidos por luchar contra la injusticia social. Defensor de presos políticos, de los que siempre están y dignifican nuestra profesión. Pero además intelectual de fuste, intérprete lúcido de la realidad social y política. El Estado terrorista argentino es obra esclarecedora y de referencia imprescindible. Sobrevinieron la dictadura genocida, el exilio, las batallas gloriosas, la recuperación de nuestra limitada democracia, las voluntades dispersas, las claudicaciones oficiales, la alborada imprevista. Entonces los misterios del devenir hicieron que un día de 2002, en la presentación de un libro mío sobre seguridad pública, quedara pasmado al ver de pronto entrar a la sala a Eduardo Luis Duhalde. Mi ejemplo de compromiso, referente inaccesible otrora, aparecía llevando en las manos un ejemplar de mi libro. Se lo había enviado al casi desconocido Néstor Kirchner, entre otros tantos candidatos de entonces, pretendiendo difundir lo que para mí es una política de seguridad para un Estado de Derecho democrático. Terminada la presentación, Eduardo Luis se me acercó y me dijo: “Vengo de parte del doctor Kirchner, le agradece su invitación. Por sus compromisos no pudo venir, pero me pidió que viniera de su parte para agradecerle el envío de su trabajo”. Estupefacto, sólo atiné a contestarle “Doctor, para mí es un orgullo que usted esté aquí”. Intercambiamos teléfonos y después se retiró. Honestamente no imaginé, en lo más mínimo, lo que seguiría de la mano de quien yo había puesto en segundo lugar. Al tiempo, cuando supo que Néstor Kirchner lo haría cargo de la Secretaría de Derechos Humanos, Eduardo Luis me convocó para integrar su equipo. No es poca cosa formar parte del equipo de abogados de Eduardo Luis Duhalde. De aquel que, más de treinta años atrás, fuera mi ejemplo de militancia. Después de más de ocho años de intensísima acción –no podía imaginarse menos–, Eduardo Luis llevó a la política de derechos humanos, en consonancia con los lineamientos trazados por Néstor Kirchner primero y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner después, al lugar más alto de nuestra experiencia nacional en toda su historia. Además, fue un conductor difícilmente sustituible en un universo complejo, conducción de la que no fue para nada ajena su capacidad contemporizadora y su siempre presente buen humor. Lo vamos a extrañar muchísimo. No puedo sentir más que orgullo de ser un militante más en esa misión. Falta mucho por hacer, pero Eduardo Luis, el compañero “Duhalde, el Bueno”, seguirá guiándonos ahora para siempre, hasta la victoria final, de nuestras manos o de las de quienes nos sigan, desde el ejemplo.

* Abogado Asesor Jurídico. Area Jurídica Nacional. Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

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